No puedo odiarte.

Capítulo 57. Berenice.

– Pero, ¿por qué no trajiste a Erika? Mis padres ya tenían mucha ilusión de verla por Navidad, enseñarle la ciudad. – gritó mi amiga, cuando me vio en la salida de la sala de llegadas.

- Parece que esperabas más a ella y no a mí, - sonreí, abrazándola.

- Claro, contigo ahora puedes hablar solo de negocios. – se rio ella. – De ti huele a dinero y grandes inversiones a un kilómetro.

- No exageres, de mi huele a perfume. – comenté un poco enfadada. – No digas que me cambié mucho en un mes que no nos vimos.

- No te enfades, tonta, era una broma. Me alegro mucho de verte, pero también esperaba a mi ahijada. – dijo Eva.

- Ella no pudo venir ahora, tiene una actuación en el teatro de la escuela. Después de la Navidad te prometo pasar un tiempo aquí. Así que tendrás la oportunidad de estar con tu ahijada y tus padres también. – expliqué.

- Entonces, ¿esta vez estarás aquí más tiempo y no dos días como siempre? – preguntó ella.

- Si esta vez estaré un poco más.

- ¡Perfecto! – exclamó Eva con alegría. – Así que me ayudarás con una investigación.

- ¡Espera! ¿Qué investigación? – exclamé asustada.

- Tranquilízate, no estoy hablando de ningún crimen. – rápidamente respondió mi amiga. – Simplemente necesito, que me acompañas a una fiesta privada.

- ¿Para qué quieres ir a esa fiesta?

- Nada, son cosas de mi profesión.

- ¿Y Gor va a estar en esta fiesta? – pregunté con interés.

- No lo sé, él últimamente no aparece en el mundo mediático, y si lo ves, no te preocupes. Él no te reconocerá ahora. – me aseguró ella. - Es que en esta fiesta estarán todos los peces gordos, por eso las invitaciones son limitadas, incluso mi padre no pudo conseguir ni una, pero delante de una marquesa Della Altavilla todas las puertas se abren en seguida.

- Piensas así, ¿verdad? – me reí.

- Por supuesto, y si no se abren, saltamos la verja. – se rio ella también.

Tres días después yo estaba en la sala de mi alquilada casa y me miraba al espejo.

– ¿Bueno, que tal estoy? – yo acaricié con amor la delicada y casi ingrávida tela de un vestido de noche de ese asombroso color, que comúnmente se llama "champán".

-No está mal, - respondió Eva, mirando al teléfono.

– ¿No está mal? ¡¿Pero sólo?! Un vestido de Armani no puede verse simplemente bien, ¡tiene que verse deslumbrante! –  yo estaba indignada.

– Está bien, es impresionante, – asintió dócilmente mi amiga. – Pero tu vestido, que tú hiciste para aquel baile del aniversario de la revista de papá, era mejor.

– ¡Cuando fue eso! Ahora absolutamente no tengo ningún tiempo para estas cosas. – suspiré. – Para ser honesta, no tengo suficiente tiempo para nada. Esos seis años, parece, que estuviera corriendo una maratón.

– Está bien, no seas quejica, – sonrió Eva. – Preparémonos rápido o, llegaremos tarde.

– Una vez trataste de convencerme de que llegar tarde era bueno.

Yo volví a mirar el vestido de Armani y sonreí con tristeza. Hacía muchos años, fui a un evento social con un vestido hecho en casa. Yo era estúpida e ingenua. Traté de tomar la fortaleza inexpugnable por asalto y fue derrotada ...

Abrí la caja plana y me puse un conjunto de diamantes y zafiros amarillos, el regalo de Annabelle, que destacaban mis ojos. Hoy estaré completamente armada. Hoy caerá la fortaleza inexpugnable. “¿Por qué acepté ir a esta fiesta y no volver a Capri, para celebrar la Navidad con mi familia?” – pregunté a mí misma. No lo acepté por ayudar a mi amiga, no por divertirme un poco, porque ahora iré al baile, no como la Cenicienta-Nice, sino como marquesa Berenice Della Altavilla.

Pero la respuesta era más sencilla. Quería ver a Gor. No entendía por qué lo quería ver, pero el deseo de encontrarle en esta fiesta dominó el deseo de celebrar la Navidad con mi hija.

Salimos de casa y sentamos en un coche de la embajada italiana. Aunque mi amiga estaba segura de que solo al escuchar mi nombre, nos dejan entrar, pero para asegurarme yo llamé al embajador y pedí ayuda en este asunto.

Dentro de una hora de viaje entramos en un verdadero espectáculo de luz. Los árboles del parque estaban decorados con coloridas guirnaldas. El camino de entrada estaba iluminado por linternas de estilo antiguo. La nieve parpadeaba misteriosamente a la luz de la luna llena y brillaba intensamente al alumbrado de los faros de los coches caros, que se acercaban a la mansión. Todo parecía fabuloso e irreal. No había mejor lugar para celebrar un baile de Navidad. Un ambiente de celebración y anticipación de un milagro reinaba en todos partes.

- ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Me estás siguiendo de nuevo? - Una voz molesta sonó tan pronto como entramos y me estremecí, pensando que se dirigía a mí.

- Cálmese, señor Kil, estoy aquí para acompañar a mi amiga, la Marquesa Della Altavilla, - respondió Eve rápidamente.

Me giré y vi el anfitrión de esta celebración.

– ¡Oh! Señor Kil, encantada de conocerle en persona. Soy Berenice Della Altavilla. – dije, apoyando mi amiga, que se quedó con un susto en la cara. – Eva fue tan amable para acompañarme.

– Encantado recibir una mujer tan hermosa en mi casa, Berenice, – el hombre se inclinó a besarme la mano.

– Yo también estoy encantada, señor Kil. – respondí educadamente y pensé: “Ese tipo intentaba ligar conmigo entonces y ahora ni me reconoce. ¿Puede ser que Gor tampoco me recuerde?”

– Pasad y disfrutad de esta fiesta, hermosas damas, mientras yo tengo que recibir a los demás invitados, – se disculpó Kil y me añadió, – después, espero que usted me permita un baile.

– Por supuesto, – sonreí y, empujando a Eva, pasamos por el umbral de la puerta.

- Uff, pensé que me va a echar de aquí a patadas. – suspiró mi amiga.

- ¿Tuviste algún problema con él?

- No, mucho, pero desde entonces no me quiere ver ni en pintura. Solo gracias a ti, me dejo pasar. – afirmó ella. – Sabes hicimos un experimento social y…




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