Tras salir del hospital los días empezaron a pasar y como si fuera parte de un hechizo cada mañana era como un cuento de hadas, Nathaniel me ayudo mucho con el niño, ya que había quedado adolorida que al pasar los primeros 40 días de maternidad nuestra vida empezaba a volver a la rutina, mis padres se establecieron en España desde que se enteraron de que había dado a luz, por lo que podía trabajar y dejar a mi pequeño Jake a su cuidado durante la mañana, aunque claro lo variaba con los padres de mi novio, puesto que esto se habían venido desde el parto de Saray.
Jake podría decir que era muy afortunado por el padre que tenía, Nathaniel se había encargado de comprar lo necesario porque como se nos adelanto no terminamos de comprar varias cositas como era overoles o chuponsitos, objetos que Nath traía ya sea comprado por él o de regalo de parte de cualquier persona.
—. Están muy bonitos amor, agradéceles por mí.
—. Claro que si amor, todos están encantados por el nacimiento de Jake, y la felicidad que desbordo de hablar sobre mi hijo no tiene como expresarse.
—. De eso si lo creo amor, y sabes que es lo mejor…
—. ¿Qué es lo mejor amor?
Nathaniel le mira con esa pizca de curiosidad en sus ojos para ser abrazado su cuello por mis brazos depositándole un ligero beso en aquellos carnosos labios, para mirarle nuevamente con una sonrisa de punta a punta.
—. Lo mejor es que mi hijo es muy afortunado mi Nath, así como yo tengo el novio perfecto, el tiene un padre ideal, que siempre se preocupa por él, que se levanta a media noche, que sin importar que esté cansado lo alimenta o juega con él, no muchos padres hacen eso amor y yo estoy segura de que si sigues así, cuando nuestro niño esté más grande te tendrá una confianza inmensa, lo mejor que un hijo puede tener con un padre.
—. Sabes amor, eso es lo que deseo… Mi padre lo hacía conmigo esto mismo y debo admitir que me sentía seguro con él para poder pasar un buen rato de hombre a hombre como se decía, y eso quiero con Jake, que confié en mí.
—. Algo me dice que lo lograras amor, te estás esforzando y ser una excelente persona siempre traerá buenos frutos yo lo sé.
—. Te amo, te amo demasiado mi hermosa Lilly.
Un tierno beso se formó entre aquellos dos que denotaba y desbordaba aquel amor que se sentían, eran una familia feliz, a pesar del miedo que tenían por ser padres primerizos todo salió mejor de lo que esperaban.
Nathaniel era un excelente padre y Lilly ni hablar, cuando su pequeño cumplió los primeros dos meses Nathaniel se había puesto algo raro, salía muy temprano de la casa y volvía hasta tarde, Lilly se preguntaba qué pasaba, pero tenía miedo de preguntar alguna burrada, Nathaniel no le sería infiel y menos cuando están muy bien, su comportamiento extraño tenía una respuesta que ella esperaba que él le dijera sin necesidad de hablar.
—. El príncipe de esta casa tiene hambrecita mi amor… Ah si tiene mucha hambrecita.
Sonreía mientras le acariciaba su mejilla al igual que le amamantaba cuando sentí unos brazos abrazarme por la espalda que me hicieron dar un pequeño saltito en el asiento, pero al ver que era Nath simplemente sonreí.
—. ¿Te asusté mi reina?
—. Algo amor no te esperaba tan pronto en la casa.
—. Es que vine porque te tengo una sorpresa.
Este sonrió a lo que de igual manera sonreí, le di a Jake mientras me fui a dar una ducha ordenada por mi amado, me dijo que tendríamos una ceja especial para los dos lo cual me emocionaba hace rato que no teníamos una noche de pareja como la que hoy se pronunciaba por lo que me puse un vestido rojo ajustado que dejaba ver mis piernas y marcaba la figura de mis curvas.
Me peine y coloque mis tacones para aplicar algo de maquillaje, escuche voces y al bajar vi a Saray quien después de chulearme logrando que me colocara del mismo color de mi vestido nos despidió, ella cuidaría de Jake mientras salíamos, Nathaniel me llevo a cenar en un lugar algo apartado en el parque una hermosa cena romántica, debo decir que estaba extasiada, pero lo notaba nervioso y como no estarlo con la gran noticia que me dio.