No puedo odiarte.

Capítulo 42. George.

Lo único que quería ahora, era simplemente salir corriendo a la calle, alejarme de Albina y sus padres e inhalar el aire helado para refrescarme la cabeza y encontrar una solución para devolver a Nice y no perder mi posesión en la empresa. Ya estaba en el vestíbulo, cuando Alex me alcanzó.

- George, no hagas estupideces, - gritó. - Vuelve a la fiesta. Yo mismo calmaré a Albina.

- No puedo, no puedo verlos a todos, - gruñí.

- Te entiendo, pero trata de pensar con serenidad, - intentó de detenerme.

- Por eso quiero irme de aquí y respirar libremente, - lo interrumpí y, empujando a mi amigo, me dirigí a la salida.

Ignorando el viento frío, salí sin mi abrigo, porque no quería quedarme en este edificio ni por un segundo. Levanté la cabeza para encontrarme con los pequeños copos de nieve que se arremolinaban a la luz de las farolas. Me quedé un rato parado en la entrada, respirando hondo, ignorando por completo el frío, y comencé a caminar lentamente, exponiendo mi rostro a las ráfagas de viento helado. Caminé y pensé: "¿Qué estoy haciendo ahora? ¿A dónde voy? ¿A Nice? Pero ella no podrá entenderme y yo no podré explicarle lo que me está pasando. Y aunque le cuente todo, ella no entenderá, ya que yo mismo no puedo entenderme a mí mismo".

Cuando casi llegué a mi auto en el estacionamiento, Alex bloqueó mi camino, tendiéndome el abrigo.

- Está bien, si no quieres volver, no lo hagas. Dije a los Storn, que tu madre te llamó y te pidió que vinieras urgentemente. – dijo mi primo. - Simplemente no vayas a Nice ahora. En primer lugar, quizás todavía no ha salido, porque nadie la ha visto en el guardarropa. En segundo lugar, ella necesita calmarse, al igual que a ti.

- Bueno, creo que tienes razón y no vamos a tener una conversación tranquila ahora. - Estuve de acuerdo.

- Claro, mejor vamos ahora a mi casa. - sugirió Alex. - Se ha abierto un maravilloso bar deportivo en la parte inferior de nuestro complejo residencial. Sentémonos, bebamos algo y veamos un campeonato...

- Estoy de acuerdo, vamos. - Respondí sin dudarlo y abrí la puerta del auto. - Entra.

Después de dos horas yo y Alex seguíamos sentados en la barra de ese bar, vertiendo el alcohol encima de mi dolor, o más bien encima de nuestra conciencia.

— No, Alex, claro, ella me excita un montón, solo mirarla me emociono, pero no estoy con Nice solo por el sexo. Ella es especial, tan limpia, tan sincera, tan franca, — dije con voz apagada, — y eso me hace sentir aún peor. Ella se merece algo mejor que yo, pero ella, es lo mejor que me ha pasado, si sabes a lo que me refiero.

Alex gruñó vagamente y vertió más tequila en su chupito.

— Pero el hecho, de que empujaste a Albina frente a todos es muy malo. Te pedí que fueras extremadamente cortés con ella, especialmente en público, — dijo mi amigo.

— A veces me parece, que ella es mi todo, me da miedo imaginarme, que no estará allí. — proseguí, sin darme cuenta de lo que estaba hablando Alex, — Yo como un idiota le mentí, pero no puedes hacer eso con ella, es una chica demasiado pura. Simplemente no debería haberme metido en su vida, si pudiera rebobinarlo todo, ni siquiera me acercaría a ella en aquel día, que aun ni recuerdo. Pero como todo sucedió, soy responsable de ello. Decidido, Alex, me casaré con ella, le propondré matrimonio, y lo haré hoy, para que luego no haya lugar para retirarse.

— Vamos primo, — la risa de Alex pareció abofetear mis mejillas, — “Eres responsable para siempre de lo que has domesticado.” ¡Eso era en el siglo pasado! Ella para ti es, como se llaman, maleta sin asa, es incómodo de llevar, pero es una pena tirarla.

- ¿¡Como te atreves a llamarla así!? – exclamé enfadado.

 - Me atrevo, porque te quiero y no te permito hacer una estupidez. – dijo Alex seriamente. - Si realmente no la amas, por eso no es necesario, que la atormentes ni a ella, ni a ti mismo.

- ¿¡Como!?

- Te jodió verla hoy en esta celebración tan guapa y tan atractiva, pero antes te vi bien decidido, cuando anunciabas la boda con Albina.

- Si, yo no esperaba verla allí, pero lo que de Albina… Tú mismo me dijiste, que tengo que fingir que estaba enamorado de ella, para salvar mi puesto en la empresa. – dije enojado.

- Okey. Puedes responderte a ti mismo a una pregunta. ¿Amas a Nice lo suficiente, como para exponer tu negocio a riesgos y enfrentarte a toda la sociedad, incluida tu madre?

Yo pensé, pero no dije nada. Alex tenía razón. A pesar de la pasión animal combinada con una ternura inconcebible y ondulante, que provocaba en mí un deseo de esconderla de todos, para que nadie le hará daño, de controlar cada respiración suya, cada movimiento, todo esto no era amor, sino una obsesión.

Tenía miedo de esos sentimientos. Desde la muerte de mi padre, cuando yo estuve obligado de coger el timón del negocio familiar, yo aprendí bien, que un hombre debía ser responsable de sus acciones y tomar decisiones, guiado por una mente fría. Mamá seguía repitiendo todo el tiempo, que en un hombre no debe ordenar el órgano, donde toda la sangre corre en determinados momentos.

— No sé, si es el amor o, enfermedad. Pero no puedo dejar a Nice, es como una droga, me destroza el dolor, si no la veo. — respondí con sinceridad.

— Bueno, te casarás con ella, perderás la presidencia de la empresa, aislaras de todos amigos y familiares, porque, te aseguro, que nadie la aceptará, aunque hoy estuvo esplendida. ¿qué tipo de familia será? ¿Qué vas a hacer sin tu trabajo? ¿Serás feliz? ¿Podrás hacerla feliz?

No dije nada, porque de nuevo Alex tenía razón. Si con la ausencia en la sociedad aún podría sobrevivir, pero no imaginaba mi vida sin mi trabajo, sin mi empresa.

— Ah, no respondas, porque sabes perfectamente, que necesitas una esposa no solo para la cama. Déjala ir, — insistió Alex. - La vida en la que vivimos simplemente la mataría. Sí, estuvo genial en esa fiesta de aniversario, pero ni siquiera sabe de qué hablar con las damas, con las esposas de tus socios. Ella no conoce nuestra vida. Ella no podrá ser una compañera digna para ti.




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