No puedo odiarte.

Capítulo 2. George.

Finalmente llegó el día del partido. Alex y yo vinimos al club. Me dijeron todas las reglas del juego el primer día, pero no podía ni imaginar que tendría que ponerme la ropa de otra persona, que olía tan mal que me provocaba arcadas. Pero como me involucré en esta aventura, tenía que llegar hasta el final. Perder no era para mi ninguna opción. Bajo los abucheos de mi amigo, conteniendo la respiración y superando mi disgusto, me puse un traje deportivo de un color incomprensible y unas zapatillas, que habían visto los tiempos de Churchill.

Me acerqué al espejo y empecé a reírme como loco. Mi apariencia era increíblemente absurda en todos los sentidos. Un rostro bien cuidado, a pesar de la barba de una semana, claramente no encajaba en el atuendo de un emigrante clandestino que acababa de cruzar la frontera del sur. Pero cuando vi a Alex con el mismo traje, vitoreé aún más. Mi primo con esas pintas se parecía más a un asesino en serie que al heredero de una fortuna multimillonaria.

En ese momento, una asistente se acercó a nosotros y nos pidió que fuéramos a la sala de caracterización, donde me dieron el maquillaje y la manicura que faltaban, o mejor dicho, lo estropearon más allá de lo razonable. Cuando salí y vi a mis seis contrincantes, abrí la boca de tanta sorpresa. Todos mis amigos me resultaron irreconocibles. La pregunta surgió involuntariamente en mi cabeza: “Parecen a esos noventa y nueve por ciento de la población, que no son capaces de conseguir nada. ¿Somos tan poco diferentes de todos estos perdedores?”

-Estimados participantes, - el presidente interrumpió mis pensamientos. - Ahora cada uno de ustedes será llevado a un sitio individual designado para usted. Recomiendo encarecidamente no ir más allá de los límites de su zona. Esto es por su seguridad. Cada uno de ustedes tiene un dispositivo en su bolsillo que ayudaría a rastrearlos dentro de su zona.

Automáticamente metí la mano en el bolsillo y encontré un pequeño aparato similar a un teléfono pequeño, pero con un solo botón.

- Si usted supera los límites, comenzará a vibrar y chirriar, en cuyo caso deberá volver a la zona de seguimiento. - Continuó el presidente. - Además, este dispositivo sirve como una llamada para su evacuación y terminación de su participación en el juego. Para esto, solo necesita presionar el botón y mantenerlo presionado durante diez segundos. En cinco minutos lo recogerán y lo traerán aquí. Espero que el juego les traiga increíbles aventuras, que serán recordadas durante mucho tiempo.

El presidente sonrió, nos deseó suerte a todos y nos condujo a los autos que nos llevaron a los lugares asignados a cada participante.

Cuando me dejaron en un callejón, cerca del mercado municipal, al principio, la tarea del Juego parecía ridículamente fácil. En el bolsillo aparte del botón, para activar “Salida del juego”, había un dólar. Todo estaba muy claro. Pero al comprar una botella del agua, entendí mi grave error, un dólar se vaporizo con el agua sin dejar rastro.

 Necesitaba inventar algo, para conseguir dinero para el resto del día, o aún mejor, cincuenta dólares y ganar el Juego. Yo fui al mercado, con la esperanza de encontrar allí algunos centavos, o encontrar algún trabajo de carga.  Pero entonces estaba a punto de fracasar por completo. Innumerables veces fui enviado al infierno por los vendedores, porque no les gustaba mi aspecto desagradable. Aparte el trabajo estaba ya asignado a otra gente, que me amenazaron con matarme, si apareciera por allí otra vez.

Ya pasaron unas horas del juego, pero yo no conseguí nada y mi estomago empezó a hacer ruido, sobre todo, cuando pasaba por un puesto del pan. Ese olor al pan recién hecho aumentó la salida de saliva en mi boca, pero no tenía ni un duro para comprar, aunque un trozo. La desesperación y el hambre empezó a nublar mi mente y estaba casi a punto de presionar el botón de salida del juego, cuando una vendedora puso cerca de contenedor de basura una caja con las frutas podridas.

-Mira, están pochas, pero algo puedes conseguir para comer, - dijo ella, mirándome con pena.

Me acerqué al contenedor, me incline a la caja i empecé a escoger algo, que valiera para comer y no morir por intoxicación. “¿En que estaba pensando, cuando acepté a participar en esta mierda de juego? ¿Querías adrenalina? ¡Tomalá adrenalina! ¡Rebusca en un basurero la comida!” – me echaba la bronca a mí mismo.

 De repente vi un juguete roto con forma de caballo. Una idea iluminó mi mente: “tengo que arreglarlo y venderlo”. Lo cogí, junto con unas manzanas y naranjas lo llevé a la fuente pública.   Lavé mis tesoros bajo el agua, chupando las miradas de pena y asco de la gente. Pero ahora eso no me importaba porque ya tenía una “idea comercial”. Mientras comía las frutas, arreglé el caballo y me quedé bastante satisfecho. Ahora solo necesitaba encontrar un comprador.

Como buen estudiante de Harvard, yo hice un análisis del mercado y decidí vender el juguete a las mamas con niños. Pero en la universidad más prestigiosa y cara del mundo no enseñan la vida de unos muertos de hambre. Por lo tanto, mi intento fue un fracaso, incluso, una vez, apenas logré evitar una pelea con un marido de una mamá. Solo por la noche, después de haber superado el fracaso, me di cuenta de que lo mejor era ofrecer mi “articulo” a las mujeres solteras.

Cuando la corriente de tías solitarias, que iban a casa del trabajo se secaba y mis ganas de salir de este maldito Juego crecían, apareció esa chica de ojos verdes, como la de una gata, y una melena de color del fuego. De verdad no lo sé que me hizo pensar, que ella era mi ultima oportunidad para ganar esta mierda del juego, o por lo menos salir con un poco de dignidad.

— Señorita, — grité, lanzándome hacia ella. — Tiene hijos, así se alegrarán mucho. ¡Compra este magnífico caballo! Se lo dejo en diez dólares.

— ¡Escucha, déjame en paz! — la chica hizo una mueca de disgusto y liberó su mano de mis tenaces dedos.




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