No puedo odiarte.

Capítulo 6. George.

Después de un día pasando hambre, la patata con salchichas de dudosa procedencia, me parecía un manjar. Podría comer todo, pero tenía que ser agradecido con lo que me ofreció.

— Gracias. Todo estuvo delicioso. — dejé mi tenedor y miré con pesar a mi plato vacío.

— Que aproveche. ¿Quieres un té? — Preguntó Nice y se levantó de la mesa. — Es cierto, solo puedo ofrecerte una infusión de tila.

— Si, gracias. Tomaré una infusión.

Ella encendió el calentador de agua, sacó dos tazas, puso las bolsitas de infusión y añadió:

– No te ofrezco azúcar, se terminó hace una semana. Pero hay mermelada de fresa. ¿Quieres?

— Quiero. – respondí rápidamente.

De verdad, un poco de patata, tres salchichas y un huevo era poco para mí, pero acepté una taza de infusión, porque quería empezar a hablar con ella. Nice puso el té, un bote de mermelada a mí lado y finalmente se sentó en su silla frente a mí.

La miré sin esconder mi interés. Creí que tenía veinte años, tal vez un poco más. Tenía rasgos regulares y ojos de gato increíblemente fascinantes. Podría llamarse una verdadera belleza, si no fuera por las pecas que cubrían casi por completo su rostro. Estaban completamente fuera del canon de belleza de las portadas de las revistas de moda a las que estaba acostumbrado. Por lo general, cualquier defecto de la piel se ocultaba bajo una máscara de maquillaje. Pero Nice, a juzgar por la pobre variedad de productos de corporaciones cosméticas que encontré en el baño, no los usaba en absoluto.

Determinar la belleza de la figura era problemático, porque en ese suéter holgado era imposible ver ni la forma de su pecho ni la cintura, pero tenía piernas largas y un buen trasero. "Si la llevas al estilista de mi madre, entonces podrías convertirla en una hermosa muñeca", pensé de repente.

— ¡¿Por qué me miras así?! — Ella se enojó de repente.

— ¿Cómo es así?

— No me gusta cuando la gente me mira. – dijo Nice.

— ¿No te gusta cuando la gente te mira, o solo cuando lo hacen los hombres? – Pregunté con el tono de un psicoanalista.

— A caso, ¿Te importa?

— Enormemente. – sonreí e insistí, — ¿por qué tienes tantos complejos? Respóndeme.

- No quiero responder a esa pregunta, - dijo, y se volvió hacia la ventana.

- No quieres responder a esa pregunta, como quieras. Pero como ya empezamos, ¿puedo saber por qué me diste lo último de tu dinero?

Se volvió hacia mí y me miró a los ojos.

- ¿Qué iba a hacer? – exclamó enojada. - No me dejarías en paz.

- ¿Por qué no? ¿Podrías simplemente decir que no tienes dinero en efectivo o amenazarme con llamar a la policía? Pero no hiciste nada, y después de un poco de presión sacaste tu billetera. - Sonreí.

- Escucha, ¿por qué me molestas con tu psicoanálisis? - Nice estaba indignada. - Muchas gracias por ayudarme, pero eso no te da ningún derecho…

- Lo siento. La interrumpí. - Solo estoy tratando de entender la lógica detrás de tus acciones. No te caí bien, cuando nos conocimos, y ahora estoy tomando el té en tu cocina. ¿Por qué cambiaste de opinión sobre mí?

- ¿Y quién te dijo que cambié de opinión? - Ella me miró disgustada.

- ¿Creo que no invitarías a una persona desagradable a tu casa? - Sonreí.

— ¡No te parece, que te estas pasando! — exclamó ella claramente enfadada. — Me ayudaste y por simple agradecimiento te ofrecí un plato de comida, pero esto no te da ningún derecho de entrar en mi vida. Yo no te pregunto, como acabaste así. A simple vista se ve, que eres un hombre joven, educado, seguramente con estudios y guapo. ¿Qué te llevó a la vida en la calle? ¿Me vas a contar?

— Lo siento. No debería haberme comportado así. – pronuncié con disculpa, porque entendí que pasé un poco. — Pienso que es hora de irme.

Ella no dijo nada.

— Gracias por la cena y la hospitalidad. Fue muy agradable conocerte, Nice.

Me levanté de la mesa, enjuagué mi taza, salí al pasillo, puse mi chaqueta arreglada y los zapatos feos y sucias.

— Adiós, Nice.

— Adiós ... Gor.

Cogí la bolsa, las botellas vacías traquetearon. Abrí la puerta y salí al rellano. Mientras bajaba las escaleras estaba pensando en esa chica. Era mi error, empecé a presionarla otra vez, en lugar de preguntar las cosas con delicadeza. Estaba decidido de ayudarle y comprarle un piso en un barrio mejor. Porque no sé porque tenía muchas ganas de seguir conociéndola.

Salí y respiré el aire fresco de la noche. Silbando alegremente, dejé caer mi bolso en el contenedor de basura más cercano y continué mi camino ligero.

El barrio estaba tranquilo y desierto. Incluso los omnipresentes adolescentes no estaban visibles. Me detuve, rebusqué en mis bolsillos y luego recordé que había tirado el control remoto con el botón de evacuación a unos arbustos, cuando corría para ayudar a Nice.

"¡Maldita sea! En esta oscuridad, definitivamente no lo encontraré". - pensé y decidí volver con la chica para pedirle el teléfono y llamar a Alex.

Cuando ya estaba subiendo las escaleras hacia el departamento de Nice, escuché pasos rápidos detrás de mí. Me giré para ver quién me seguía, pero en ese momento sentí un golpe en la cabeza y caí en la oscuridad.




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