No puedo odiarte.

Capítulo 38. Nice.

“Caminé sobre el delgado hielo del río. Era tan transparente que podía ver el agua negra hirviendo debajo de él y escuché cómo se agrietaba bajo mis pies. Tenía miedo, tenía miedo de que el hielo se rompe y yo caigo debajo, pero sabía, que tenía que llegar al otro lado.

- ¡Nice, no me dejes! Moriré sin ti. – Oí detrás la voz de Gor y me di la vuelta.

Corrió hacia mí, pero el hielo se rompió debajo de sus pies y Gor terminó en el agua.

- ¡Ayúdame, Nice! – gritó él.

Me detuve, sin saber qué hacer. Si me acercara, morería con él, pero no podía dejarlo y di un paso hacia Gor. "No hagas eso." - Escuché la voz de alguien y me congelé. "No lo hagas, sigue tu camino". - dijo la voz de nuevo. Miré a Gor, estaba luchando por salir del agua. Di un paso más hacia él, luego corrí para salvar a mi amado sin escuchar las advertencias. De repente Gor me agarró y me arrastró hasta el fondo. Intenté gritar, pero no pude, me ahogaba.”

- ¡Nice! - Escuché la voz de Eva.

Ella gritó tan fuerte que me desperté y levanté la cabeza de la mesa.

- No hagas eso. Cálmate… - Ella, pálida como la muerte, apartó las pastillas de mí con una mano temblorosa y me abrazó. - ¡Qué cabrón es! ¡Pomposo, mimado! ¡Maldito snob! Pero esa no es la razón para suicidarse. Podemos manejar todo. Serás más feliz sin él, y déjalo ir por el culo.

Para ser honesta, no entendí nada de lo que estaba diciendo, porque todavía estaba medio dormida.

- ¿Qué suicidio?

- ¡Pastillas! ¿Las tomaste? Entiendo que esto no es muy agradable de escuchar. Soy una tonta, ayer te dejé la grabadora. ¿Dónde estaba mi cabeza? - se lamentó mi amiga.

- Eso sí, ayer no tenías cabeza. ¿Cómo te emborrachaste tanto? - Sonreí. – ¿Sientes mal ahora?  ¿Tal vez mejor tomar un té con azúcar?

- No, sobreviviré. ¿Has estado tomando esas pastillas? – preguntó Eva nerviosa.

- Sí. - En ese momento me di cuenta lo que quería decir Eva, cogí las pastillas y le mostré la inscripción. - Esta es una valeriana simple. Tú misma ayer pediste comprar algo para calmarme.

- ¡Uf! ¡Cómo me asustaste! – respiró ella. - ¿Así que no escuchaste la grabación?

- Lo escuché y más de una vez. - Me levanté de la mesa y puse la tetera en la placa para calentar el agua.

— ¡Nice!

— ¿Qué Nice?

— Llorarías, o algo ...

— Yo ya lloré. ¿Qué té prefieres, negro o verde?

— Negro. ¿Qué vas a hacer? – preguntó Eva.

— Voy a seguir viviendo, — yo sonreí tristemente afirmando mi respuesta.

- ¿Solo vivir? ¿No quieres siquiera vengarte? - preguntó Eva.

- Sería muy divertido. Me gustaría responderle con lo mismo, mirar a sus ojos descarados y solo preguntar: ¿por qué? - respondí y añadí suspirando tristemente. - Pero no puedo hacerlo. Quién es él y quién soy yo.

Mi amiga se sentó en la mesa y me miró pensativa.

- Por supuesto, ni tú ni yo podemos competir con él, pero podrás mirarle a sus ojos desvergonzados, - dijo ella con confianza.

- ¿Cómo? Él no vendrá de nuevo. - objeté, sirviendo té a mi amiga.

- Si él no vendrá, entonces tú misma irás a él. ¿Dónde está tu invitación a la fiesta?

- ¿Para qué? No sé, probablemente en mi bolso. - Respondí. - Pero no iré allí.

Eve corrió al pasillo y regresó con un sobre negro.

- Esta es tu oportunidad de ver a Gor y decirle lo que piensas de él. – dijo ella. - Irás allí no como una pobre muchacha, a la que se puede engañar y burlarse de ella con impunidad, sino como una de las invitadas igual que él.

De repente me imaginé esta situación. Como sorprendido se va a encontrar Gor conmigo en un sitio, donde nunca pensó verme. Tenía muchas ganas de aprovechar esta oportunidad.

— Me gusta tu idea. Quiero ver al señor Celan en su hábitat natural. ¿Cuánto tiempo tengo? ¿Cinco días? – pregunté.

— No, cuatro. Es en la víspera de Navidad, el martes.

— Entonces, quedan cuatro días antes de la "inmersión total" a la inversa. Eva, necesito tu ayuda y dinero prestado.

— No es un problema. Mañana iré contigo a una tienda ...

— Mañana es domingo. Necesitaré el vestido de noche y zapatos.

— Está bien, incluso, podemos ir hoy. Llamaré a mamá y diré que no vamos a comer a casa. – respondió Eva y cogió su teléfono.

- No. – me la interrumpí. - No quiero defraudar a tu mamá. Podemos hacerlo todo en dos días, pero hoy vamos a comer con tus padres.

- ¿Cuándo? Primero debemos elegir un vestido, luego encontrar los zapatos y accesorios adecuados, después vamos a un salón de belleza. - comenzó a enumerar Eva.

- ¿Para qué voy a un salón de belleza? - pregunté.

- Hazme esta pregunta, cuando salgas de ahí, - respondió Eva agitando la mano. Terminó su té, dijo bruscamente. – Ya estoy mejor. No hay tiempo que perder, vístete. Unos logros grandes nos esperan. Serás una cenicienta en el baile.

Yo asentí con la cabeza, porque vi en los ojos de mi amiga ese fuego, que no se apagará fácilmente. También me sorprendió mi reacción. No sé, si era por las pastillas de valeriana que tomé, o por el entendimiento, que ya no tenía nada que perder, o por la última posibilidad de conseguir su amor, pero ahora sentí un entusiasmo increíble. Quería verlo, a pesar de lo que escuché anoche.

Cuatro días después yo y mi amiga salimos de su habitación, ya preparadas para ir a la fiesta.

— Nice, probablemente te recomendaría a nuestro fotógrafo como modelo. ¡¿Eres increíblemente bonita?! – Exclamó padre de Eva, recibiéndonos en el vestíbulo.

- Mejor recomienda a Eva. – sonreí mirando el reflejo de dos chicas guapas en un enorme espejo en la pared.

- Ella no quiere, dice que a una periodista su aspecto bonito solo trae unos problemas y no ventajas. – se rio señor Rodríguez.

Eva llevaba un vestido corto de color azul y de vez en cuando se alisaba con la mano el pelo con divertidas plumas, que pidió en el salón de belleza, que le pintan en azul también.




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