No se cancela la boda

Hoy.

Cruzó la puerta de su apartamento, luego de atreverse a caminar hacia el edificio. 

Había pensado en ir al banco por algo de efectivo, usar sus huellas por la falta de documentos, no obstante, el que fuese una mañana difícil, –aparte de calurosa, sobre todo porque no estaba esperando la misma situación de siempre y mucho menos, pensó que esa maldición sería cierta–, la instó a buscar el descanso absoluto que necesitaba. 

Y aunque no era muy apegada a eso de que el novio no podía ver a la novia antes de la boda, el hecho de ser una tradición que muchos profesaban y a la que se aferraban, parecía darle un poder a las circunstancias que ahora se cuestionaba. 

Lo cierto era que, no tenía razón para aunarlo a que su prometido la viera con el vestido, puesto que llevaba meses, por no decir que casi un año, cambiando las fechas de la unión y también le dio aprobación al diseño que usaría en el momento de las nupcias.

Pensó, cabizbaja, que tal vez se trataba de alguna clase de desgana por los ajetreos, si no es que algo u alguien, la estaba librando de una mala decisión. 

De todos modos, se cuestionaba, ¿por qué sería un problema casarse con él, si lo amaba? Era feliz a su lado, ¿sería lo contrario si daban el paso? 

¿Por eso él lo estaba posponiendo tanto?

La duda la sumió en el alrededor, consciente que cada vez que algo así pasaba, sentía un dèjá vú, debido a que siempre cedía a la petición de su prometido, a quien creía más comprometido al bienestar económico, que a la relación en sí que llevaban.

De todos modos, no quería culpar a nadie, ya que eso era parte del amor. 

El amor era sacrificio, comprensión y buena comunicación, por lo que él tenía razón al decirle que lo estaba manipulando. 

Ni siquiera se interesó en lo que quería o en los hechos que guardaba, pero lo sabría en cuanto tocara esa puerta horas más tardes, porque ya le era conocido ese patrón. 

Sostuvo el cojín en su sitio en el suspiro, sola, con las ventanas cerradas al masajear con sus dedos el objeto. 

Desganada, bajó la cabeza, viendo la alfombra y el mover de los dedos de sus pies, sintiendo algo de tristeza. 

¿Estaría destinada a la felicidad? 

¿A amar sin limitaciones de por medio? 

Ya habían discutido muchas áreas, inclusive las de las finanzas, que resaltaban en una ganancia mayor a la de su futuro esposo. 

Eso no le importaba, solo que había notado que a él sí. 

A lo mejor por eso se sentía frustrado, o le intimidaba estar con ella, creyendo que iba a opacarlo en el mundo de ambos. 

El suyo lo amaba, no quería ninguna competencia con él, solo que su pareja, gustaba de llegar más alto y no era un factor con el que estaba dispuesta a lidiar. 

No si eso llevaba a discusiones o molestias entre los dos. 

Y si así era, entonces la situación tendría que cambiar, lo suficiente para que terminara en algo bueno para los dos.

Hizo una mueca, permaneciendo en el reposo antes de echarse de lado contra otro cojín, manteniendo los ojos abiertos tanto como pudo, hasta que ya no lo logró.

Durmió, porque la mañana le había sido agotadora por los últimos arreglos del vestido, necesitada de recuperar las fuerzas perdidas.

Lo bueno era, que aunque la prenda se ajustaba a su figura, no le era incómodo colocárselo al entrar en el vestidor. 

Parecía en serio estar hecho para ella, porque lo diseñó, aunque la tela la escogió su Dama de Honor.

Había sido la mejor inversión de tiempo en su vida, el hecho de diseñar para sí misma en un plano diferente y que no era para otros, le dio un poco más de brillo a todo lo que soñó.

Se rindió durante muchas horas de la tarde, aferrada al mueble que pasó a ser una cama, al parecer, de manera automática por el modo en que se estiró en el lugar. 

La garganta reseca casi la hizo pararse de la cama, pero la somnolencia la mantuvo allí, enfrascada en el letargo y el sueño, apagando la preocupación que la invadía desde la mañana. 

Para ser sincera, el malestar no había pasado a pesar de la siesta, por lo que se hundió allí, solo despierta al oír los sensibles toques en la puerta.

Evia no caminó hacia ese pomo en el instante, sino que enderezó su cuerpo, pegando las palmas en los cojines al tener la cabeza gacha. 

Negó, yendo a abrir al tratar de quitar la cuaja de su cuerpo, sorprendida debido a la entrada de su prometido, quien la besó de inmediato, importándole poco su expresión. 

Estaba despeinada, tenía algo de calor y eso le había generado sudar en medio del sueño, no obstante, el ímpetu la sacó de balance, devolviendo ese beso al rodear su cuello. 

Lo que sea que llevaba para ella, lo acomodó en el suelo, dirigidos dentro al cerrar, pegada la espalda de su compañero contra el material. 

Sus ojos se achicaron, echada un poco hacia atrás al dejarlo acariciar su expresión, sus hebras locas y sueltas, al ir recuperándose de la sensación donde la asaltó. 

—Supuse que dormías, estuve llamando—musitó, besándola con otro pico—. Traje flores y chocolates—sonrió a medias, siendo que él no notaba el significado de esa sonrisa. 




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