No puedo odiarte.

Capítulo 55. George.

El sudor cubría mis ojos. La adrenalina corría salvajemente por las venas, calentando la sangre. Los músculos se contraían agradablemente por un esfuerzo intenso. La respiración frecuente se escapaba a través de los dientes apretados. Había un zumbido en su cabeza, que quitaba cualquier pensamiento ajeno a este momento.

Ahora este era mi mundo. Mi pasión y salvación. Durante el entrenamiento, sentía una conexión inexplicable con su cuerpo. Eran los mejores momentos, cuando yo era capaz de tomar las decisiones por mí mismo, sin preguntar a nadie una aprobación.

Todo el mundo sabía, que cuando yo estaba en el gimnasio, no podía molestarme. Y casi todos seguían esta regla estrictamente. Me acerqué a la mesa y bebí el agua ansiosamente de la botella. Después de vaciarla por la mitad, me quité la camisa y eché el resto del agua por la cabeza. De repente sonó mi teléfono. Era mi mujer, Albina.

– Cariño, no te olvides de la fiesta de cumpleaños de tu madre.

– Cuantas veces tengo que decirte, que no me interrumpas, cuando estoy entrenando, – contesté y corté la llamada.

 Me puse los auriculares, elegí la primera pista que encontré, la puse a la máxima potencia y me dirigió de nuevo al saco de boxeo colgante. Incluso el sonido del rock en mis oídos no podía superar la voz asquerosamente dulce de mi esposa en mi cabeza. La concentración ya estaba perdida y era inútil seguir entrenando. Albina volvió a salirse con la suya, de nuevo, mi no amada esposa decidió molestarme.

Ella últimamente me hizo la vida imposible. Desde aquel momento, cuando me vio con Valeria Corn, empezó a controlar cada mi paso. Yo estaba harto de la familia Storn. Él padre me presionaba en mi empresa y la hija en la casa. Maldita sea aquel día, cuando yo vi la foto de la feliz familia Reveré por el nacimiento de su hija.

Yo nunca tenía ganas de casarme con Albina, pero al ver la noticia y, sobre todo, lo feliz que estaba Nice sujetando a su hija recién nacida. ¡Diablos! Ella no esperó ni un minuto para casarse con ese pintor y regalarle una niña. El dolor era tan insoportable, que yo me sumergí en la bebida, de tal manera, que no me enteré de nada. Ni siquiera me enteré de que las riendas de mi empresa ya pasaron a las manos de Liam Storn, porque mi madre le otorgó su boto en la junta, mientras yo intentaba olvidarme en el alcohol.

Estaba en una especie de vacío mental hasta el momento, cuando el juez me preguntó, si quería tomar a Albina por esposa. La acepté y la decisión tomada no provocó en mí emociones ni positivas, ni negativas, solo estúpida indiferencia y resignación al destino.

No intenté evitar esa maldita boda a pesar de las palabras de Alex, persuadiéndome no hacerlo. Pero no hubo en mí ni fuerzas, ni ganas de resistir al tándem tan unido como "mamá – los Storn". Mi madre ni siquiera trató de ocultar lo complacida que estaba. ¡Como no! El hijo tonto finalmente cambió de opinión y prestó atención a sus palabras.

Quizás, si Nice no hubiera desaparecido de mi vida, no habría sido tan apático. Pero ella no estaba conmigo, estaba felizmente casada y tenía una hija. ¿Qué me quedaba? Hundirme en un pozo de desesperación en plena confianza de que las mujeres no saben amar. Para ellas algo completamente distinto era mucho más importante. Albina, por ejemplo, quería demostrarles a todos que podía casarse conmigo y ​​Nice simplemente se vendió a un artista de moda por dinero. Ninguna de ellas quería mis sentimientos, no les importaba ni mi amor ni mi odio.

Yo no recordaba bien mi propia boda, y lo que recordaba, traté de olvidar lo antes posible. Solo las palabras de mi madre, que la boda ha sido un evento del año, muy elegante y muy digna, se conservaron en mi memoria. ¿Había alguna razón para dudar? Todo lo que emprendía mi madre era elegante y digno, pero yo estaba completamente apático y borracho.

Después era una clínica privada de desintoxicación a donde mi madre, cansada de mis constantes borracheras, me metió bajo un nombre falso, porque George Celan estuvo en este momento en Seúl con su maravillosa esposa. ¡¿Como no?! Nadie tenía que enterarse de cosas desagradables en la familia Celan.

Estuve ingresado varias semanas y cuando recuperé el sentido, lo primero que quise hacer, era divorciarme. Albina, como yo esperaban, hizo una rabieta, pero estaba preparado para eso. Alex hizo un contrato prematrimonial perfecto. Sin embargo, no esperaba, que a mi madre le diera un ictus al escuchar mi decisión.

Estando en la unidad de cuidados intensivos, mirando el rostro envejecido y exhausto de mi madre, en mi empezó a hablar la conciencia. Era culpable de su estado, por eso le prometí que mientras ella estuviera viva, no habría divorcio. Estaba dispuesto a prometer cualquier cosa, si ella mejoraba.

Cumplí mi promesa todos estos años. Formalmente, yo y Albina seguíamos siendo una pareja casada. Incluso aprendimos a retratarnos como esposos felices para la sociedad. Solo los más cercanos sabían sobre la discordia en nuestra relación y que yo más tiempo pasaba en mi apartamiento de la capital, que en casa.

Albina, como prometió, no me reprochaba mis amantes, ni exigía nada, pero siempre sabía dónde y con quien estaba su marido. Hasta aparecer en mi vida Valeria, una actriz joven, que me recordaba a Nice, porque tenía el color del pelo parecido y las pecas en la cara. No, no era una relación amorosa, sino una bonita amistad. Ella me regalaba unos momentos de alivio y tranquilidad, escuchando mis penas y yo le ayudaba con la carrera de actriz.

“¡Diablos! Ya perdí las ganas de entrenar”, – pensé enojado y salí del gimnasio. Subí a mi apartamento, que aún lo conservaba para mí solo y prohibí a Albina aparecer por allí de ninguna manera.

En cuestión de minutos, me di una ducha fría y me cambié de ropa y fui a la cocina. Saqué del refrigerador un bote de zumo de pomelo y eché en un vaso. Después de la clínica no volví a tomar alcohol. Reflexioné sobre el asunto, que tenía por delante. Hoy tenía que descubrir, qué estaba pasando últimamente con la fallida inversión y averiguar quién estaba detrás de todo esto.




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