El auto acelera, la pobre joven llora sin parar. Él ya jugó con ella de todas las maneras retorcidas que jamás habría imaginado ¿Qué haría con ella? ¿La mataría?
El auto se detiene, ella no puede ver nada porque sus ojos están vendados. Escucha el sonido de la puerta siendo abierta y ya siente los dedos de ese asqueroso hombre sobre su brazo estirándola de manera brusca.
La tira al suelo y desvenda sus ojos, estos tardan en acostumbrarse. Es de noche, es lo primero que piensa, mira desesperada algún lugar a donde ir y buscar ayuda pero no hay nada.
Este lugar me parece familiar, pensó.
—Eres una decepción, no eres ella, nadie se parece a ella —Habla el hombre con voz dura pero a la vez débil.
Ella intenta suplicar, pero la cinta en su boca no la deja. El enmascarado saca un cuchillo que parece brillar en aquella oscuridad y no tarda en enterrarse en el abdomen de la pobre joven.
Ella llora y él hombre parece divertirse, retuerce el cuchillo y lo desentierra para volverlo a clavarlo una vez más. Ella cierra sus ojos y el hombre despiadado le quita las ataduras de los brazos y piernas, por último la cinta en la boca.
Sus ojos oscuros brillan observando su propia obra de arte escarlata. Saca su celular y el flash de la cámara brilla sobre la sangre que comienza a esparcirse en el suelo. Mira a su alrededor asegurándose de que nadie lo haya visto, saca un paño de su bolsillo para limpiar el cuchillo manchando la tela blanca, vuelve a guardar el paño en su bolsillo pero él no se da cuenta de que éste cae al suelo, ocultándose entre el pasto cerca de la acera, mira una vez más la escena sangrienta delante de sus ojos y luego sube al auto y se va.
Cuando por fin escucha el sonido del auto alejarse ella comienza a gritar por ayuda. El dolor es tan grande que ni siquiera puede gritar con todas sus fuerzas. Nadie podrá escucharla, antes de echarse a llorar intenta levantarse.
Sus lágrimas nublan su vista, grita por el dolor pero logra levantarse. Aprieta con fuerza las heridas y comienza a caminar en busca de ayuda, no hay nada, no hay nada, piensa.
Su llanto incrementa, el dolor la hará caer rendida en cualquier momento hasta que divisa unas casas no tan lejos. Es su último esfuerzo, camina arrastrando los pies y cuando ve unas escaleras cae de rodillas frente a ellas y comienza a arrastrarse para poder subir. Ve la primera puerta y se arrastra hasta ella y con su puño la golpea, el dolor ya es insoportable.
— ¡Ayuda! —Grita sin cesar pero nadie sale a su rescate.
Comienza a toser y la sangre sale de su boca, vuelve a arrastrarse apenas hasta la otra puerta y vuelve a golpearla sin parar hasta que está por fin se abre.
—Si vienes a... —El hombre se queda callado al ver a una joven desangrándose frente a su puerta.
—Ayúdame —Es lo último que puede decir y se deja caer por completo en el piso sin despegar la mirada del hombre en la puerta que parece patidifuso.
Él es su única oportunidad para sobrevivir.