No puedo odiarte.

Capítulo 83. George.

Al entrar en el recinto de la casa de mi madre, miré a mi alrededor. No había el auto de mamá en el aparcamiento cerca de la casa. Después de su enfermedad, ya no conducía sola, por eso le contraté un conductor, que se suponía que viviría en la casa igual como las sirvientes. Miré al reloj, eran las dos de la madrugada. Claro estaba, que no era una hora adecuada para las visitas, pero, ¿por qué el coche de mamá no estaba en el garaje? No podía ir a ningún lado por la noche. Nunca lo hacía.

Inmediatamente me vino a la cabeza otra pregunta. ¿Dónde está el guardia? ¿Por qué no había nadie en el patio? Salí del garaje y me dirigí a la entrada. Estaba a punto de tocar el timbre, esperando que Lupe o Mari me abrieran, pero de repente una voz vino desde atrás:

– ¿Señor Celan?

- Sí, ¿dónde está la señora de la casa? – pregunté directamente.

Un joven vagamente familiar con un elegante traje gris claro salió a mi encuentro. Claramente algo no estaba bien. Una alarma sonó en mi cabeza, pero muy vagamente. Ni me imaginaba tener el peligro en el territorio de la casa.

- ¡No le estaba esperando a estas horas!

 El joven extendió sus largos brazos a los lados, como si quisiera abrazar al tan esperado invitado. Reaccioné demasiado tarde ante un objeto pequeño parecido a un teléfono móvil. Lo último que vi antes de perder el conocimiento fue la caja negra de una pistola paralizante apoyada en mi plexo solar.

- ¿Despertó? ¡Eso es bueno! – Ese joven extraño se inclinó sobre mí. – Eres un hombre fuerte, rápidamente recuperaste el sentido. ¿Haces deporte, tal vez? ¿Visitas a menudo el gimnasio?

Que tenía las manos y los pies atados, lo supe incluso antes de abrir los ojos. Estaba maniatado como un estúpido potro. Sí, y me cazaron por ser estúpido...

“Este es el entrenador de Albina, así que esto es obra de ella”, - recordé al hombre y pregunté en voz alta:

- ¡Cojones! ¿Qué quieres de mí? ¿Dónde está tu jefa?

- ¡Silencio, amigo! No es necesario gritar. – Dijo el hombre, sacándome del maletero del coche.

Miré alrededor, me parecía una casa familiar, pero aún no me pude situar. El hombre llamó a su compañero y entre los dos me llevaron para dentro. Solo allí entendí dónde estaba. Era antigua casa de mi abuelo. Pensaba que mi madre y mi tía ya la habían vendido hacía tiempo, pero resultó que no.

Los hombres me sentaron en una silla y con la cinta adhesiva me ataron a ella. Intenté a luchar, pero con manos y piernas atadas era imposible enfrentarme a dos hombres. Solo podía maldecirlos.

De repente en la sala apareció mi madre.

- ¿Que hacéis? ¡Esto no estaba acordado! – gritó ella.

- Tranquila, Margarita. Tu debes ocuparte de la niña, nada más. Solo quería hablar con mi marido. – Escuché la voz de Albina en las escaleras.

- No, Albina, no hablamos de esto, - insistió mi madre histéricamente.

- Llevadla a la habitación y enciérrala allí con la niña, - ordenó Albina a los hombres.

Ellos la cogieron por los brazos y sin mucho tacto subieron por las escaleras.  

Yo estaba en un estupor. No podía creer, que mi propia madre estaba metida en todo esto. ¿De qué niña estaban hablando? ¿De la hija de Nice? ¡Dios mío! ¿Por qué lo hizo?

- ¿Te sorprende, que tu madre me ayuda en esto? – preguntó sarcásticamente Albina. - Resulta que yo fui muy convincente.

- ¡Estás loca! Y metiste mi madre en tus locuras. – grité. - ¿La hija de la marquesa Della Altavilla también está aquí? ¿Sabes, como se llama esto? ¡Es un secuestro de un menor!

- Puede ser, pero no me dejaste otra opción.

- ¿Qué necesitas? ¿Dinero?

- ¡Como siempre el sentido comercial tuyo es inevitable! ¡Es bueno hacer negocios con una persona inteligente! Pero todo tiene su tiempo. – Dijo, cortó un trozo de la cinta adhesiva con una navaja y me selló la boca. – Quiero que me escuchas sin interrumpir.

Yo no entendía que ella quería. Le ofrecía el dinero, los inmuebles, cualquier cosa por el divorcio. ¿Por qué llegó a esto? ¿Por qué secuestro a la niña?

— Sabes, incluso siento pena por ti, — dijo ella. — ¿Por qué apareciste antes del tiempo? Ahora tengo que terminar yo, lo que ese tonto de Rick no pudo hacer. Créeme, no quise matarte, me bastaría tenerte encerrado en la cárcel de por vida como asesino de esa perra.

Ahora comencé a comprender cómo Rick entró en el apartamento de Nice. Me siguió, esperó a que saliera de allí para matarla. Si no volviera, entonces la policía habría encontrado mis huellas en la habitación, las cámaras habrían captado cómo entraba y salía. Sería imposible demostrar que no fui yo, especialmente después de nuestro choque frente al juzgado.

- No entiendo cómo logró escapar de la muerte dos veces. Al parecer esta bruja tiene un fuerte ángel guardián. ¡Oh sí! No sabes que tu madre intentó deshacerse de ella hace seis años. Su fiel perro Max la empujó hacia las vías del metro, pero ella se escapó de una muerte casi segura. ¡Veo sorpresa en tus ojos! ¡¿No te imaginabas eso?! - Albina se rio histéricamente.

Esa conversación entre mi madre y Max inmediatamente apareció en mi cabeza, la cual escuché accidentalmente. ¡Era mamá! ¿Quería matar a Nice? Me resultó difícil creer en esto y, para ser honesto, no sabía qué pensar. Ahora mi propia madre estaba del lado del enemigo, tal vez porque Albina la chantajeaba. ¡Dios! ¡Qué ciego estaba!

- Hay muchas cosas que no sabes sobre tu madre, querido esposo. Fue ella a quien se le ocurrió esa trampa con embarazo y aborto espontáneo. Ella tenía esperanza de que olvidarías de esa chusma al casarte conmigo. Me pregunto, ¿por qué no funcionó nuestro matrimonio? Después de todo, no nos iba nada mal estar juntos. Pero ella apareció y te obsesionaste. No sé cómo te hechizó, pero después de ella cambiaste. Dejaste de verme como una mujer que podría ser una buena esposa para ti. Puede que no me creas, pero te amaba a mi manera. Después de todo, antes las cosas eran diferentes. Me deseabas.




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