No puedo odiarte.

Capítulo 19. George.

Subí al coche y sonreí con satisfacción. Fue un movimiento estratégicamente correcto salir a las siete de la mañana de la casa de Albina. A esta hora del día, ella estaba completamente incapacitada. Gracias a eso yo logré evitar explicaciones desagradables y conservar los recuerdos tiernos de la apasionada noche. Resultó ser una noche muy interesante y un poco rara.

Después de otro vaso de Whisky, tomado en el piso de Albina, yo realmente quise ir a dormir a la mía. Incluso, ya llamé a un taxi, pero no se sabe en qué momento, me pareció, que estaba con Nice, vi sus ojos verdes llenos de deseo y pasión. Sentí su cuerpo tan generosamente ofrecido y no pude resistir amarla. Solo por la mañana, al despertar, entendí que fue un error, una confusión. No estaba con mi ángel pelirrojo, sino con la Barbie.

Pero satisfacción y agradable cansancio en mi cuerpo no me permitieron despertar la manchada conciencia. No era primera vez que me acostaba con Albina, y en general le gustaba hacerlo. Con Nice aun no hubo nada de nada, ni un beso siquiera, por lo tanto, no tenía ninguna obligación. Incluso, ni recordaba, que le prometiera ir a su apartamento.

Imaginarla en mis brazos me agradaba mucho, quería hacerlo realidad y eso era lo que me movió, después del descanso en mi casa otra vez aparecer en el apartamento de la chica. Pero el destino o, mejor dicho, mi incansable primo, me llevó a otro sitio, primero al gimnasio y después a un bar al lado de su apartamento en el centro.

— Entonces tú me quieres decir, ¿que estando con la maravillosa Albina, imaginabas a aquella pelirroja? – sonreía mi amigo.

— Si, exacto. Y ahora me siento, como obsesionado. Quiero tenerla en mis brazos, quiero sentir, como seria en realidad. – dije, bebiendo otro vaso de cerveza checa. 

— ¿Y que tiene ella de especial, que te ciega y no ves, como perfecta esta Albina? – preguntó Alex, sin entender, como era posible imaginar a alguien, estando con Barbie.

— No lo sé, pero te juro, sin imaginar a Nice no podría hacer nada con Albina, — me reí.

Este hecho sorprendía a mí mismo no menos, que a mi amigo. Nunca me pasaba nada parecido y eso era mucho decir, porque por mis brazos pasaron numerosas y diferentes mujeres. Desde las refinadas hijas de padres adinerados, acostumbradas a la vida dulce desde una edad temprana y, en general, sin saber lo que realmente necesitaban, hasta las mujeres de negocios seguras de sí mismas, cuyo tiempo estaba programado por minutos y que solo necesitaban una pareja sexual.

Nice era distinta, a lo mejor por la apuesta con Alex, o porque ella muy condicionalmente podría ser considerada como mi chica. Pero su imagen medio desnuda y esas bragas blancas, tan inocente y dulce no salía de mi cabeza.

— Voy a verla, — dije, levantándome de la silla.

— ¡¿A dónde vas ahora!? ¿Tú viste que hora es? ¿Y cómo le explicas, que hueles a una cerveza cara y buena colonia? – exclamó Alex. – No te olvides de las condiciones de la apuesta.

— Tienes razón, ya es tarde, mejor me voy para casa, tengo que repasar la propuesta para Seúl.

-¿Que hay en Seúl? – preguntó Alex.

- Mañana en el consejo sabrás todo. – contesté sonriendo. – Y después voy a verla seguro. Me quedan cuatro semanas de ganar la apuesta.

— Ya veremos, — sonrió Alex. — Por ahora gana ella. Estas como una cabra, amigo.

Pero las cosas raras aún no se acabaron. Toda la noche soñaba con Nice, pero esta vez no hubo nada romántico y apasionado. Solo sus ojos verdes me miraban con el rencor, como si ella le reprochara algo.

Los pensamientos sobre ella, que estaban firmemente plantados en mi cabeza, hacían que fuera muy difícil concentrarme en el trabajo. Por eso me perdí el mensaje principal de que Jan Kowalskiy, el enemigo personal de mi padre y el principal competidor de nuestra empresa, también decidió participar en este proyecto. Tan pronto como me liberé de los accionistas, corrí hacia la chica.

— ¡Gor! — suspiró Nice y sentí sus delgados brazos en mi cuello. — ¿Dónde has estado? Estaba preocupada. Pensaba que te pasara algo malo.

Ella escondió su nariz en mi cuello y yo abracé suavemente su cuerpo ligeramente tembloroso. “¿Ella está llorando? ¡Dios! Ella llora por mí.” – Pensé y en algún lugar de las profundidades de mi alma, se agitó un sentimiento de culpa. Este sentimiento era tan inusual, que incluso en mi actual estado rudimentario causaba malestar. Tenía que calmarla y explicar mi ausencia.

— Encontré un trabajo, — lo único que pude decir, porque nada mejor me entró en la cabeza, para consolarla.

— ¡Eso es genial! – dijo ella y, retrocediendo levemente, me miró a la cara. — ¿Por eso no viniste?

— Sí, — respondió enseguida. — No sabía, qué te preocuparías tanto. Y todavía no tengo teléfono, por eso no pude avisarte.

— ¡Por supuesto que estaba preocupada! — exclamó la chica, secándose las lágrimas de sus ojos.

Nice dejó de llorar, pero yo sequía abrazándola. Me gustaba estar así, en medio del pasillo, sentir su mejilla húmeda enterrada en mi pecho. Me congelé con esta intimidad irreal y completamente agradable, temeroso de moverme, para no asustar ese increíble sentimiento de ternura, que por primera vez sentía necesidad de un simple cariño, los abrazos sinceros y calor humano. Por primera vez sentía cariño y ganas de consolar a alguien. La atracción era tan fuerte, que sintió hasta dolor en el corazón...

Incapaz de soportarlo, levanté la barbilla de Nice con una mano y con la otra envolví su cintura con más fuerza y la apreté contra mí, como si ella pudiera escapar. Finalmente, sus labios tocaron los de ella y se fusionaron en un beso más tierno, que jamás había tenido.

 La dejé ir por un momento, para que el aire llenara mis pulmones nuevamente, en este instante el alma de Nice regresó a su cuerpo y la obligó a alejarse de mí.

— ¿Te gustaría tomar algo de té? —  preguntó.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.