No puedo odiarte.

Capítulo 22. George.

- Lo siento, no pude evitarlo. - dije con pesar, aunque no era lo que pensé exactamente.

Por primera vez en mi vida, estaba avergonzado después del sexo. Actué como un completo idiota. Nunca me había permitido ser tan egoísta y tan bruto con las mujeres. No podía entenderme a mí mismo, pero con esta "Gata" simplemente perdí la cabeza. Un deseo increíble me atrapó durante el día, toda la noche solo pensé en sexo con ella, por eso me convertí en un monstruo obsesionado tan pronto como llegué a su cuerpo. No encontré una explicación razonable a mi comportamiento con ella.

Parece, que en mi reinaba solo un sentimiento salvaje y primitivo, que crecía y ganaba la fuerza con cada segundo. ¡Eso era la pura verdad! Acabé el preludio poco después de empezar, porque en la cabeza, como un martillo golpeaba un pensamiento: “Si no poseo inmediatamente a este ángel pelirrojo, finalmente me volveré loco.”

Desde el baño llegaba el sonido del agua corriendo. "¿La lastimé?" - pasó por mi cabeza. Rodé sobre mi estómago. ¡Wow, era una virgen! ¡Una especie en peligro de extinción! Al menos yo nunca los tuve. No tenía idea de cómo comportarme en tal, por decirlo suavemente, situación no estándar. No me interesaban las vírgenes, o mejor dicho, no pensaba en ello, suponiendo que una chica adulta tenía todo el derecho a tener sexo con quien quisiera y cuando quisiera.

“¡Vaya, conseguí una virgen! ¡Me entregó su virginidad, pensando que soy un vagabundo y no un millonario! ¿Qué hago con ella hora?”— pensaba sin encontrar una solución a esta incomoda situación y que debería hacer, cuando ella saldrá del baño.

 Todas mis amantes eran chicas con experiencia y mi relación con ellas era simple negocio. Yo les daba placer material y ellas a mí regalaban placer carnal. Pero Nice era otra y yo con ella era otro. Segarla con el brillo de oro no podía.

“Probablemente, como hombre honesto, estoy obligado a casarme con ella.” — Me reí entre dientes. – “¡A pesar de todo lo hicimos genial! Personalmente, me gustó todo. Es cierto, que hubiera sido mejor sin sorpresas antes del acorde final, pero, aun así, bueno ... ¡Nice es magnífica!”

Se escuchó abrir la puerta del baño, la chica salió. Ya llevaba la bata. “¿Cuándo la cogió?” – me pregunte. Ella, sin hacer mucho ruido, sacó la caja con el colchón hinchable e intentó arrastrarla al pasillo.

— Ni siquiera lo pienses, — dije enojado.

Porque sería mucho más humillante para mí, si una amante mía se escaparía de mí ahora.

Ella se estremeció.

— ¿Qué?

— No pienses en acostarte en tu maldito colchón. Dormirás conmigo.

— ¿Cómo? – preguntó con el miedo.

— Si quieres, como hace veinte minutos, — sonreí, — o, justo a mi lado. Ven aquí. No te haré daño, si no me obligues a usar la fuerza. — Palmeé la cama a mi lado.

Me di cuenta de que estaba tan asustada por la repetición de mi embestida que rápidamente respondió:

— Está bien.

La pobre chica se sentó en el borde de la cama, tratando de no tocarme de ninguna manera e intentó de acostarse en bata.

- Tú misma me prohibiste dormir con la ropa. ¿Ahora quieres incumplir tus propias normas? - Me reí.

Se quitó la bata sin responder. Yo hasta silbé de sorpresa. Debajo de la bata la chica llevaba un divertido pijama con ositos amorosos.

— ¿Y es necesario? — Pregunté, tirando del pantalón de su pijama. — ¿No puedes prescindir de él?

— No, hoy no. — Nice negó obstinadamente con la cabeza y se deslizó bajo las mantas.

Se acostó en el borde de la cama y cerró los ojos.

-Lo siento, realmente no tenía la intención de que terminara así. - Me disculpé de nuevo y la abracé.

Nice se congeló. "¡Maldita sea! ¿He estado realmente tan malo?" - Pensé y la pregunté:

- ¿Tuviste mucho dolor? Perdóname, no me imaginaba, que fuiste virgen.

Nuevamente no hubo respuesta. Me apoyé en mi brazo y la miré a la cara. Cuál fue mi asombro, cuando me di cuenta de que estaba durmiendo. ¿Era una reacción tan paradójica al estrés?

Sonreí y la acosté más cómodamente en mi hombro.

— Duerme bien mi ángel pelirrojo.

Yo yacía con los ojos abiertos. El sueño no entraba en mi cabeza, porque estaba llena de pensamientos. Me sentí incomodo por extraños sentimientos en mi alma. Parecía, que hice algo atroz. Pero no entendía por qué. Nice se entregó a mí porque quiso. Yo la advertí, podría dejarme ir y nada de eso sucediera. A lo mejor, si me hubiera dicho antes que era virgen, yo ni la tocaría. ¡No era verdad! La deseaba como loco desde el momento, cuando la vi medio desnuda con esas bragas blancas. ¿¡Y la apuesta!?

Cincuenta mil dólares era una suma ridícula para mí, pero para Nice era mucho dinero.

“Resuelto. Cuando todo termine y gane la apuesta, porque solo me falta presentar Alex a Nice, le daré todas las ganancias. Como compensación por daño moral y físico,” — pensé y me pareció, que se trataba de una decisión maravillosa. De esta manera, tendría contentas a las dos partes. Como se dicen: “quería el oro y el moro”. Pero, por extraño que parezca, el sentimiento de culpa no desapareció. Acaricié la espalda en pijama con cuidado. En respuesta, ella se retorció con disgusto, se arrimó a mí más y puso su mano en mi pecho, justo en el lugar de corazón.

Por la mañana me desperté al amanecer. Tenía un día duro por delante y todavía tenía que ir a casa antes del trabajo para cambiarme la ropa y afeitarme. De puntillas, para no despertar a Nice, me deslicé de la cama y fui a la cocina.

 Puse la tetera en el fuego. Lástima que no había café en esta casa. Solía ​​​​empezar el día con una taza de café fuerte, que me permitía sentirme como una persona por la mañana. Miré en el refrigerador, pero no encontré nada que valiera la pena, excepto un bote de mermelada de fresa. "¡Maldita sea, ella ni siquiera tiene nada para comer! Tengo que pensar en algo." - suspiré.




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