No puedo odiarte.

Capítulo 15. George.

Rápidamente corrí hacia el jeep y saqué mi teléfono móvil de la guantera.

– ¡Klaus! ¡Hola! Soy George. ¿Dónde estás? ¿en casa? ¡Excelente! Necesito tu ayuda... Sí, el asunto es urgente... No, todo está bien con mi madre. Escucha, voy de camino hacia ti. Estaré allí en quince minutos y te lo explicaré todo. Sin embargo, ve al estacionamiento tú mismo, de lo contrario, estoy en tal estado que tus guardias no me dejarán pasar ... No, todo está bien conmigo también.  Gracias amigo. Entonces, en quince minutos en el estacionamiento.

Apagué mi teléfono y encendí el motor.

Klaus Kohlberg era mi amigo de la infancia. Trabajó como cirujano vascular en una clínica muy famosa y se mostró muy prometedor médico. Realmente esperaba que Klaus entendiera algo más, que solo cirugía. Kohlberg estuvo a la altura de todas mis expectativas. Cuando llegué al estacionamiento subterráneo, él ya me estaba esperando en la entrada.

- Espero que tengas muy buenas razones para arrebatarme de los brazos de una bella dama en la mitad de la noche. – pero mirándome se sorprendió levemente de mis pintas exóticas.

- Creo que son fuertes. – dije. - Ahora otra hermosa dama necesita tu ayuda. Me temo que no puedo hacerlo por mi cuenta.

Klaus escuchó atentamente mi confusa historia.

-Sí, creo que tenemos que resolverlo de urgencias. Ahora subo a recoger mi maleta y luego vamos a una la farmacia de guardia y compramos unas medicinas.

Cuando llegamos a la zona donde vivía Nice, estacioné mi auto cerca de un edificio colindante y mientras caminábamos hacia la entrada, estaba terminando las últimas instrucciones informativas.

- ... entonces tú me entendiste? Eres médico de la Cruz Roja, altruista y filántropo...

- Entendí perfectamente, - me interrumpió. - Yo soy médico altruista y tú eres un vagabundo filántropo sin hogar. No te preocupes, todo saldrá bien.

Empujé la puerta del apartamento de la chica para abrirla. Estaba oscuro y silencioso allí.

-Nice, - llamé, - ya ​​he regresado.

Hubo un silencio como respuesta. De repente me asusté. Tanto era grande ese susto, que la camiseta se pegó a la espalda del sudor frio. ¿Tal vez era un error dejarla sola? Tal vez ella...

- Vamos. - Klaus interrumpió mi tormento con un golpe muy tangible en el costado.

Nice yacía de cara a la pared y no estaba claro, si estaba dormida o, inconsciente. O…

- Bueno, ¿cómo está nuestra paciente? - Klaus encendió la luz.

Respiré aliviado, la chica estaba dormida, pero yo ya estaba inventando Dios sabe qué... Las largas pestañas temblaron, los ojos se abrieron de par en par por un segundo y se cerraron de nuevo.

-Nice, - la tomé de la mano, - ¿me escuchas? Traje un médico.

Sus pestañas revolotearon de nuevo.

- Bueno, hazte a un lado. - Klaus sin contemplaciones me empujó a un lado. – Vamos a ver. Dame mi bolso. Gracias. Ahora puedes esperar en la cocina. Me miró elocuentemente.

Pero yo parecía clavado en el suelo y no iba a ninguna parte.

-Fuera de aquí, - ordenó mi amigo.

Fruncí el ceño, pero de todos modos salí de la habitación.

“Eres buen especialista en ética médica”, - gruñí por mí mismo.

El tiempo se prolongó durante mucho tiempo. Ya he recorrido la pequeña cocina a lo largo y ancho. Sin nada que hacer, estaba estudiando el pobre contenido de las estanterías de la cocina, cuando escuché desde la habitación:

-Puedes entrar.

Salté y corrí hacia la habitación. A primera vista, nada ha cambiado. Solo que en lugar de un candelabro había una lámpara de mesa. Me acerqué de puntillas a la cama. Nice yacía con los ojos cerrados con largas sombras de pestañas sobre sus mejillas hundidas.

- Espera, - Klaus puso en mis manos una especie de una bolsa de plástico con un líquido, desde el cual un tubo de se extendía hasta la mano derecha de Nice.

- ¿Eso es un goteo? - pregunté asustado.

- Sostén el vial en alto y no intentes desmayarte, - dijo bromeando Klaus. - Ahora voy a averiguar dónde ponerlo. - El médico miró a su alrededor. – Esta, si me puede servir perfectamente. - Arrastró una voluminosa lámpara de pie hasta la cama y empezó a atarle la bolsa.

Me fascinó la manipulación de mi amigo. Adjuntó el vial, comprobó si la aguja estaba bien y giró una especie de rueda en el cuentagotas.

-Eso es todo, el proceso ha comenzado, - dijo finalmente Klaus con satisfacción. - Ahora escúchame con atención. Tu bella dama tiene viruela. Es una infección infantil. ¿Ves este sarpullido en la cara? Típico de la viruela. Más ganglios linfáticos agrandados y una fiebre altísima. Es cien por cien la viruela. En los niños, procede con facilidad, pero para los adultos en este sentido es mucho más difícil. Tu chica no tiene suerte en absoluto. Ella tiene la intoxicación más fuerte con todas las consecuencias. Por cierto, ¿está embarazada?

Me encogí de hombros confundido.

- No lo sé... Difícilmente... No de mí, de todos modos. ¿Porque lo preguntas?

- Bueno, sí está embarazada, probablemente tendrá que abortar. La viruela causa malformaciones fetales. En resumen, debes averiguar esta respuesta de ella. Ahora sobre el tratamiento. Le di una inyección para bajar la fiebre. Verás, la frente está mojada. Esta es una buena señal. Entonces la temperatura baja.

- ¿Y el goteo?

- Se necesita un gotero para eliminar la intoxicación. Cuando se termine, gire esta rueda hasta el final, retire la aguja de la vena y sujete el lugar de la inyección con un hisopo humedecido en alcohol. Te dejo el alcohol. Incluso hay suficiente para aliviar el estrés, - Klaus me guiñó un ojo con picardía.

- Espera. ¿Qué significa sacar la aguja de una vena? No puedo. – exclamé en voz baja.

- No hay nada que saber. Tiras de la aguja y eso es todo.

- ¿Qué pasa con ella ahora?

- Está bien, va a dormir después de la inyección. Solo una mujer puede soportar una temperatura tan alta. Personalmente, ya me estoy muriendo a los treinta y siete y cinco. Por cierto, ¿sabes poner inyecciones?




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