Capítulo 2.

"Si la suciedad fuera un triunfo ¿Qué mano levantarías?

-Charles Lamb."

—Sandra ¿Traes los mejillones?

Envío el documento del último libro que traduje y trueno mis dedos, giro mi silla en dirección a mi madre la cual me observa de brazos cruzados.

— ¿Me hablas?

Ella rueda los ojos, camina en mi dirección y levanta la mano hacia mi hasta jalar de mi oreja derecha. Hago una mueca y ella me levanta, mi cuerpo se inclina porque sigue estirando sin piedad.

— ¡Ay, ay, ay! —Me quejo mientras caminamos hacia la cocina. Cuando llegamos ahí por fin me suelta y yo me yergo en mi lugar sobando mi pobre oreja.

—Apaga la hornalla, iré por los mejillones que olvidaste.

—Cuando me regañas de esa manera me siento como una niña —Me quejo. Veo la comida que está fuera de la hornalla y cuando voy a apagarla porque el olor a gas me molesta volteo en su dirección—. Soy una adulta ahora.

Mi madre, una hermosa morena de ojos penetrantes café hace el amago de volver a agarrarme de la oreja y yo corro fuera de la cocina. Pero alguien se pone en mi camino impidiendo mi huida.

Veo a mi padre con la boca abierta, él se ríe y me agarra del brazo.

—La atrape —Dice con descaro y yo arrugo el ceño.

—Traido… —Ni siquiera puedo terminar mi frase cuando mi madre tironea de mi cabello una vez.

—Si eres tan adulta como dices, ve tú por los mejillones.

Mi padre se aguanta la risa y yo achino los ojos en su dirección. Volteo y mi madre me extiende su bolso de compras y dinero. Los agarro de mala gana y mi madre sonríe. Yo también lo hago y voy en busca de mis llaves.

—No demores tanto, luego del almuerzo volvemos a casa.

Las vacaciones siempre las pasamos aquí, en la casa de verano de mi padre. Es una pena que mañana debamos volver, estar en esta pequeña cabaña es un soplo de aire fresco, aunque aún así deba trabajar.

—Deja de ser gruñona, vuelvo en cinco minutos.

—Bien, yo iré a ver si tu padre intenta fumar en mi cocina —No escucho sus palabras, y eso es algo que me atormentara el resto de mi vida.

Mi madre me besa la frente antes de salir y yo subo a mi auto, a solo unos metros de distancia reduzco la velocidad porque siento un dolor de cabeza por culpa del gas…

—No apagué la hornalla —Murmuro preocupada.

Y ahí sucede. Una explosión que me hace pegar un brinco en el asiento, miro por el espejo retrovisor la cabaña donde tuve tantos buenos recuerdos explotar y jadeo llevándome las manos hasta la boca.

Esto es mi culpa.

Lunes, 2 de abril del 2018.

Despierto con la respiración agitada, me siento en la cama y llevo mis manos hasta mi rostro, mis mejillas se sienten húmedas y la opresión en mi pecho hace que mi respiración no sea buena.

—No fue tu culpa, no fue tu culpa, fue un accidente —Repito las palabras una y otra vez pero como siempre no surten efecto en mí. Decirme mentiras no me tranquilizara en nada.

Mi celular comienza a sonar en mi mesita de luz y doy una respiración honda antes de estirarme para cogerlo entre mis manos y contestar.

—¿Hola?

—¡My little coffe! ¿Cómo amaneciste?

Escuchar la voz de Maxon me saca una sonrisa de manera inmediata.

—Bien —Miento—, extrañando tu ego.

Suelta una carcajada que logra destensar mis hombros, suspiro aliviada y escucho su parloteo.

—Yo también te extraño, pero solo será un mes para que pueda volver a Phoenix y ser tu sexy vecino.

Me levanto de la cama, me pongo mis pantuflas de unicornio y bufo haciendo volar mi flequillo.

—Yo seré tu sexy vecina —Bromeo—, tu eres demasiado adorable para ser etiquetado como sexy.

Camino hasta el baño, dejo el celular en el lavamanos luego de ponerlo en alta voz y busco mi cepillo de dientes.

—Las mujeres piensan que soy sexy —Dice y pongo la pasta en las hebras del cepillo—, es una pena que tú no me veas de esa forma.

—Como digas —Respondo—, debo cortar. Hoy haré un gran pastel.

—¿Pastel? ¿Desde cuándo cocinas?

Miro mi reflejo en el espejo percatándome de que un grano se asoma en mi barbilla, murmuro una maldición en voz baja.

—Es para el vecino, debo ser cortés.

—Como digas, creo que mataras a alguien hoy.

—Haré el mejor pastel de tu jodida vida —Digo con el cepillo en la boca. Él me dice que no entendió nada de lo que dije y escupo en el lavabo—, estoy cepillándome los dientes, adiós.

—Este nivel de confianza me asusta, falta que te pongas a orinar en una llamad… —No lo dejo terminar y cuelgo.

Cuando salgo del baño seco mi cabello con la toalla, elijo un vestido floreado que me llega a los tobillos y unas sandalias blancas. Mi guardarropa consiste en vestidos hasta los tobillos, estoy enamorada del diseño, también algún que otro jeans o short, camisillas y algunas prendas abrigadas.