No puedo odiarte.

Capítulo 48. Nice.

¡Dios, qué mal me sentía! Toda la deliciosa cena preparada por Pasquale salió volando de mí con una velocidad increíble. Solo entonces se me calmaron un poco los retortijones en el estómago, me lavé la cara con agua fría y me senté en el borde de la bañera, porque aún no podía volver al comedor. "¿Es varicela otra vez? No, es imposible. Son los nervios, solo necesito calmarme". - Pensé y escuché un golpe en la puerta del baño.

-Nice, ¿cómo estás? ¿Estás bien? - Se escuchó la voz de Eva.

- Estoy bien. - Respondí mientras abría la puerta. – Tuve un problema con el estómago, vomité toda la cena, pero ahora estoy mejor.

- ¿Y desde cuándo tienes nauseas? - preguntó mi amiga.

- No, solo hoy. - Respondí. – Aunque unos días que ya no me siento muy bien. Creo que es por los nervios. Se me han caído encima demasiadas cosas desagradables.

- Sí, lo que te pasó a cualquiera le provocaría un ataque de nervios. - asintió Eva, pero después de pensar un poco preguntó, - ¿Y cuándo tuviste tu última regla?

— No lo recuerdo, hace un mes o, mes y medio, — respondí.

— ¿Tú estabas con Gor sin protección? — preguntó Eva.

- ¿En qué sentido? – no entendí a donde quería llevarme mi amiga.

- ¡Por Dios, Nice! ¿Él usaba preservativo, cuando tuvisteis sexo? – exclamó ella.

Ahora yo recordé, que la primera vez cuando tuve intimidad con Gor, él me preguntó si tomaba las pastillas y yo le respondí que sí, pensando en las de la varicela. En aquel momento yo no entendía muy bien todo lo que pasaba entre nosotros.

— Está bien, ese idiota parece, siempre tenía mal la cabeza y no se preocupaba de nada, pero tú, Nice, te consideraba una persona inteligente, ¿cómo no pensaste en las consecuencias? ¡Puedes estar embarazada!

— Sí, es verdad, no pensé en nada con él, — yo estallé en lágrimas, — ¿qué voy a hacer ahora?

— ¡Espera, para el pánico! Primero necesitas hacer las pruebas, a lo mejor no tienes nada, y tu estado es solo de nervios, — trató de calmarme Eva.

— No, ahora estoy segura de que estoy embarazada, — sollocé. – Lo siento.

—Tranquilízate, hay que saberlo con seguridad. Mañana te llevaré al ginecólogo mío y haces los analices. – dijo ella abrazandome. – Ahora vamos a tu cuarto, tienes que descansar. Explicaré a Fran que te sentó mal la cena.

Nosotras salimos del baño y subimos a mi habitación. Eva me ayudó acostarme y dijo:

-Trata de no pensar en Gor y tu posible embarazo. Solo duerme. Mañana pensaremos que hacer.

Ella marchó, pero yo no pude cumplir con su concejo y dejar de pensar. En mi cabeza enredaban todo tipo de pensamientos terribles. A pesar de las exhortaciones de mi amiga, que mi mala salud puede haber sido el resultado del miedo experimentado esta mañana, pero ahora yo estaba segura de que el hijo de Gor era la causa de mis náuseas.

Al darme cuenta de esto me invadió un pánico y el miedo animal. ¿Qué me hará, si se entera de que estoy embarazada? Si tenía tanto miedo de que pudiera revelar sus juegos sucios, entonces el niño no solo podría estropear su relación con su novia, sino que Gor lo vería como un peligro, como un argumento para el chantaje. ¿Qué tenía que hacer?

Supuse que sería difícil para mí esconderme de Gor, pero hacerlo con un bebé parecía completamente imposible. No tenía trabajo, por su culpa renuncié a dos trabajos, no tenía dinero, no tenía dónde vivir, porque tenía miedo de volver a mi apartamento. Toda mi vida se puso patas arriba por el amor a un sinvergüenza. Y ahora su hijo vivía en mí, lo que me hacía sufrir y tener aún más miedo. De alguna manera, por sí mismo, mi amor por Gor se convirtió en el odio terrible. Maldije el día que lo conocí de camino a casa y me regañé por ceder a la debilidad, enamorarme de él y no escuchar los consejos de Eva.

Horribles y violentas pesadillas me persiguieron casi toda la noche. De nuevo vi salir el tren del túnel, corrí, me caí, me levanté una y otra vez, seguía corriendo hacia lo desconocido, porque detrás escuchaba la voz de Gor, que me pedía que me detuviera y volviera con él. Me aseguraba que moriría sin mí, pero esta vez no le creí, mi corazón estaba en silencio. Sabía que este tren en el túnel era él y me aplastaría, me arrollaría y me mataría.

 Por la mañana me desperté con la plena confianza de que no quería tener un hijo de Gor, porque simplemente no podía amarlo, porque odiaba a su padre hasta lo más profundo de mi alma y le tenía mucho miedo. Por lo tanto, cuando llegó Eva, yo ya estaba lista para ir al ginecólogo y estaba decidida a abortar.

- No te apresures, amiga. Este niño no tiene la culpa de que su padre resulte ser un cabrón, también es tuyo. - trató de llamar a mi mente Eva, cuando escucho mi decisión. – Tu abuela eso no aprobaría.

- No, no aprobaría, pero yo no puedo tenerlo. En primer lugar, no tengo dinero, ni trabajo, ni vivienda, - respondí.

- No es un problema en absoluto. Siempre te ayudaré, - me interrumpió mi amiga.

- Tengo miedo de no poder ser buena madre para mi hijo, porque odio a su padre.

- No sabes a ciencia cierta, que madre serás. Olvídate de Gor. Sera simplemente tu hijo. Solo tuyo y de nadie más. – dijo Eva, tratando de convencerme.

- ¿Qué pasará, si se entera del niño? – pregunté directamente y empecé a llorar.

— ¿Cual niño? — Preguntó Fran, saliendo para recibirnos.

— Mío, — sollocé de nuevo.

— No entiendo, — dijo el pintor, mirando a Eva.

— Bueno, ¿qué es lo que no entiendes?  Nice está embarazada de Celan. — Explicó ella.

— ¡Pero es maravilloso! — exclamó el artista. — Te pintaré de Virgen.

— ¿¡Qué Virgen!? Fran, ¡no sé qué hacer y cómo vivir, si se entera del embarazo! — grité, completamente histérica.

— Nice, cásate conmigo, puedo protegerte y a tu hijo, — dijo Fran con calma. — Créeme, será una buena salida para todos nosotros.




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