No puedo odiarte.

Capítulo 53. Berenice.

Durante primer año, que empezamos a vivir con la abuela de Fran bajo el mismo techo, a pesar de las declaraciones poco halagadoras de su nieto, me enamoré de la vieja marquesa. Era una mujer increíblemente inteligente, segura y fuerte. Sabía perfectamente lo que tenía que hacer en cada momento, nunca tuvo miedo o pánico. Yo la admiraba y en cierto punto me recordaba a mi amiga, era igual de echada por adelante, pero con la experiencia de los años vividos y posición que tenía. Yo tenía muchas ganas de ser como ella, escuchaba todos sus consejos y finalmente lo conseguí.

Un día me descubrí que Annabelle estaba enferma, a lo mejor por eso me aceptó como la mujer de su nieto. Su enfermedad era muy grave y el ultimó año le causaba muchas molestias. Yo estaba muy preocupada por ella, al principio, traté de persuadir a Annabelle para que fuera al hospital, pero ella se negó.

– No me queda mucho tiempo, siento que llegó mi hora, así que quiero pasar los últimos días en casa, entre estos muros, y no en una fría habitación del hospital. Por tanto, no insistas, mejor tráeme a mi bisnieta.

No estaba claro por qué, pero Annabelle se encariñó mucho con mi hija, que nació siete meses después de mi llegada a la isla en la clínica más cara de Nápoles. La bautizamos como Sofia Erika Reveré Della Altavilla, pero para todos era simple Erika.

– Estos son los genes de la pelirroja Erika, nadie podrá dudar, que es una Altavilla, – exclamó Annabelle, cogiendo la niña en sus brazos. – Gracias, querida Berenice. Por fin tengo la heredera.

Al principio yo no entendí qué tenía que ver mi hija con esa Erika y la herencia de Fran, aunque de aquella no me hacía la pregunta. Luego en la galería de la casa en los retratos de las damas de la familia Altavilla, noté que casi todas las mujeres tenían el pelo rojo, igual como el mío y el de mi hija. Eso era otra causa porque Annabelle me hubiera aceptado en la familia.

La vieja marquesa me explicó luego, que entendió perfectamente, que no conseguirá de Fran herederos de sangre y yo ya estaba embarazada y tenía pelo de color necesario. Para que la gente no hablase mucho, rezaba para que el bebé sería una niña pelirroja.

 Desde luego, era un milagro, que la pequeña Erika de una manera asombrosa se parecía a mí, solo que sus ojos eran azules como los de su padre. Para ser honesta, este parecido era especialmente agradable para mí, porque de lo contrario, amar a la niña, si tuviera más parecido con la persona a quien yo odiaba, sería más difícil.

Un día en que Annabelle estuvo muy enferma, llamó al notario y al cardenal di Almonte a su habitación y luego nos pidió a Fran y a mí venir a verla.

– Todo mi patrimonio inmobiliario lo dejo a mi nieto Francesco, con la condición, que después de su muerte, todo será de Erika. Tú, Berenice, podrás disfrutar del Palazzo tanto como quieres. Es tu casa. También serás la propietaria de nuestras empresas. Desde el día de hoy son tuyas. Tú las dirigirás mejor que Fran, pero vas a pagarle un diez por ciento del beneficio, para que no venda el Palazzo. – dijo la vieja con dificultad.

-Abuela, ¿Cómo puedes pensar eso? – exclamó Fran indignado.

Yo también estaba sorprendida por estas declaraciones.

– No, Annabelle, solo Fran tiene derecho a ser tu heredero, – dije, cogiendo su delgado mano, – Yo te estoy muy agradecida, ya que me acogiste en tu casa, pero poner a mi hija como heredera y regalarme las empresas es muy injusto para Fran.

– No, no me entendiste. Estaba indignado, porque abuela piensa que soy capaz de vender nuestro Palazzo. ¡Que poco me conoces, abuela! Pero con tu decisión estoy más que de acuerdo. Será mejor así, – respondió Reveré. – Erika es Altavilla, es mi hija y heredera. Todos la aceptaron.

– Por eso decidí dejar todo a ti con esta condición, porque tú no podrás tener hijos, tu heredera será nuestra Erika. – suspiró la vieja.

– No, ahora hay muchas posibilidades de tener un hijo para gente como él, – intenté contradecir suavemente.

– Sí, pero tu hija es pelirroja, es como una marca para nuestra familia. – Annabelle dijo con calma.  – Nadie duda, que es hija de Fran, a pesar de sus raras inclinaciones amorosas. Esto es Italia, aquí las tradiciones y las creencias son completamente diferentes. Los lazos de sangre son mucho más fuertes, pertenecer a un apellido no es un destino, es una elección, y tú lo hiciste, casándote con Fran.

– Tampoco puedo aceptar las empresas, podría seguir siendo la gerente, pero no propietaria. – objeté por lo último.

-No, Nice, no me hagas esto. – suplicó Fran. – Yo no quiero saber nada ni de hoteles, ni de inversiones. Soy un artista y gracias a ti empecé a sentirme libre.

Todo en mi cabeza estaba confuso y desde luego nunca esperé eso. Todo me parecía como un truco con una cámara oculta. Yo todavía estaba esperando que alguien saltara desde la esquina, gritando alegremente: "¡Sorpresa! ¡Sonríe! ¡Esto es una broma!"

Cuando me casé con Fran, firmamos un contrato, donde estaba escrito, que el Palazzo, los terrenos y las empresas familiares iban a pertenecer a él después de la muerte de la marquesa y nuestro divorcio. Yo esperaba recibir simplemente un millón de dólares. Pero ahora, con este cambio en el testamento, me convertiría en propietaria de una empresa de miles de millones.

Yo de nuevo intenté impedir, que Annabelle firmara el nuevo testamento, pero la vieja estaba muy decidida y Fran, para mi sorpresa, estaba de acuerdo con su abuela.

La vieja marquesa falleció una semana después de esta conversación, entonces Fran me dijo:

– Para mí es muy importante, que esta casa esté en buenas manos. Te conozco Nice y confío en ti. Annabelle nunca fue tonta y su decisión también fue muy inteligente. Te vio capaz de manejar el patrimonio de nuestra familia. Erika, aunque no tiene sangre mía, es Altavilla para todos. Tu eres muy honesta y buena, la educarás correctamente, para ser la digna heredera del apellido, que le di.




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