No puedo odiarte.

Capítulo 29. George.

Por la mañana, me desperté antes del amanecer. Por delante tenía un día difícil, primero tenía que llamar a Max y ordenarle, que encontrara a ese bastardo, luego tenía que presentar un informe sobre el viaje al consejo de los accionistas y por la tarde tenía que encontrarme con Alex, como le había prometido ayer.

 De puntillas, para no despertar a Nice, me colé en su cocina y puse la tetera en el fuego. Rebuscando en los armarios, para mi gran alegría, encontré unos sobres del café, aunque no era lo que solía tomar habitualmente, pero, aun así, era mucho mejor que el té. Puse las tasas para el café y estaba preparando las tostadas, cuando sentí sus manos en mi cintura.

— ¿Ya estás despierto? — dijo Nice y apoyó su cabeza en mi espalda.

— Sí. Es hora de irme a trabajar. — me giré y besé su mejilla roja por el sueño. ¡Que dulce y que bonita estaba ahora la chica!

— ¿Tan temprano?

— Sí, querida, hoy vamos a una nueva instalación, — respondí.

— Entonces espera, me olvidé ayer…, — dijo, y desapareció por la puerta.

Yo saqué las tostadas y las puse en el plato.

Nice regresó un minuto después con una chaqueta en las manos.

— Esto es para ti. ¡Pruébala!

Decir que me sorprendió era quedarse corto. Miré la chaqueta. Era como dos guisantes en una vaina similar a la que compré en Seúl, con la única diferencia de que esta tela era un poco más delgada y un poco más oscura. No tenía ni idea de cómo podía comprármela. ¿De dónde sacó esa cantidad de dinero? Después de todo, la dejé solo quinientos dólares, pero esta chaqueta costó diez veces más.

- ¿No te gusta? – preguntó ella, interpretando mal mi confusión.

Silenciosamente me la puse, subí la cremallera y abroché los botones en las mangas. La chaqueta se ajustaba perfectamente. De hecho, la consideré aún mejor, que la de "Hermes", pero era muy cara. ¿Como Nice, se arregló para comprarla? ¿Gastó su último dinero para comprarme un regalo? Chica rara.

Yo vivía con una firme convicción de que recibir regalos era una prerrogativa exclusiva de las mujeres. Ellas me daban amor y afecto y yo les regalaba algo más material: flores, ropa, joyas, dinero, por fin ... Estaba acostumbrado a esas relaciones normales, civilizadas. Hasta el día de hoy, ninguna de mis amantes había roto esa orden.

Mientras Nice observaba, como yo examinaba su regalo. Era imposible saber por mi rostro, si estaba satisfecho o no. Por eso ella no pudo resistir de preguntarme otra vez.

— ¿No te gusta? 

La miré con una mirada perpleja y desconcertada.

— Realmente, ¿Cómo?  No me gusta que gastes dinero en mí para nada. ¿Cuánto pagaste por esta chaqueta? Te devolveré su valor…  quería decir, cuando cobre el primer cheque de pago.

- Ya me habías dado ese dinero, cuando marchaste. ¿Recuerdas? – sonrió ella.

- Me quieres decir, que la compraste por quinientos dólares. No mientes. – exclamé enfadado, porque me pereció que ella me tomaba el pelo.

— No te miento. Nunca te mentí. - Nice, estaba lista para romper a llorar, seguramente, no esperaba para nada mi reacción así.

— Entonces, ¿De dónde la sacaste? — Pregunté confundido.

-Vi este modelo en Internet y pensé, que se acercaba el invierno y tu no tenías ropa de abrigo. Como tenía los vales del centro comercial, fui a la mercería y compré la tela para esta chaqueta. Me costó cuatrocientos dólares y también llegó para la fornitura. La cosí en estos días, cuando tú no estabas. Tenía muchas ganas de complacerte con este regalo.

— ¿Cómo que lo cosiste? – pregunté sin entender nada.

En mi mundo la ropa se hacía en los talleres de costuras de las grandes marcas, pero no en casa.

— Con hilos y agujas. Vale, también tengo una máquina de coser.

— ¿Quieres decir que hiciste esta chaqueta especialmente para mí? — yo ya no parecía desconcertado, sino conmocionado.

— Sí, — gruñó Nice. — Lo siento, no pensé que pudiera enojarte tanto.

— ¡Nice! — agarré a la ofendida chica en mis brazos y volteé por el pasillo. — No me enojaste, me golpeaste en el corazón. Ni siquiera podía imaginar que alguien fuera capaz de hacer algo así por mí. ¡Pues perdóname, soy un idiota ingrato! ¡Te prometo que llevaré esta chaqueta sin quitármela!

— No necesito tales sacrificios, — sonrió la chica satisfecha.

— ¿Qué sacrificios necesitas? ¡Estoy listo para cualquier cosa!

— En realidad, preferiría prescindir del sacrificio. ¿Entonces, te gusta la chaqueta?

— Altamente. Igual como tú. — dije y la besé.

Algo increíble estaba pasando en mi alma. Esta chica me sorprendía cada vez más y yo mismo no entendía lo que me estaba pasando. Sabía que ella me amaba, por lo que me regaló su inocencia, soportó mi comportamiento egoísta sin resentimiento y rechazo, ayer trató de protegerme de acciones precipitadas y no exigir retribución de su ofensor. Y hoy me dio un regalo. Por primera vez, mi amante me hizo un regalo, e incluso con sus propias manos.

"¡Ella es increíble, realmente me ama!" - Pensé mientras subía al auto. ¿Y yo? ¿La amaba? Todavía no sabía la respuesta a esta pregunta, porque no sabía qué era el amor en absoluto. Esto no fue aceptado en mi mundo. Incluso mis padres, que mantenían una relación muy tierna hasta los últimos días entre ellos, se casaron porque les beneficiaba. A mi padre necesitaba una "estrella" en el papel de su esposa para recibir invitados eminentes en la casa y presumir delante de sus parientes nobles. Mi mamá, después de la desafortunada lesión, tuvo que pensar en el futuro sin ballet. La propuesta de mi padre fue perfecta. Le prometió el título nobiliario, el dinero y la oportunidad de seguir brillando en el "escenario" de su casa. Nada personal, solo negocios.

Justo ayer, pensé de la misma manera, con la decisión de dejar a Nice y proponerle matrimonio a Albina, que sería una esposa estupenda para mi mundo. Ella era sofisticadamente guapa, tenía estudios y educación, su padre tenía mucho dinero y era uno de mis accionistas y la chica gustaba a mi madre. Una elección perfecta.  Pero hoy me di cuenta de que no podía separarme de Nice, al menos todavía. Traté de explicarme este cambio en mis planes por el hecho de que tenía que castigar al agresor de la chica e idear algún truco para ayudarla económicamente.




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