No puedo odiarte.

Capítulo 32. Nice.

Con el transcurso de la velada me relajé y dejé de preocuparme por cómo me veía, ni en la impresión que causaba. Resultaba, que en una compañía masculina podría sentirme tranquila y a gusto. ¿O era por Gor? En su presencia, todos mis complejos y miedos desaparecían y yo realmente disfruté de esta reunión, a pesar de que Alex tenía un aspecto bastante imponente.

Más cerca de la medianoche Alex decidió ir a casa.

– Nice, ¡Me alegro mucho de haber conocido a una chica tan encantadora como tú! Pero desafortunadamente tengo que irme. Tardaré mucho en llegar a casa y mañana temprano tengo que trabajar. ¿Y tú también estás cansada? Gor, ¿estás conmigo?

Gor me miró inquisitivamente, como pidiendo permiso.

- Gor se queda conmigo, - dije después de una breve pausa.

- Acompañaré a Alex a la parada del autobús y volveré para ayudarte. - dijo y poniendo su mano en el de su hombro de amigo lo guio fuera del apartamento.

Por supuesto, estaba cansada de preparar esta cena, pero decidí no perder el tiempo y comencé a recoger la mesa. Me paré en la ventana y miré a la alta figura, que se acercaba. Gor caminó muy lentamente. En algún momento, me pareció que él estaba pensando, si quería regresar o, no. La sensación fue tan intensa que me asusté.

Yo trataba no pensar, en lo que me pasaría, si un día Gor no vendría, y diligentemente alejaba de mí misma todas las terribles conjeturas de Eva. Sabía que Gor no recordaba su vida pasada y por alguna razón no tenía ningún interés en recordarla. Si al principio eso me preocupaba, con el tiempo me calmé y decidí, si él no quería recordar el pasado, entonces se sentía más cómodo con el presente. El verdadero presente que estaba conmigo.

Pero ahora de repente mi cabeza estaba mareada por el miedo pegajoso y un sabor metálico apareció en mi boca. Yo negué con la cabeza, ahuyentando pensamientos estúpidos. “Yo y él estamos bien. ¿De dónde vienen estos miedos infundados?” – convencí a mí misma.

En este momento Gor levantó la cabeza hacia arriba y me hizo un gesto con la mano. Yo le devolví el saludo. El miedo y el mareo desaparecieron. Porque aquí estaba mi hombre. Él va a mí. No ha ido a ninguna parte.

Gor ni siquiera tuvo que llamar, porque lo estaba esperando en el pasillo.

- Hola.

- Estás un poco pálida, - dijo él y paso su mano por mi mejilla. — ¿Cansada?

— Un poco. — froté mi mejilla contra su mano. — Tienes un muy buen amigo.

— ¿Sí? Él dijo más o menos lo mismo de ti. - dijo y me besó en la frente. - Vete a descansar, yo limpiaré la mesa.

-Ya está todo recogido. – respondí arrimándome a él. – Mejor bésame.

— Eres muy hermosa con este vestido y muy sexy, incluso, demasiado. En este sentido, tengo dos preguntas a la vez. ¿Por qué llevas pantalones todo el tiempo, si tienes un cuerpo tan asombroso? ¿Y por qué no te pones ropa de colores vivos, si te quedan muy bien? – preguntó y me levanto en sus brazos y me llevó a la cama. Empezó a besarme y acariciarme.

Yo sabía que me iban bien los colores vivos y los vestidos, pero no me atrevía llevarlos. No me atrevía a sobresalir entre la multitud y llamar la atención sobre mí misma. Los colores tenues eran una forma perfecta de mezclarme con el paisaje sin resaltar. No necesitaba miradas curiosas, que solo traían molestias. ¿Y los pantalones? Los pantalones eran cómodos y prácticos. Solo cuando Gor apareció en mi vida, de repente tomé una decisión y cosí este vestido, porque quise ser guapa y sexi para él.

Finalmente, Gor logró quitarme el vestido y lo arrojó con impaciencia a un rincón. ¿¡Quien entiende a los hombres después de eso!? Él acababa de cantar una oda a mi vestido e inmediatamente lo trató de manera tan irrespetuosa. Me sonreí.

 — Quiero amarte como nunca. - me susurró al oído.

Esta vez, la pasión entre nosotros no estalló como relámpago, sino ardió lentamente, atravesando los cuerpos con el fuego de un profundo deseo que no permitía prisa. Parecíamos estudiarnos de nuevo con los labios y las caricias. Atraídos, entrelazados, cada vez más cerca. Gor me puso en la cama, se tumbó a mi lado y puso sus manos detrás de mi cabeza. Con besos apretados obligó a separarse mis labios. Su mano cubrió mi pecho, apretándolo y acariciándolo. Me miró a los ojos.

- Nice, eres muy hermosa. Hoy apenas pude contenerme de mirarte. Quería enviar a Alex al infierno o matarlo.

No dije una palabra, no pude. Ahora, por las caricias de Gor y bajo su mirada oscura del deseo, me derretía como la mantequilla en el horno. Pasando sus dedos por su cabello oscuro, acaricié la parte posterior de su cabeza, puse mano en el cuello del hombre y pronuncié su nombre.

-Te quiero, Gor. Te amo más que mi vida.

- Nice, eres tan dulce, - susurró, enterrando su cara entre mis piernas. - Siempre supe que no había nada más dulce.

De tal caricia y sus palabras, mis mejillas ardían y la vergüenza florecía en ellas en un color descaradamente agradable. Pero no lo alejé. Hoy le permití todo y nuevas sensaciones nublaron mi mente...

Gor comprendió sin palabras, cuando tenía que avanzar. Entró sin soltar la mirada de mis ojos.

- Agárrame con las piernas, mi amor. Quiero estar más cerca.

Crucé las piernas sobre su espalda con las manos acariciando sus anchos hombros. Su cuerpo estaba caliente y su deseo me empujaba tan palpablemente, que todos los puntos sensibles se regocijaban...

Algo diferente sucedió esa noche, no como antes. Gor parecía querer hacer algo distinto con sus caricias, como pedirme perdón o simplemente decir adiós. Pero en ese momento no entendí eso, simplemente disfruté de su amor.

Por la mañana volvió a despertarse antes que yo. Me hizo café e incluso logró comprar croissants en nuestra panadería, lo que me sorprendió mucho. Pero aún más me sorprendieron sus palabras.

- Cariño, hoy no podré ir. Necesito averiguar algo sobre mí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.