No puedo odiarte.

Capítulo 60. George.

Yo tenía miedo de quedarme dormido, porque parecía, que todo era simple sueño. Miraba con ternura a la mujer, que dormía a mi lado. Es ella era mí verdadera mujer, ella tenía que ser mi esposa, no odiada Albina.

Hacía seis años yo la perdí, porque tardé mucho en aclarar mis sentimientos, entonces no sabía que la vida sin ella se transformaría en un mundo sin color. Pero ahora estaba muy decidido no dejarla escapar. Me importaba poco que estuviera casada. Esta noche Nice era mía, se me entregaba con la misma pasión que antes, lo que significaba, que será mía para siempre.

Todo resultó fácil y natural entre nosotros, como no había esos seis tristes años. La llevé a mi apartamento, que, cuando ella apareció allí, finalmente se despertó y se convirtió en una casa familiar, llena de amor. Incluso los escalones de la escalera de roble crujieron a modo de saludo, cuando la llevé a mi amada al segundo piso.

Y luego… De alguna manera recordaba vagamente lo que sucedió a continuación.

Recordaba haberle quitado las horquillas de perlas de su trenza maravillosa. Recordaba el peso y la sedosidad del cabello suelto. Recordaba el susurro de su vestido, que caía al suelo. Recordaba las chispas doradas lanzados frenéticamente en el fondo de sus ojos verdes. Y no recordaba nada más. Solo sabía, que todo lo que sucedía era maravilloso y correcto.

“No pasa nada, luego, por la mañana, repetiremos, para recordar todo al detalle,” – pensé y sonriendo estúpidamente, arrastré a la durmiente Nice hacia mí, alejándola del borde de la enorme cama. Sentirla pegada a mi pecho era tan bueno, tan deseado en muchos años y mi felicidad era tan global y absorbente.

No quería quedarme dormido, pero el cansancio de los últimos días me traicionó y me dormí. De repente, aun sin despertarme por completo, sentí que algo había sucedido, algo inesperado. Sin abrir los ojos, pasé la mano por las sábanas de lino. No había nadie ... El milagro no quiso materializarse.

Sin confiar en el sentido del tacto, yo abrí un ojo y vi una sábana derribada y una almohada arrugada. Pero no había nadie. De un salto me puse de pie. Lo que pasó por la noche no fue un sueño. Nice estaba en mi cama, en mis brazos, ¡maldita sea! ¡¿Dónde está ella ahora?!

Miré mi reloj. Eran las seis de la mañana, era una madrugada terrible, para alguien quien no ha dormido la mayor parte de la noche. El silencio reinaba en la casa. Yo ya sabía que Nice se había ido. Ella se fue. Pero, ¿por qué? ¿Hice algo mal ayer? ¿La ofendí de alguna manera?

Empecé a buscar su nota. “¡Debe haber alguna nota con explicaciones! Algo como: “Lo siento, cariño. Tengo prisa, nos vemos luego, mañana, algún día."- pensé y puse toda la casa patas arriba, pero no encontré nada, solo una horquilla de perlas. Debe haber estado demasiado impaciente por la noche, desenredando su trenza.

– De todos modos, no era un delirio. Nice era real y estuvo aquí. Bueno, ¿dónde buscar ahora a tu ama? – pregunté a la horquilla.

Fui a la cocina, encendí la cafetera y comencé a hacer un plan donde y como buscar a Nice. Estuvo en la fiesta de Egor Kil junto a su amiga "Pitufa", aunque ahora no era azul, sino rosa. Ya que estaba con ella, entonces Eva Rodríguez debería saber dónde debo buscar a Nice. Empecé a buscar su número de teléfono, que tenía grabado en alguna parte.

En ese momento llamaron a la puerta. Lleno de alegría, corrí a abrir, pensando que Nice había regresado. Pero me equivoqué, Albina y su papá estaban en el umbral.

- ¿Qué estáis haciendo aquí? - Les pregunté irritado.

Además del hecho de que Albina vino por aquí, sabiendo perfectamente que yo le prohibí aparecer en mi apartamento, también trajo a su padre.

- Sinvergüenza, ¿dónde está esta puta? - gritó, empujándome y corriendo adentro.

- ¡Deja de gritar, despertarás a los vecinos! - siseé. - Aquí sólo hay una puta.

- ¡Cómo te atreves! - Storn dio un paso hacia mí.

- Me atrevo, porque para nadie es un secreto que...

- Papá, puedes esperarme en coche, hablaré con él yo misma, - Albina me interrumpió y empujó a su padre hacia la puerta.

- Eres una mujer extraña, Albina. ¿Por qué trajiste a tu padre? ¿Tenías miedo de no poder manejarlo sola? - Me reí.

- ¡Bastardo! ¿Te volviste loco? ¡Ayer hiciste algo atroz! ¡Incluso, entiendes que me habías dejado en ridículo frente a todos! ¿Qué les voy a decir? - gritó histérica.

- No, eso no me importa. Ayer por fin me había despertado y entendí que ya no quiero seguir interpretando una familia feliz, quiero tener la de verdad. Quiero el divorcio.

- ¡¿Que?! Seguramente, te volvió loco. ¿Cómo le dirías eso a Margarita? ¿Quieres matarla? Después de todo, ella piensa que somos una familia y que todo está bien entre nosotros. - preguntó ella, entrecerrando un ojo con picardía.

- Deja de manipularme. Mi madre está mal de salud, pero no es una mujer tonta, y después de tantos años ha entendido que nunca fuimos una familia, incluso cuando yo estaba completamente borracho y no entendía nada. ¿Sabes por qué?

- ¿Por qué? - preguntó desafiante.

– Nunca hemos sido una familia, porque ni tú, ni yo nos queremos. – respiré hondo para no gritarle. – Y en general lo más correcto en nuestro caso sería un divorcio.

– ¿Qué? Yo sí. Yo te quiero…

– ¡Vamos sin patetismo, Albina! No seas dramática y mentirosa. – gruñí. – Ambos sabemos que cambiaste tu vida libre por la vida de mi “esposa” solo por mi debilidad emocional y tu capricho, pero no me amas, sino no acostarías con todos los chicos del servicio. Seamos realistas: el divorcio es mejor para todos.

– ¡Nunca conseguirás ese divorcio!

- ¿Por qué quieres seguir con este paripé?

- ¡Porque nunca te entregaré a esa puta! ¡Es por ella ya no me miras como antes! ¡Perdí a mi bebé por su culpa! – gritó Albina.

- ¡Suficiente! No voy a escuchar más tu berrinche. Siempre supiste que no quería casarme contigo, sabías que amo a otra, pero insististe y lograste por tu cuenta. Pero yo no quiero vivir más así ni un día más. - dije y la obligué a salir de mi apartamento.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.