Se dice que en un mundo lleno de misterios por descubrir y secretos por revelar, hay lugares donde las personas se pierden en la inmensidad de lo desconocido, buscando respuestas a preguntas sin formular.
Las leyendas hablan de seres ocultos en las sombras, de conexiones invisibles entre almas perdidas y destinos entrelazados en un baile eterno de encuentros y despedidas.
En medio de esta danza misteriosa
¿Has sentido alguna vez cómo la brisa acaricia tu rostro o las olas del mar te llaman en un susurro misterioso?
Pero no sabes qué responder, ni qué decir al respecto.
Es como estar perdido en un mar de sensaciones, sin rumbo fijo, sin entender por qué. Es exactamente lo que siento cada vez que llego al final de un libro, sin comprender cómo he logrado escribir esas palabras.
Cada vez que un árbol se mece con el viento, en cada viaje donde la brisa acaricia mi piel o en cada paso por la playa donde mis pies se sumergen en el agua salada, siento una conexión profunda, como si perteneciera a un lugar que desconozco, sin recuerdos tangibles que lo respalden. Y me sumerjo en pensamientos profundos.
¿Podría ser la soledad que me aborda cada noche buscando algo, un eco de un anhelo indescifrable? ¿O quizá sea que alguien, desde algún rincón remoto del universo, está susurrando mi nombre con anhelo y misterio? ¿Quizás se trate de una búsqueda interna, un deseo profundo que late en lo más íntimo de mi ser?
Luego, alejo esas ideas erróneas de mi mente, recordándome que la realidad no es un cuento de hadas, que la vida es compleja y llena de matices impredecibles.
Aunque en lo más profundo de mi ser, anhelo descubrir algún día qué es aquello que me falta, aquello que busco sin descanso, como si una voz desconocida me susurrara en cada suspiro un...
No me olvides…