No puedo odiarte.

Capítulo 4. George.

Puse el billete en mi bolsillo y me giré hacia la chica, pero ella ya estaba caminando por el camino hacia los edificios sociales. Yo, como un idiota, estaba parado y la miraba. Para ser honesto, me sorprendió su comportamiento. ¿Por qué me dio su último dinero? O me tenía miedo, o se compadecía de mí, o ambas cosas. Pero un extraño sentimiento de vergüenza apareció de repente en mi interior, lo cual era básicamente extraño en mí.

En unas palabras, de alguna manera me sentí atraído por esa chica. No tenía un plan de acción claro, pero quería agradecerla por su generosidad. Por ejemplo, podría devolverle su dinero y darle el premio que iba a ganar con el Juego, o ayudarle con algo más significativo. Aún no había decidido qué iba a hacer mejor, cuando escuché un grito. Parece que alguien ofendía a mi “Gatita”.

Corrí hacia la voz, pero el dispositivo en mi bolsillo empezó a chillar como loco. Lo saqué y tiré a los arbustos. Era una negligencia por mi parte, pero en ese momento no pensé con claridad, porque vi a la chica apretada entre dos hombres y la pared de un edificio. Ella evidentemente no estaba muy encantada con esa compañía.

— Chicos, dejen ir a la chica, por favor, — dije educadamente.

— ¿Quién está parloteando aquí? — Preguntó el que sostenía a la chica.

— ¿Qué dijiste, idiota? — siseó el que estaba detrás de ellos.

— ¡Estate quieta! ¡No muevas el barco! – gritó el hombre a la chica y vi la hoja del cuchillo cerca de su cuello.

— ¿Ustedes probablemente no entienden el habla normal? – dije y me acerqué a ellos. Las botellas vacías, las que encontré en el contenedor de basura, con el propósito de sacar algunos centavos en la máquina recicladora, traquetearon.

— ¡Eres tú, idiota, no entiendes, que no es asunto tuyo! ¡Ella es mi chica!

— ¿¡Seguro!? A mí no me parece, que ella esté de acuerdo con eso.

— ¡Vete a la mierda, basura humana! ¡Mi paciencia se acabó! ¡Te lo advertimos, hombre! – se me acercó el otro, que estaba detrás.

Nunca me gustaban las peleas, preferiría llegar a algún acuerdo con los contrincantes, pero a veces mis dotes diplomáticos fallaban, entonces me salvaban las clases de Aikido, como en este caso. En un par de segundos uno ya estaba en el suelo.

— ¡Tómala! — gritó el otro y con un fuerte empujón lanzó la chica hacia mí.

Quería cogerla, pero vi el cuchillo en la mano de ese idiota, por eso dejé caer la chica y me centré en la mano con arma peligrosa. Con un movimiento bien entrenado le quitó el cuchillo de la mano y lo derribé al suelo. Parece que esos cobardes entendieron, que no van a poder conmigo, por eso se retiraron del campo de batalla con insultos y amenazas vacías.

En fin, la chica estaba liberada, aunque tirada en el suelo. Fue una oportunidad maravillosa para conocerla mejor, como un héroe salvador, por así decirlo. Con el propósito de ayudarle levantarse quise ofrecerle la mano, pero la chica hizo contacto visual con evidente desgana. En esta etapa de nuestro encuentro, ella parecía más interesada en sus propios vaqueros rotos, que en mi modesta persona.

Desde luego ese comportamiento suyo me indigno, por eso mostrando cierta insolencia y cierto enfado ante la chica dije:

— Perdón por no ayudarte a levantarte. Recuerdo que estabas disgustada con mi toque. No quiero agravar la experiencia desagradable.

— Me salvaste de una experiencia mucho más desagradable. — La chica se levantó sola, se sacudió los jeans y añadió con un suspiro. - ¡Maldita sea! ¡Mis vaqueros eran casi nuevos, los compré el verano pasado.

“¡Vaya por dios! Aquí está, el enfrentamiento prehistórico de las clases sociales. Estoy solo durante unas horas en la piel de un elemento desclasado, y ya comienzo a odiar a alguien que está un escalón más alto en la escala social.” - pensé y me reí por dentro.

— Muchas gracias. – dijo la chica, cuando por fin transfirió su interés de los vaqueros a mí.

— Entiendo. Eran bonitos pantalones. – dije tratando de disimular mi sonrisa.

- Si, realmente me gustaban, pero intentaré arreglarlos. – Dijo y agitó casualmente su mano. – Sabes, aquí nadie me ayudaba ni los vecinos, ni policía. Eres el primero.

- ¿Quién era? – pregunté, porque no entendí como eso era posible.

- Un idiota, que piensa que soy su novia y le pertenezco.

- ¿Y no lo es así?

- ¡Claro que no! Ya durante dos meces me estaba acosando, hasta que estoy pensando de cambiarme del barrio. Pero hoy se pasó de raya, porque estaba borracho.

 — Vamos, te acompañaré a casa. ¿Te importa? – ofrecí, porque no estaba seguro que estos bastardos no vuelvan.

-Gracias, pero está cerca, - dijo ella con un poco de dudas.

Parece, que ella después de experimentar tanto susto, estaba lista para aceptar cualquier escolta, incluso una como de un mendigo, pero la avergonzaba mi aspecto. La entendí.

-Vamos, iré un poco más de lado, solo para asegurarme, que no te están esperando allí.  – dije y levanté mi bolsa con las botellas del suelo. Las botellas repiquetearon.

Ya podría tirar esa bolsa, porque el “Juego” yo gané, pero no quise demostrarle a la chica que no era un mendigo. Lo más probable era que en ese momento empecé a sentir todo el sabor del "Juego". Si al principio solo estaba tratando de aguantar el mayor tiempo posible en la calle, sin entender en absoluto que la inmersión tenía un sentido completamente diferente, ahora de repente me di cuenta de que necesitaba ver cómo viven estas personas, en qué están pensando, por qué hacen las cosas que yo no entendía. De repente me pareció una buena idea de mirar con quien y como vive esta “Gatita”.

La chica caminó rápidamente, sin mirar a su alrededor y sin decir nada. Yo iba un poco atrás pensando en una locura. De camino a su casa, se me ocurrió una idea increíblemente estúpida. Decidí probar una vez más la gratitud y la misericordia de las personas de los estratos más bajos de la sociedad. Así llegamos a su portal.




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