No mires atrás

"LA NOTA"

El cielo de amaneció gris, pero no lluvioso. Ese tipo de gris que no amenaza tormenta ni promete sol, solo cubre, como una sábana húmeda que se echa encima de todo.

Lía Torres caminó por el pasillo de la escuela, como siempre, sola con los audífonos puestos y la mirada clavada en sus zapatillas. Los audífonos estaban desconectados, pero nadie lo sabía. Le servían para fingir que no escuchaba cuando alguien la llamaba, o para evitar que le hicieran preguntas que no quería responder.

Su paso era automático, casi mecánico. Pasó junto a las vitrinas de trofeos polvorientos, a los carteles del aniversario —hechos con letras doradas y recortes de papel brillante—, y a un grupo de compañeras que reían por algo que no entendió ni le interesaba.

Todo el colegio parecía actuar como si fuera una semana normal. Como si hoy no marcara un año exacto desde esa noche. Como si los fantasmas no caminaran por los pasillos también.

—Este nuevo aniversario —decía la directora desde el escenario improvisado en el patio central— es una oportunidad para recordar quiénes somos. Somos una comunidad que valora la justicia, la honestidad, la transparencia…

Lía no escuchó el resto, no necesitaba hacerlo. Las palabras sonaban huecas, repetidas. Eran exactamente las mismas que usó la directora el año pasado, tres días después de lo ocurrido, cuando todos fingieron que lo que pasó era una “situación desafortunada”.

Una situación desafortunada, pensó Lía, con una sonrisa amarga. Qué manera tan elegante de decir que alguien terminó en el hospital porque todos callaron.

Suspiró. Llegó hasta su casillero, número 312. Giró la combinación de la cerradura con movimientos precisos. Click.

Al abrir la puerta, una hoja doblada cayó al suelo.

Se detuvo. La miró un segundo. El corazón le dio un pequeño salto, como si algo en su interior supiera que no era una hoja cualquiera.

Se agachó lentamente y la recogió.

No tenía nombre, ni timbre, ni remitente. Solo una hoja blanca doblada en cuatro, de esas de cuaderno universitario. Estaba un poco arrugada en los bordes, como si hubiese sido guardada en un bolsillo.

Lía la abrió con manos heladas. En el centro, escrito con marcador negro grueso, leyó:

“Alguien no es quien dice ser. No mires atrás”n no es quien dice ser.

El tiempo se detuvo por un instante.

Una corriente eléctrica le recorrió la columna. Un nudo le apretó la garganta. No por lo que decía el mensaje… sino por la forma en que estaba escrito.

La letra.

La conocía. Cada trazo, cada curva, el modo en que las “s” parecían zetas mal hechas. Era la misma letra de los papeles pegados en la cartelera del laboratorio. La misma de las notas que le dejaron antes del invierno pasado. La misma que vio escrita con plumón en la puerta del segundo piso.

La misma letra de él.

Del que se fue. Del que todos dijeron que no volvería. Del que, en teoría, no tenía motivos para aparecer otra vez.

Cerró el casillero de golpe. Guardó la hoja rápidamente en el bolsillo del buzo. Miró a su alrededor, nadie parecía haberla visto.

Excepto Emma. Estaba parada más adelante, frente a su propio casillero, con la misma expresión de susto disfrazado y en su mano derecha, una hoja doblada igual a la suya.

Sus miradas se cruzaron, solo por un segundo, pero bastó para entenderlo, ella también la había recibido.

La clase de matemáticas pasó como un borrón. Lía apenas escuchó a la profesora, tenía el corazón latiéndole en las sienes, una ansiedad dormida que volvía a despertar después de meses de aparente calma. En su campo visual flotaban rostros familiares: Emma, sentada dos filas más adelante, hojeando su cuaderno sin anotar nada, Valentina, con la mandíbula apretada, borrando algo una y otra vez con fuerza, Lucas, que parecía más inquieto que de costumbre, moviendo el pie como si tuviera una alarma interna activada y Dante…

No estaba.

La silla al fondo, donde solía sentarse, estaba vacía. Su ausencia no era nueva, pero esta vez pesaba diferente.

¿También la recibió y decidió huir? ¿O lo están buscando como a nosotros?

El timbre del recreo sonó como una bomba de humo. Todos se dispersaron rápidamente. Lía intentó escabullirse por el pasillo trasero cuando una voz suave la detuvo.

—Lía —dijo Emma, tocándole el brazo—. ¿Podemos hablar un minuto?

Ella se detuvo. Dudó.

—Solo un minuto, por favor —insistió Emma.

Lía asintió. Emma la llevó a un rincón junto a la escalera. Sacó algo de su bolsillo.

La nota.

—¿Tú también la recibiste?

Lía tragó saliva y asintió de nuevo.

—¿Qué… crees que significa?

—Creo que no es una broma —respondió Lía—. No puede ser.

—¿Quién la mandó? ¿Dante?

—Dante ni siquiera está.

—¿Y si volvió? ¿Y si nunca se fue?



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En el texto hay: misterio, suspenso misterio

Editado: 31.07.2025

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