No puedo odiarte.

Capítulo 24. George.

A pesar de que ordené encontrar alguna manera de compensar a Nice la primera experiencia sexual fallida, mi corazón todavía estaba inquieto. Ella no sabría que ese regalo sería de mí. Yo aún estaba pensando que todo se puede arreglar con dinero.

Verla por la mañana tan pequeña, tan dulce, tan inocente, con la cara y cuello rojos por culpa de mi barba, me estaba haciendo sentir muy mal. Quien iba a saber, que esa chica ingenua e inocente tocara el corazón de un frio y calculador millonario aburrido, quien solo por una diversión entro en su vida.

Pensando en Nice, recordé inmediatamente la apuesta. De hecho, ya la había ganado, pero, ¿valía la pena contarle esto a Alex? Me llevó solo una semana cumplir con las condiciones de la apuesta. Yo mismo no esperaba, que todo saliera tan fácil y rápido. Pero no lo hice por estúpido acuerdo con mi amigo, sino porque la deseaba con locura. Tampoco imaginaba, que sería para ella el primer hombre y que me iba a gustar tanto este juego y esta chica.

Vestido de indigente me sentía libre, nadie me acercaba, no pedía nada, no invitaba a nada, no molestaba ni con los favores, ni con las entrevistas, ni con las fotos de portadas, ni con consejos estúpidos. Estaba libre de esa parte pesada de mi vida actual.

“Nice, esa gota de agua cristalina, podría sobrevivir en mi mundo frio y cruel lleno de mentiras, de engaños, de trampas. Donde todos ocultan sus pensamientos y sentimientos.” – de repente pensé y de inmediato respondí a mí mismo, - “No. Nadie la aceptará y ella no aguantará la presión. Si sigo con ella, lastimaré más.” La respuesta era correcta. Pero, yo no era capaz de dejarla ahora. ¡Claro que no!

Sabía que ese día llegará, pero pensé, que no tenía prisa de dejarla, me quedaban tres semanas más de la fecha acordada con Alex. Mientras tanto, podría disfrutar de la vida con ella y de nuevas experiencias. Por alguna razón, estaba seguro de que me esperaban muchas impresiones agradables.

Una llamada del teléfono me sacó de mis pensamientos. Era Gordon Botin, el viejo amigo de mi padre, que desde hacía diez años vivía en Australia y ahora llegara para el cumpleaños de mi madre.

— Buenos días, Gordon, — respondí.

— Buenos días, George, — dijo el señor Boten, — yo mañana vuelvo a Australia y me gustaría verte antes de marchar.

— Muy bien, podríamos almorzar juntos, — ofrecí.

— De acuerdo, te mando la dirección del restaurante. Nos vemos a las dos de la tarde.

— Esta bien, — respondí.

Gordon Boten era un tiburón de los negocios, pero dejó la actividad de repente y se encerró en su rancho australiano, criando caballos. Lo que él me invitara a almorzar juntos, no era nada extraño. Era mi padrino y en los primeros años después de la muerte de mi padre, me ayudaba mucho con sus consejos.

Por eso yo estaba encantado de hablar con él a solas, quería pedir su opinión sobre el contrato con los coreanos.

—Sabes, de vez en cuando hay que tomar las decisiones, que van en contra de todos. Tienes que asumir los riesgos, solo cuando tu corazón lo pide, pero, si tienes dudas, mejor no meterte. Entonces, no es lo tuyo. – dijo Gordon. – Y demás, escuché, que Yan Kovalskiy está detrás de ellos.

— ¿Qué? ¿Yan Kovalskiy? –  no me lo pudo creer. — Kovalskiy es demasiado torpe. Aún vive en el siglo pasado. No entiendo, cómo puede ser tan rígido en nuestro tiempo. Sin flexibilidad. No se ofenda, Gordon, pero creo que es imposible, que él esté detrás de esta operación.

— Te di mi consejo, ahora es tu decisión, Yan es un zorro viejo y sabes perfectamente, que hará lo que sea para sacar de tu boca este trozo de pastel. — dijo Boten con indiferencia.

— Perdón, no quise ofenderte, pero los accionistas me presionan y quieren ese contrato. Me veo obligado a entrar, también pienso que, si no aprovecho ahora mis lazos, entonces no avancemos. — suspiré.

— Entonces, no necesitaba mi consejo, — sonrió el hombre y de repente preguntó. – ¿Sabes porque yo deje los negocios?

— ¿Te metiste en algo, que no era tuyo?

— Casi, pero no era lo principal. En realidad, me cansé de escuchar lo que tenía que hacer. – Dijo muy seriamente Gordon, — es muy agotador, vivir en este mundo. Ahora estoy mucho más feliz.

— ¿Y no tienes ganas de volver al ajo? – pregunté.

— No, yo tengo setenta y cuatro años y por fin hago lo que me da la gana. – sonrió de nuevo Boten. – Nunca temas perder, recuerda que más allá de los grandes negocios hay vida, y es la mejor.

— Gracias, Gordon, me ayudaste mucho, — dije, abrazando mi padrino. – Buen viaje.

Después de esta conversación, entendió, que, al contrario, de lo que decía mi madre, que era un hombre arruinado y acabado, Boten se veía feliz y sin remordimientos. Era libre, casi como yo de vagabundo.

Al volver a la oficina ordené preparar toda la documentación para el viaje a Seúl. La decisión estaba tomada. Iría a trabajar con coreanos, aunque no me gustaba dejar Nice sola durante toda la semana.

Me esperaba la reunión con empresarios y políticos coreanos, por eso mandé a buscar un traductor bueno. Remetí un Fax a la oficina de los representantes, hice un par de llamadas a la embajada y ordené a mi secretaria encontrar un hotel en el centro.

Hoy llegué a tiempo, para ducharme tranquilamente, afeitarme, vestirme y sobre todo pensar, qué hacer con Nice. No me gustaba la cara de la chica por la mañana, estaba decepcionada. Con las otras nunca tenía problemas, pero Nice era diferente, completamente distinta, era virgen. ¡Dios mío! ¿A dónde me metí?

 Quería hacer algo, para eliminar sus malos recuerdos de la noche pasada. Porque acepté y reconocí, que estuve un poco salvaje, pero ¿cómo no estarlo? Nice tan dulce, tan confiada, tan preciosa, tan tímida despertó en mí una bestia. Yo no recordaba, cuando por última vez tenía tantas ganas de una mujer.

Quería hacer algo especial, pero la maldita apuesta no me permitía usar mi cartera para complacerla. Tenía que inventar algo. Con la comida del restaurante donada ya no podía repetir, sería demasiado frecuente.  Por eso pedí ayuda a los profesionales y ellos cumplieron mi idea a la perfección. Por eso, cuando llegué a casa de Nice, tenía que poner cara de sorpresa, cuando ella me contó, que recibió una cantidad de dinero de una cadena de supermercados.




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