No puedo odiarte.

Capítulo 59. Berenice.

Tan pronto como la respiración de Gor se volvió profunda y tranquila, yo abrí los ojos. No me salió nuestro encuentro, como esperaba. Quería herirlo con celos y humillar delante de su mujer, pero perdí el control. ¡¿Quién podría haber adivinado que mi cuerpo estúpido me defraudaría en el momento más crucial?! Menos mal, que no le dije quién era, sino todo mi plan por destruirlo se iría al carajo.

Miré de cerca al hombre, que dormía a mi lado.

– Bastardo, – susurré casi tiernamente, – todavía no sabes lo que te espera. Me pagaras y por esto.

Me aparté con cuidado la mano que me sujetaba y me deslicé cautelarmente fuera de la cama. Recogí la ropa esparcida por la alfombra mullida y miré a Gor de nuevo. De repente, fue la piedad o, el amor, lo que me agitó mi alma. Resulta, que sí, él también cambio. Ahora estaba aún más guapo, más fuerte, más maduro y más peligroso para mí.

– No, – dije con firmeza. – No mereces mi amor.

Él no sintió lástima por mí, cuando jugaba con mis sentimientos sinceros, rompiéndome el corazón. Él me convirtió en un punto de controversia, un juguete, me obligó marchar de mi país, dejar mi única amiga, me embarazó, por eso tenia, que casarme con Fran y pasar un trabajo enorme para convertirme en una Altavilla, matando a la ingenua Nice.

“Entonces, ¿por qué diablos debería ser misericordiosa?” – exclamé, cuando salí del apartamiento de Gor. – “Él me obligó a ser dura e infeliz.” Intentaba revivir el odio hacia él urgentemente en mi corazón, aunque mi alma lloraba de amor perdido en la batalla con el rencor y la venganza.

Miré el reloj, era las cinco de la mañana. No quise levantar a Tomi, por eso llamé a un taxi. Hasta el vuelo a Nápoles me quedaban cinco horas. El tiempo suficiente para ir a casa, tomarme una ducha, cambiar la ropa y sobre todo olvidar la maravillosa noche que pasé en los brazos de Gor.

Pensaba que después, en Capri, mi vida volvería a ser como antes. Pero no estaba tan segura de eso. Esta noche no tendría que haber pasado. No tenía que sentir ganas de él, no tenía que amarlo, no tenía que entregarme a él. ¡Ha sido un error!

Pero … ¡Que feliz estaba cuando sus manos y besos me acariciaban! ¡Otra vez volvió la pasión!¡Maldición! ¡Otra vez no pensé en la protección! ¡Con este hombre siempre era todo así de locura!

Tenía que quitar todas las tonterías de la cabeza, coger el avión a Nápoles y volver a Capri, donde me esperaba mi hija, la única, por la que valía la pena esforzarme, mi milagro, mi sentido de vivir y el único regalo que él me dio.

Pero como no intentaba, no podría quitar de la cabaza lo ocurrido. Durante el viaje estaba estudiando todos los pasos, que me llevaron a perder la cabeza, buscando una explicación de mi comportamiento tan loco. Y la única verdad era, que yo le deseaba, como a nadie, solo un toque de su mano a la espalda abierta y perdí la cabeza. “Para la próxima, llevare el jersey con el cuello alto,”– decidí, cuando mi avión aterrizó en Capodichino.

Al pasar por las puertas de aduana, escuche una voz tan querida y que podría distinguir ente millones.

–  Mamá, ¿dónde estabas? Te esperaba ayer, – gritó mi hija, corriendo hacía ella.

– Hola, mi corazón, mamá tenía un trabajo. – la besé, - Cariño, no podría volver antes, – mentí a mi niña, sintiendo el dolor en mi conciencia. No me gustaba mentirle. – Pero, mira, que me mandó el Papá Noel para ti.

Yo le entregué un conejo blanco, que compré antes de ir al baile. Un baile, que fue mi caída, mi perdición.

– Hola, cariño, – dijo Fran y me besó en la mejilla. – ¿Te pasó algo?

– No. ¿Por qué dices eso?

– Te veo un poco extraña, no sé, algo perdida, – dijo mi marido.

– Claro, como pude olvidar, que eres especialista en los rostros, – sonreí algo triste. – Después te cuento.

– Muy bien, ahora vamos a casa. Luigi ya nos está esperando em el puerto. – Dijo Fran, llevando mi maleta.

– ¿Te gustó el regalo, que te mandó el Papá Noel? – pregunté a mi hija.

– Si, pero él no me entendió bien. Yo le pedía un hermano, no un conejo. – contestó la niña decepcionada.

– Cariño, no puedes pedir a Papá Noel una cosa así, porque un hermano, no sería un regalo, será una persona que habría que cuidar. Pero ya sabes que mamá está muy ocupada y no podría hacerlo.

– Si, pero yo y papá podremos cuidar de él, - objetó Erika.

La niña no quiso aceptar el hecho, que no tendría hermanos, porque yo ni siquiera pensaba en ello. ¡O sí! En este momento otra vez mis pensamientos me volvieron a la noche pasada. Tuve sexo sin protección. “¡No, dios no puede golpearme tanto!” – pensé y estremecí.

– ¿Porque quieres un hermano? – entró en la conversación Fran.

– Porque es muy bueno tener hermanos. Ni tú, ni mamá no tenéis hermanos, por eso estáis solos y yo no quiero estarlo. Quiero ser como mi amiga Guilia. Ella tiene dos hermanos. Pero yo pido por lo menos uno. – exigió la niña.

- ¿Y el tío Luigi? – pregunté.

- Él es muy bueno, pero no es tu hermano, - dijo ella y en este momento yo y Fran cortamos la respiración. – Es tú primo. Él tiene su familia en Milano.

– Esta bien, mi amor, pero el hermano tienes que pedir a una cigüeña, no a Papá Noel, – mentí, intentando parar esta conversación incómoda tanto para mí, como para Fran.

Era muy difícil explicar a una niña de cinco años, porque era imposible tener más hermanos. Fran y yo hacemos todo lo posible, para que Erika no supiera la verdad sobre nuestra relación. Luigi era su “tío”, un pariente lejano por parte de su madre y no la pareja de su padre. Ellos mantenían su relación en secreto. En realidad, todos estaban mintiendo, para no complicar la vida. Pero, ¿cuánto tiempo podríamos seguir así? Aun no lo sabía que la verdad estaba rompiendo los muros de mentira que nosotros construimos para salvar nuestra tranquilidad.

Durante tres días enteros después de mi llegada, estuve en un estado extraño, como si no estuviera aquí, en mi casa en Capri con mi familia, sino en algún lugar muy lejano. Aún estaba   buscando una respuesta lógica para mi comportamiento y sobre todo una explicación por qué me acosté con un hombre, a quien tenía que odiar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.