No puedo odiarte.

Capítulo 41. Nice.

"¡Más rápido! Debo esconderme rápidamente de todos, mientras haya fuerzas para contenerme", - pensé, alejándome de la insoportable pareja. Yo dije todo lo que quería decir y vi todo lo que quería ver. ¡No! ¡Por qué mentir! Yo nunca quise verlo con otra. Él era mi Gor. Solo para mí. Quizás, yo le perdonaría el engaño, podía entenderlo, pero escuchar, que él se casa con esa rubia, que lo agarraba del brazo, estaba más allá de mis fuerzas.

Cuando los vi juntos, tan sonrientes, tan felices y anunciando su boda el próximo verano, una bomba explotó dentro de mí. Simplemente dejé de sentir, ver y escuchar nada. Me desperté, cuando el padre de Eva me habló y me presentó a su amigo, Egor Kil. Recientemente, leí su nombre en la lista de donantes a una fundación benéfica, donde también aparecía Gor, o más bien George Celan.

Me decían algo, pero ni siquiera traté de profundizar en la conversación, porque lo único que me interesaba era decirle a Gor todo lo que pensaba sobre él. Finalmente, tuve esta oportunidad. Gor se quedó solo y fui hacia él. Fue divertido ver el shock total escrito en su rostro. Al menos logré sorprenderlo. Solo no llegó el alivio y la satisfacción de la conversación con este mentiroso. Al contrario, ahora estaba aún peor.

¡¿Cómo pudo?! Casi me presentó como su amante. ¡Dios! ¡Qué humillación! Por eso, ahora era insoportable para mi ocultar el dolor detrás de una máscara de diversión e ironía. Necesitaba encontrar al menos un sitio con apariencia de soledad. En fin y acabo yo era solo una mujer y necesitaba llorar mis penas.

Yo subí corriendo por las escaleras y llegué a la terraza, que, según yo entendí, ahora estaba convertida en un trastero para el mobiliario de verano. Todo estaba lleno de mesas, sillas, sillones y jarrones con plantas artificiales. Me fui al rincón más alejado, me senté en una silla vieja. “Aquí podría quedarme sola con mi dolor y resentimiento. Aquí nadie verá mis lágrimas.”- pensé, frotando mi muñeca roja, del agarre de Gor.

Yo no supe, cuánto tiempo estuve sentada en la tranquila terraza, llorando y secándome las lágrimas con el dobladillo de mi vestido. "Ahora debó levantarme e ir a casa, acostarme en la cama y olvidar, como una pesadilla, todo lo que pasó", - pensé, miré en el techo acristalado el brillante cielo estrellado y sollocé por última vez. - “Es poco probable, que me olvidaré de todo lo que pasó, pero por hoy ya no me quedan más lágrimas y mañana tengo que ir al trabajo.”

Estaba a punto de ir a la salida, cuando de repente vi a Fran besando apasionadamente a un hombre en la puerta. Por lo que vi, yo olvidé todas mis penas. No sabía qué hacer en esta situación. Tenía que salir, disculparme y marchar o, continuar sentada en mi refugio en silencio y esperar, cuando marchan ellos. Mientras yo decidía el paso correcto, las pasiones entre los hombres crecieron.

— Cariño, te extrañé tanto, que no pude soportarlo y vine, — dijo el hombre, devorando la boca del retratista.

— ¿Tuviste cuidado? Ya conoces a mi abuela, después del accidente de Geovanni, ella me puso bajo vigilancia, — respondió Fran con tristeza.

— No pasó nada, aquí hoy hay tantos invitados, que nadie me notó.

— Si la vieja se entera de que estoy de nuevo contigo, cumplirá su amenaza y me privará de mi herencia, — dijo el artista con dolor.

— Bueno, ¿por qué necesitas esta herencia? Tengo suficiente dinero, y tú no eres ningún pobre en absoluto, — el hombre estaba indignado.

— Luigi, no entiendes, el Palazzo de Altavilla es un nido familiar, debería permanecer en la familia, y no en alguna fundación caritativa. Me importa un comino el dinero, pero es la historia de mis antepasados, — exclamó Fran. – Nadie podría imaginar que mi hermano cogería aquel coche.

— Lo siento por tu hermano. ¿Pero tú ahora por unas piedras históricas, quieres rechazar mi amor y casarse con una mujer? ¡Franky, no te entiendo! – dijo el hombre con irritación.

— No, no puedo vivir sin ti, mi amor, pero creo, que se nos ocurrirá algo, aún tengo tiempo. — La voz de Fran sonó con tal dolor, que a mí me recordó el mío. Tampoco tenía idea de cómo vivir sin mi amado Gor, pero a mí ya no ocurrirá nada. Ya estaba todo claro. Él se casará con esa rubia.

En ese momento, mi teléfono sonó en mi pequeño bolso. Era Eva. Yo rápidamente apagué el teléfono, pero era tarde. Los hombres lo escucharon y se volvieron hacia mí.

— ¡Berenice! – exclamó Fran.

Estaba lista para hundirme en el suelo de vergüenza, porque parecía, que les estaba espiando.

— ¿Qué estás haciendo aquí? — preguntó el artista.

— Lo siento, Fran, no quería molestarles, solo necesitaba estar sola, – balbuceé.

— ¿Por qué tienes estos ojos preciosos tan rojos? ¿Lloraste? ¿Alguien te ha ofendido?

— Si, lloré, porque soy una tonta, — respondí y las lágrimas brotaron de mis ojos nuevamente, aunque parecía, que no quedaba ni una gota más.

— Berenice, ¿quién te dijo eso? No eres ninguna tonta en absoluto. Tu eres capaz ver lo que otros no ven y eres muy valiente, porque encontraste el valor de decirme la verdad.

— No, estás equivocado, yo no veo nada. ¡Soy una tonta ciega y confiada! Eva me advertía, pero yo no quise escucharla, - sollocé.

— Puedes explicar, ¿qué te pasó?

No sé por qué, pero me sentí la necesidad de hablar de todo con alguien desconocido. Evidentemente no mencioné los nombres, solo los hechos.

— Quiero irme a casa. ¿Puedes ayudarme a salir de aquí sin que me vean? – pedí al final.

— Te ayudaré salir de aquí incógnita, si quieres, — dijo otro hombre, que permanecía en silencio todo el tiempo.

— Lo siento, Berenice, no te presenté a mí ... — titubeó un poco Fran y luego dijo con firmeza, — mi amado hombre, el amor de mi vida, Luigi.

El hombre miró a su amigo con ternura y gratitud. Me pareció, que era como una declaración pública de amor. Era lo que yo deseaba de Gor. Que él entre todos los invitados, me confesara su amor y no a esa rubia. Pero, ¿Qué esperaba? incluso en los momentos más íntimos nunca me dijo que me amaba. Sí, me llamaba su niña preciosa, su cariño dulce, su deseada mujer, pero nunca amada, el amor de su vida. ¡Qué ciega estaba! Yo nunca era para él, lo que él fue para mí. ¡Mi vida!




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