No se cancela la boda

Desconocido.

El sonido de los neumáticos chirriando llamó la atención de algunos trabajadores en el estacionamiento de taxis al que el conductor ingresó. 

El ceño fruncido de los presentes lo hizo esperar unos minutos dentro del espacio, mirando por el espejo retrovisor las pertenencias por las que había llegado al sitio tan rápido. 

¡Había hurtado!

¡Por el amor de Dios, había aprovechado el momento para despojar a una buena mujer de sus pertenencias! 

¿Y ahora cómo iba a dar la cara delante de sus inspectores? En cuanto saliera el móvil, iban a buscar lo que sea que se hubiese quedado de alguien allí. 

Esa era la política en el lugar, ningún pasajero se vulneraba, ni era vulnerado por los que trabajaban allí.

Inspiró, saliendo con una sonrisa nerviosa a la que uno de los presentes le dio atención, yendo a la parte trasera para sacar el bolso de aquella fémina a la que dejó fuera de esa iglesia, fingiendo que nada sucedía con él. 

Estaba a punto de llegar al área de los casilleros, cuando una mano le sostuvo el hombro, dándose la vuelta en medio del sobresalto. 

-Te vi-sus ojos se ampliaron, sudoroso al querer alejarse del joven muchacho-. Dame la pertenencia. 

-¿Y qué te hace creer que lo hará? ¡Es algo de mi hija!-reclamó, llevados a una esquina donde nadie podía verlos, ni mucho menos intervenir. 

-¿Qué tan seguro estás de eso?-indagó, al llevar las manos hacia la cartera en un forcejo del que el mayor quiso escapar, ganando en fuerza el que le contenía. 

De pronto, la situación se le salió de las manos, por lo que tuvo que soltar el material, cayendo las pertenencias en el suelo, mientras el joven observaba lo que se había regado. 

Lo escuchó llorar al agacharse, tan pronto comenzaba a recoger la billetera, las identificación y otros detalles femeninos con los que la hija de ese hombre no se familiarizaba. 

Inspiró, de pie, al verlo de lleno en esa expresión dura y decepcionada que casi nunca le mostraba a las personas a su alrededor. 

Quiso dejarle todo en manos para que sintiera el peso y la responsabilidad de devolver lo robado, no obstante, conocía la necesidad del referente frente a él, por lo que decidió soltar el aire, buscando entre sus bolsillos un par de papeletas relativas a su ganancia. 

-Creo que esto te podría ayudar para la semana-le entregó, alejando el bolso de él-. Lo llevo yo-indicó, al evitar que tomara de nuevo lo que no le pertenecía-. Ve a casa y alimenta a tu pequeña. 

-Pero...

-Es una orden, señor-la inspiración del sujeto fue mortal, como si le tocara una fibra en lo más hondo de su pecho por algo que él entendía más que nadie en ese lugar. 

Optó por buscar una funda negra donde llevó la ropa vieja y lo que a esa pálida de ojos saltones le pertenecía, tomando un baño para cubrir el turno de quien se había excusado ante la situación. 

Trató de limpiar lo más que pudo el vehículo, haciendo servicios públicos hasta que en la noche llegaran los privados, cosa con la que pudo notar el por qué la mayoría de las veces su compañero llegaba mal humorado a las reuniones matutinas. 

Si bien tenía una vida y a alguien que depedía muchísimo de su labor, no era tanta la presión como la que experimentaba Don Juan en su trabajo, porque estaba solo, no tenía ayuda de su alrededor, era un alcohólico rehabilidado y también un padre que se encargaba de una hija con una enfermedad delicada. 

Así que por mucho que trató de estar demasiado enojado por su atrevimiento, ni siquiera llegó al punto de denunciarlo con los superiores. 

Le fue mejor el haberle dado una mano que ya no tenía, aunque deseaba recuperar las horas muertas que le quedaban para volver al local y guardar el auto. 

Liberó los pulmones, recostado del asiento en lo que buscó algo de descanso, espantado por cómo le abrieron la puerta trasera y una joven de cabello corto y rostro perfilado, entró allí. 

Por un segundo se quedó a observarla, a la par que le veía lo que cargaba, impregnado de esa inundación suave que había usado de perfume. 

-Disculpe, ¿es el servicio de automóvil que pedí?-Abrió la boca y la cerró de nuevo, notando que sacaba la cabeza para revisar bien el no haberse equivocado-. Ay, lo siento, señor, es su taxi. 

-¿Va a algún lado? Puedo llevarla, no es la misma tarifa de los privados, pero puedo acomodarla-comentó. 

-En realidad, el pedido lo pagaba mi mejor amiga-enunció, saliendo al dejar el lado del piloto para atenderla-. No estoy muy segura de salir tampoco. 

-¿Y a dónde iba?-La brisa le llevó los mechones al rostro, dándole un vistazo de arriba hacia abajo al dar un pado lejos de él.

-Mejor vuelvo arriba-decidió, volviéndose al edificio al verla cruzar esa puerta, sin siquiera pensar un segundo en mirar atrás. 

Para el fin de su jornada, tenía los pies y parte del cuerpo empapado de vómito debido a una fiesta alocada de la que tuvo que rescatar a un par de personas. 

Lo único que le hizo sentirse bien, fue la paga que recibió de los muchachos ricos que seguramente no tenían permiso de sus padres para hacer llego a eso. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.