No puedo odiarte.

Capitulo 78. Berenice.

 Después de todo, hacía un tiempo, pensaba, que estaba sanada, que ya no lo amaba y solo lo odiaba. Pero ahora estaba nuevamente abrumada por las dudas. ¿Por qué mi corazón escogió exactamente a él? ¿Por qué solo con sus besos me enciendo como una cerilla? ¿Por qué, mirando a esos ojos del color del cielo, mi corazón se hunda y luego comenzaba a latir más fuerte? Incluso, cuando estaba atada a la pared, su toque, su aliento en la nuca provocó una tormenta en mi interior. ¿Qué tiene él, que yo no puedo sacármelo de la cabeza?

Todo el tiempo que pasé en hospital esos pensamientos me atormentaban día y noche, porque hasta soñaba con nuestro último encuentro ...

“El rostro de Gor se contrajo con furia, en sus ojos ardía odio feroz y más ... disgusto. Una ramita azotada con espinas. Un silbido ensordecedor rasgando el aire. Dolor. Vergüenza ... y deseo. Era incomodo aceptar, pero sentí un deseo tan agudo que, si él quería tocarme, yo explotaría en un orgasmo. Pero él se quedó inmóvil.

- Te amo con locura, con toda la pasión al alcance de un ser humano, estoy dispuesta a entregarte mi alma, mente, todo lo material que tengo, mi cuerpo, mis manos y labios. Cada una de mis malditas células está ansiosa ser tuya.  – le dije.

- Él nunca me perdonaría por la traición y por ocultar la verdad sobre su hija. – escuché la voz de Cardini.”

 Me estremecí y abrí los ojos. En este momento, entendí claramente las palabras de Máximo: "Si quieres recuperar a Gor, tendrás que darle el doble, de lo que le quitaste". Pero no estaba preparada aun decirle sobre Erika, por eso decidí devolverle las acciones de su holding, que compré.

Cuando llegó Eva le pedí el teléfono y llamé a Peter Lister. Le expliqué lo que quería hacer, pero no podría venderlas a Gor de nuevo. Lister me explicó que eso sería imposible sin cambiar el estatuto del holding y para eso necesitaba llamar a la junta de los accionistas y conseguir la mayoría. Luego presentar el nuevo estatuto en la cámara de comercio y esperar su aprobación. En una palabra, sería un lio para mucho tiempo.

Yo no quería quedarme en este país más tiempo, no quería ver a Gor, no quería atormentarme, no quería sufrir y lamentar. Por eso rechacé rotundamente su visita. Aunque no solo por eso. Cuando por primera vez vi mi cara magullada, me asusté. Ningún maquillaje podría tapar aquel desastre. No podía permitirme que él me viera así. El medico me aseguró que los hinchazones, cortes y moretones desaparecerán en una semana y mi amiga me trajo un kit de maquillaje.

Finalmente llegó el día en que me dieron el alta del hospital. Mientras me vestía y me maquillaba, Eva salió a recoger documentos, derivaciones para masajes y recetas del médico. De repente se abrió la puerta y Erika entró corriendo a la habitación.

- ¡Mamá! – gritó.

Corrí hacia ella y la abracé. Para mí fue una sorpresa increíble verla aquí, porque la dejé en Capri con Fran.

- ¿Qué haces aquí, mi amor? - Le pregunté a mi hija.

En ese momento entró en la sala Fran con un enorme ramo de rosas blancas.

- Berenice, querida, ¿Cómo pasó esto? ¡Me volví loco de angustia, después de la llamada de Eva! – exclamó mi marido.

Caminó con un paso rápido hacia mí, me entregó las flores y, con evidente pena, comenzó a examinar mi rostro.

— ¿Cómo pudo pasar esto? ¡Esto es incomprensible para la mente! Espero que este fenómeno está encarcelado.

- No te preocupes, ahora mismo está en una prisión más segura. - Respondió por mí Eva, quien también entró a la habitación.

- Mamá, ¿Te duele mucho? - preguntó mi hija, tocando suavemente mi cara.

- Ya no, querida, solo un poco. - Respondí y me volví hacia mi marido. - ¿Por qué viniste? Deberíais esperarme en Palazzo en Capri.

- ¡¿Qué debería haber hecho?! Eva me llamó y dijo que te atacaron, que estabas en el hospital en estado grave. - exclamó Fran.

- ¿Por qué no le devolviste la llamada? - Le pregunté a Eva.

- Lo siento, se me olvidó por completo. Estuve aquí contigo todo el tiempo, luego tuve que calmar el escándalo que armaron los periodistas. Tú misma me lo pediste. - se disculpó mi amiga.

- Está bien, no te disculpes, es mi culpa. Debería haberle llamado yo misma. - dije dándome cuenta de que había estado pensando en Gor todo el tiempo, y no en lo que debería haber estado pensando, en mi familia.

- Mamá, ¿no te alegra vernos? - preguntó Érika.

- ¡No, de qué estás hablando! Siempre me alegro de verte, mi amor. - Respondí, besé a mi hija y me volví hacia Fran y Eva. - Entonces, ¿qué hacemos ahora? Pensé que viviría con tus padres, mientras me recupero, pero ¿ahora qué? Nunca volveré a ese apartamento. ¿Podemos conseguir un hotel? ¿Dónde te estás alojado?

- En ninguna parte todavía. Vinimos aquí de inmediato del aeropuerto. Lister me dio la dirección del hospital y venimos. – respondió Fran. - No sabía qué pensar en absoluto. Estaba muy preocupado. Sólo entonces Eva me explicó que todo había salido bien y que te daban el alta hoy.

- No os preocupéis. - Nos interrumpió Eva. - Mis viejos estarán muy contentos de recibiros a todos en nuestra casa. Especialmente a ti, muñequita.

Le dio unas palmaditas suaves a Erika en la mejilla.

- ¿Volvemos a ir a la pista de patinaje? - preguntó mi hija.

- No lo sé, pero definitivamente iremos a algún lugar interesante. - le aseguró mi amiga.

Acepté la oferta de Eva y todos nos fuimos a casa con Rodríguez, pero cuando salimos del hospital, vi a Gor. Él estaba sentado en su auto y nos miraba. Gor tampoco se veía muy bien, pero no como yo. Mentalmente agradecí a Eva por traerme el sombrero y esperé que no me hubiera visto en tan terrible estado. Me arrimé más a mi marido y, girando la cabeza al lado contrario de Gor, pasé rápidamente junto a su coche, sin decirle ni una palabra.

Fue estúpido y hasta ingrato, porque él me salvó, pero en ese momento tenía mucho miedo de que me viera tan desfigurada.




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