Algunas almas están conectadas por un hilo eterno
y no importa cuanto se alejen,
el destino siempre las guiara de regreso
al punto exacto donde su historia compartida
debe continuar….
Desorientada y confundida, me preguntaba qué había ocurrido y dónde me encontraba. Habían pasado, según mis cálculos, treinta minutos desde que desperté en un lugar desconocido.
¿Habrán sido los chicos que me encontraron y llevaron al hospital más cercano?—pensé para mi misma.
Sin embargo, al observar cuidadosamente la habitación en la que me encontré, comprendí que no parecía en absoluto la de un centro médico convencional.
Las paredes eran de un verde vibrante, grabando al césped fresco de una pradera. Una amplia cama ocupaba el centro, rodeada por persianas negras y una gran ventana que dejaba entrar la luz del sol. Una lámpara singular colgaba del techo, emanando una luz brillante que iluminaba la estancia de forma mágica. Mis pensamientos se desviaron hacia Helen y su lámpara similar, aunque esta parecía mucho más imponente. ¡Vaya lujo para ser un hospital!
¿Me habrán traído a una clínica? Dios, mi factura va a ser enorme.
Al levantarme para explorar el lugar, me topé con una bañera tan grande que parecía un jacuzzi de lujo. Mis temores económicos crecieron aún más.
A pesar del deseo de abandonar aquel extraño lugar, al incorporarme de la cama noté un dolor generalizado en mi cuerpo. Sorprendentemente, no encontré heridas visibles como esperaba, y la cicatriz en mi pierna había desaparecido por completo. Una sensación de desconcierto y asombro me invadió.
Decidida a respuestas y contactar a Marlen sobre mi ausencia en la entrevista, emprendí la búsqueda de mi teléfono sin éxito. Finalmente, decidí salir de la habitación, pensando inicialmente que Will o Mónica vendrían en mi búsqueda.
Al abrir la puerta, me sorprendí al encontrarme con dos hombres vestidos con armaduras que la custodiaban. Aquel encuentro inesperado desencadenó una serie de preguntas y suposiciones sobre la realidad de aquel lugar peculiar.
—¿Qué está sucediendo aquí? —susurré incrédula, retrocediendo ante la presencia imponente de los guardias.
—¿Le duele algo, mi señora? ¿Necesita atención médica? —indagó uno de ellos, mientras el otro sugería involucrar al rey en el asunto.
¿Rey? ¿Esto es realmente una clínica?— me pregunté incrédula.
—Qui... ¿quiénes son ustedes? —balbuceé retrocediendo.
—Somos sus guardias hasta que se recupere. Si necesita algo, solo debe pedirlo y se lo traeremos de inmediato— respondieron al unísono.
—Según quien...—alcancé a decir antes de que mencionaran al rey.
—Esto es una broma, ¿verdad?—reí nerviosa. Intentando disimular mi desconcierto, llamé a mis amigos entre risas. Pero la mirada confundida de los guardias me hizo dudar.
—¿Dónde están las personas que me trajeron aquí cuando estaba herida?— pregunté finalmente.
—Fue el rey quien la trajo, mi lady. No sabemos de lo que está hablando— contestaron los guardias.
Me sentí desorientada.
—¿Esto es una broma, verdad?— negaron con la cabeza. —Entonces... ¿Qué es este lugar?— pregunté con temor.
—Este es el castillo Fiore. El rey pidió que la protegiéramos y le notificáramos cuando usted despertase— declararon los guardias solemnemente.
—No, no, no, esto no puede ser real. ¿Dónde diablos estoy metida? ¿Dónde están los chicos?—Revolví mi cabeza, sintiendo el corazón latir desbocado en mi pecho. Uno de los guardias intentó acercarse a mí, pero lo detuve con un gesto firme. —¡No! ¡No se acerque a mí!— exclamé retrocediendo y cerrando la puerta con rapidez.
Sabía que algo estaba fuera de lugar desde que desperté, pero ¿acaso me había vuelto loca? ¿Acaso había muerto? ¿Estaba en el infierno por todo lo que escribí?
O tal vez reencarné en algún mundo desconocido. Y si resultaba estar atrapada en un libro, por favor, que no fuera uno de los míos.
Corrí hacia un espejo y al ver mi reflejo noté la diferencia: ya no tenía los lentes de contacto, revelando el color violeta de mis ojos. Al asomarme a la ventana, mis ojos observaron un paisaje que desafiaba toda lógica: un castillo imponente, casas de madera y carruajes en lugar de autos. ¿Dónde diablos estaba?— me cuestioné en medio de mi confusión.
La angustia se apoderaba de mi alma mientras recordaba las palabras de Will y su advertencia sobre ser cruel con mis personajes. ¿Era esto un castigo por mis acciones como escritora? Pero, como solía decir mi amiga Herle, era por el bien de la trama.
Sentía el peso de la culpabilidad aplastándome, haciéndome cuestionar mi propia cordura.
Después de dar vueltas en mi mente, tratando de controlar la ansiedad, llegué a la conclusión de que la mejor solución era escapar de ese lugar. Incluso si realmente había muerto y esto era el inframundo, todos saben que no es aconsejable involucrarse con un rey. Preferiría arder en llamas directamente o quizás todo esto es solo un sueño.
Mis manos temblorosas acariciaron mi rostro en un intento desesperado por despertar de esta pesadilla sin éxito alguno.
Recordé la expresión popular: —Solo cuando mueres en el sueño, despiertas en el mundo real. Así que si me lanzaba desde este piso por la ventana, probablemente... sí, moriría y... me levantaría.
—Ok, vamos... 1, 2, y 3, allá vamos.— Con determinación, coloqué un pie en la ventana, lista para saltar hacia lo desconocido.
Pero justo en ese momento, alguien me detuvo.
—Su majestad— la voz de una mujer me hizo perder la concentración del salto que planeaba dar, alcanzándome justo a tiempo para evitar mi caída. —¿Acaso se ha vuelto loca? ¿Por qué querría lanzarse por la ventana?— cuestionó con preocupación.
—Para morir y despertar en el mundo real— respondí con un tono algo sarcástico, rodando los ojos como si fuera algo evidente. —Así que suéltame y déjame saltar. Además, no deberías hablarme; dicen que en los sueños no debes comunicarte con otras personas