No puedo odiarte.

Capítulo 47. Nice.

La tarde del mismo día, Fran Reveré vino por mí. Eva mientras tanto fue a mi casa, para traerme mis cosas. Ella realmente estaba muy preocupada que lo del metro no era un simple accidente y yo tenía miedo pensar que detrás de todo esto estaba Gor.

 Fran se despidió de la madre de mi amiga, prometiéndole venir a la comida del próximo sábado y, gracias a Dios, no dijo nada de lo que le pidió Eva.  Encendió el motor, su coche arrancó con un rugido y voló. Tenía que agarrarme al cinturón de seguridad. Parece que el gran artista no conocía la conducción prudente.

- Fran, por favor, puedes ir un poco más despacio. Para mi ya llegaron los sustos para hoy. – supliqué, porque no quería confiar mi vida a un kamikaze.

- Perdón, - dijo y bajo la velocidad. – ¿Me contarás que te pasó?

- Si, pero no hoy. Perdóname, pero estoy muy cansada y no me encuentro bien, - esquivé la pregunta tan incomoda.

- Por supuesto. Ya sabes mi casa ahora será la tuya. No te molestaré con las preguntas, hasta que tu misma decides contarme. – sonrió él.

Por fin llegamos a su casa, que no era muy grande, como esperaba de un habitáculo para un pintor famoso. Tenía solo dos plantas con tres ventanas en cada piso y estaba cubierta de jardín nevado. Fran condujo a un garaje colindante, me ayudó salir del coche y me acompañó por las escaleras estrechas a una habitación en la primera planta.

— Aquí es donde vivirás. ¿Te gusta?

Miré a mi alrededor. La habitación era pequeña, acorde con la casa, pero muy acogedora, con acceso a un amplio baño con bañera. La cama estaba cubierta con una alegre colcha a cuadros. Las cortinas en la ventana también eran a cuadros. Tenía los muebles de pino sencillos pero cómodos y funcionales: una cómoda, un armario, una mesa de café y un sillón. En el suelo había una alfombra mullida. En la pared estaba colgado un cuadro de pintura pastoral. Lo miré de cerca y vi, que llevaba la firma del dueño de la casa.

“Sería mejor, si pintara paisajes”, — un pensamiento extraño, que no venía al tema, pasó por mi cabeza.

— ¿Te gusta? — Fran repitió su pregunta, pero ahora no se refería a la habitación, sino al cuadro.

 — Sí, me gusta mucho. – respondí honestamente.

— A mí también, — por alguna razón, el pintor suspiró con tristeza. — Lo admito, empecé como paisajista, pero hoy en día no se gana mucho con los paisajes, por eso pinto retratos. Hay que vivir de algo.

Yo asentí con la cabeza en comprensión, porque mucha gente se dedicaba al trabajo, que no les gustaba y no daba la satisfacción, pero llenaba el bolcillo de las pelas.

— Ahora, de vez en cuando, pinto para mi alma. Vamos, te enseñaré mi casa y luego, cuando vendrá Eva, cenaremos.

Nosotros salimos del cuarto.

-Aquí está la biblioteca, por así decirlo. Aunque podría llamarse almacén de mi pasado. – dijo Fran, abriendo una puerta al frente de mi nueva vivienda.

Delante de mis ojos apareció una estancia muy bonita con los muebles antiguos, estanterías con libros y paredes con cuadros de paisajes bonitos. Ahora entendí, porque Fran la llamara almacén de su pasado. Aquí estaban sus mejores trabajos, para mi gusto.

- ¿Por qué no los expones? – pregunté por casualidad.

- Porque Fran Reveré es retratista, no paisajista, - sonrió él con tristeza. – Vamos te enseñe mi taller. Está arriba.

La planta superior de la casa también tenía dos habitaciones, una de ellas era su taller de pintura y otra era su dormitorio.  El taller resultó ser un gran salón, bañado por la luz rosada del atardecer. Gracias a las enormes ventanas, casi de pared a pared, la luz natural era perfecta.

— Esto es el lugar santísimo de mi casa. — Fran miró a su alrededor con orgullo. — ¿Quieres echar un vistazo más de cerca?

Yo crucé obedientemente el umbral del taller. No esperaba ver nada nuevo, pero me sorprendí gratamente. Entre las pinturas pretenciosas en costosos marcos dorados, claramente hechas por encargo, había otras completamente diferentes.

Me detuve ante un retrato de una linda niña, jugando con las olas. Parecía animada y muy complacida. El mar, de un color increíblemente bello, parecía envolverla. El cuadro fue pintado con trazos apresurados y descuidados, pero de alguna manera parecía mucho más atractivo, que los elegantes y cuidadosamente hechas pinturas.

— Es una niña del barrio en Capri. El verano pasado me dio el capricho de pintar su retrato. — Fran parecía confundido. — Lo sé, este no es mi trabajo más exitoso ...

— Pero me gusta mucho. —  dije y pasé la yema del dedo por la arena amarilla a los pies de la niña. — Parece tan real.

— ¿En serio? — Preguntó con una mezcla de esperanza e incredulidad el pintor.

— Por supuesto, no soy una crítica de arte y veo tus pinturas desde la perspectiva de una persona común, pero si me ofrecieran elegir, elegiría esta.

Fran se mordió el labio inferior pensativamente.

— ¿Entonces no te importará si pinto tu retrato de una manera tan ... frívola?

— Claro, que no. Me alegraré mucho.

— ¡Entonces, está arreglado! ¡Empezaremos mañana! Ahora vamos a bajar al comedor y esperemos Eva allá. Debe de llegar pronto. Mi ayudante, Pasquale, cocina espaguetis increíblemente bien y hace unos aperitivos espectaculares. – Se alegró Reveré y me acompañó abajo a una sala grande con la mesa de comedor.

Cuando Páscuale nos sirvió aperitivos, por fin decidí preguntarle a Fran por Luigi.

— Lo entendiste bien, soy gay, — dijo Fran con calma. — Lu y yo nos amamos, pero mi familia está en contra. Más bien, ella no acepta mi forma de vivir y amar. Mi abuela, es la marquesa de Altavilla, la “patrona de la isla”. Antes no me importaba mucho su incomprensión, yo marché de casa y me apañaba solo. Pero el verano pasado mi hermano falleció en un accidente de coche.

- Lo siento.

- No pasa nada. Nunca nos llevamos muy bien. Aunque su muerte me cambió la vida drásticamente. Ahora soy el único heredero de mi abuela, el último Altavilla y mi abuela quiere tener descendencia. – suspiro Fran. - Por eso, quiere casarme con la novia de mi hermano a toda costa, para continuar con la familia Altavilla. Pero no puedo, para mí es simplemente insoportable. Por lo tanto, Luigi y yo debemos ocultar nuestra relación. Por ahora vivo en un país extranjero, lejos de ella y no sé qué hacer a continuación.




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