No puedo odiarte.

Capítulo 58. George.

Yo daba largos pasos por la oficina, estaba tan furioso y tenía muy buenas razones para estar enojado. “Korsa” otra vez nos quitó un contrato municipal para la construcción del centro de entretenimiento, que prometía millones en ganancias. Luchamos por este contrato durante varios meses. Invertimos mucho dinero y parecía que el problema estaba casi resuelto. Y así, cuando quedaba menos de una semana antes de la firma del contrato, el cliente repentinamente cambió de opinión.

– ¿Descubristeis que nos pasó por alto? – pregunté a los directivos de “Construcciones North”.

- No entiendo en absoluto por qué la comisión rechazó nuestro proyecto, cumplimos con todas sus solicitudes. Nuestra oferta era mucho mejor que la de “Korsa”.

- Además, hemos reducido mucho el costo de la construcción, - agregó el director financiero.

- Entonces, ¿Qué pasó? - exploté. - ¿Por qué “Korsa” tiene este contrato y no nosotros?

- No lo sabemos, - murmuró la jefa del departamento de diseño.

- ¿Quién sabe? Este es el segundo contrato que perdemos en dos meses. ¿Quién puede decirme qué está pasando? - Yo estaba indignado, pero mirando las caras asustadas de mis empleados, me di cuenta de que no me contestarán.

En realidad, no podía culparlos. Hicieron un gran proyecto, pero alguien realmente quería dañar mis planes. Ya no sospechaba, estaba seguro que Kovalsky me había declarado la guerra, lo único que no sabía, era quién estaba detrás de él. Este alguien era muy fuerte y astuto, y estaba muy enojado conmigo. Repasé en mi memoria todas las posibles escaramuzas con los competidores, pero no pude descifrar a quién molesté tanto.

- Okey, podéis ir a trabajar. – dije y añadí para mi secretaria. – Llama a Max Friedman.

- Ahora mismo, - contestó ella y todos marcharon de mi despacho.

La señora “Suerte” me dio la espalda. El segundo contrato perdido no fue la única molestia. Los problemas surgieron, como si salieran del cuerno de la abundancia. Tres proveedores de materiales de construcción se negaron a la vez a cooperar con mi empresa. ¡Era inconcebible! Nadie, en su sano juicio, rechazaría voluntariamente un cliente fiable y, lo que era más importante, habitual y solvente. Pero el hecho permaneció. Debido a las interrupciones en los suministros, tenían que parar varias obras a la vez. Cada día de paro amenazaba con serias penalizaciones.

Las conexiones, establecidas a lo largo de los años de trabajo eran, ahora parecía que alguien las hubiera cortado con unas tijeras invisibles, y yo realmente quería saber de quién eran las manos que sostenían estas tijeras. Alguien intentaba deliberadamente "ahogar" mi negocio de la construcción. Dando golpe en rama más pequeña de “Northinvest”, pero muy importante para mí.

–Max, ¿qué hay de la “V&A”? ¿Averiguaste algo? ¿Quién está detrás? – pregunté directamente, cuando entró mi jefe de seguridad.

– Si, aunque es una sociedad de varios inversores, mandan allí los italianos. El gerente general Máximo Cardini y una mujer. Su nombre es Berenice Della Altavilla.

– ¿Porque van detrás de “Korsa”? ¿Es su campo?

– No lo sé. Es la primera vez que los veo en la construcción.

– ¿Entonces va a por mí?

– Tiene toda la pinta.

-Es raro, nunca he trabajado en Italia. – me sorprendí. – Esta bien. Encuéntrame todo lo que puedes sobre estos dos.

Max me aseguró aún más, que todo esto no era una simple competencia, pero aún era un misterio porqué los italianos iban a por él. Todo el día estuve inmerso en la solución de los problemas que habían surgido, por lo que decidió ignorar la invitación a un baile benéfico de Navidad. El baile lo organizaba durante varios años Egor Kil, quien se imaginaba a sí mismo como Savva Morozov (famoso mecenas del siglo veinte).

A mí no me gustaba Kil, sobre todo cuando supo que él también quería proponer a Nice, ser su amante. Tampoco me interesaba celebrar la fiesta de Navidad. ¿Qué era la Navidad para mí? Nada. Y menos ahora. Pero mis planes fueron cambiados por una llamada a un teléfono privado mío.

– Señor Celin, – la voz era distorsionada, incluso era incomprensible si era masculina o femenina. – ¿Está interesado en la empresa "V&A"?

– Digamos, – respondí con cuidado.

– En ese caso, le recomiendo encarecidamente, que asista al baile benéfico navideño de Egor Kil. – dijo la voz y colgó la llamada.

Desde luego este número solo sabían unas pocas personas de mi círculo más íntimo y esta voz rara me intrigó igual que mensaje, por eso llamé a mi mujer y le alegré la vida diciendo, que iré con ella a ese baile de Egor Kil.

Aunque no compartía la emoción general de los invitados, hacía bien el papel de buen marido, que con los años ya me salía por sí solo. No me importaba para nada y no me enteraba mucho de que Albina hablaba con algunos conocidos, simplemente asentía con la cabeza de vez en cuando con la frase “Si, cariño”, sonreía amablemente y miraba intensamente a la abigarrada multitud de invitados, tratando de averiguar quién me llamó y que tenía que descubrir aquí.

Pero pasó ya una hora y no pasaba nada. Empecé a sospechar, que era una broma, o aún peor, una trama de mí mujer para conseguir mi compañía para este maldito baile. La orquesta de cuerdas empezó a tocar algo alegre, superponiendo la polifonía humana, el violín empezó a cantar. Cientos de luces de colores destellaron en el árbol de Navidad. La audiencia rugió de alegría. Me sacudí con indiferencia el confeti, que había caído sobre la manga de mi frac y me levanté la vista…

Una mujer estaba en el umbral del salón de baile. Contra el telón de fondo de una enorme puerta, parecía frágil, como una estatuilla china. No sabía que mi corazón sano y entrenado era capaz de perder el ritmo.

 Incluso de niño, no creía en hadas, Papá Noel y otras tonterías, pero esta noche de Navidad me hizo creer en milagros. Mi Milagro particular se paró en el umbral del salón de baile y me miró directamente. Como hechizado me fui acercando a ella. Con un gesto habitual, Nice se echó a la espalda una pesada trenza de "alta tecnología" y sonrió.




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