No se cancela la boda

Pan.

Se limpió el rostro con el agua fría del lavamanos, tomando una bocanada de aire al dejar las palmas a cada lado de la cerámica, intentando volver a la realidad por la idea que rondaba en su cabeza. 

Trató de ignorarla, para mantener la esperanza de que su novia iba a volver, sabiendo que no tenía necesidad de hacer algo así, mucho menos cuando ambos habían planeado juntos el matrimonio. 

O eso era lo que quería creer, porque si lo pensaba bien, ella había sido la única que llevó a cabo las gestiones de la mayoría de las cosas que se implicaban en el matrimonio, lo que hacía que su sistema se debilitara, en un intento por dejarlo pasar, ante los flechazos de los escenarios que querían atormentarla. 

Inspiró, llena de valor para mirarse al espejo, enfrentada a la cuestión sobre lo que estaba haciendo, sin el deseo de querer arastrar a alguien más a algo que quizás ni siquiera quería y mucho menos deseaba; pensó, que a lo mejor Ron estaba siendo presionado por sus decisiones y los planes que había hecho juntos, el punto era que él nunca se lo expresó. 

Sabía que cada cosa que eligiera o dijera, tenía su "sí" completamente asegurado, hasta los días de la boda, en los que dijo que "no". 

Eran excusas, o más bien, el pánico a la unión, el estar trabajando o que el casamiento estuviera siendo esperado por una multitud de personas que confiaban de manera ciega en su relación, solo que no quería notarlo demasiado, a pesa de que la prensa y otros allegados, debían de cubrir un puesto en una de las mesas que les preparó en su boda. 

Se arrepintió de haber dejado que la ilusión la arrastrara a eso, aunque tampoco estaba dispuesta a llamar a todos los invitados de nuevo para decirles que la fecha del matrimonio se pospuso. 

Para la mayoría, si no eran todos, eso sería un tipo de ave de mal augurio, a pesar de que ella era una humana transmitiendo esa información, por lo mismo, quería dejar en su mente la posibilidad de llevarle esa propuesta a Davon, aún si él podría llegar a decirle que no. 

En caso que algo así sucediera, no iba a correr de las circunstancias, sino que daría la cara en presencia de todos, pidiendo disculpas, al saber que luego sería una novia completamente abandonada en el altar. 

Además, si se iba por esa rama de la llegada extraña de ese hombre a su vida, tal vez era porque Dios le había contestado la oración, solo que no quería creer tan fácil y menos, cuando no lo conocía bien. 

Luchó contra sí misma en el pensamiento, insegura y envuelta en las dudas, bajando la cabeza un segundo. 

—Dios, sé que estoy en el baño, pero imagino que también estás aquí; no haciendo tus necesidades, que no sé si las tienes y vas al baño en el cielo, el punto es, que si es el hombre que me mandaste para sustituir a Ron, al menos me des una señal; tal vez algo, no sé, que me haga o diga algo o me compre algo que me gusta—murmuró—. Bueno, quiero un sándwich napolitano de queso con jamón; tú sabes que eso me encanta y que no me lo sigo comiendo por Ron, pero ya sabes, estarís encanada de probarlo otra vez—apuntó, nerviosa y despacio al palparse las mejillas al ver su reflejo—. Aunque no sé, porque, a ver, Dios, estoy comprometida con un hombre que no se quiere casar conmigo y okay, no tengo idea aún de cómo ser esposa, aunque igual me ayudarás; uno siempre obtiene un superpoder humano luego de hacer algo como casarse o ser mamá—burló, negando al soltar sus manos, despacio—. Dios, sácame de aquí, porque tengo tantas cosas que hacer...

—¿Está bien, señorita?—Unos toques suaves la despabilaron, teniendo que limpiarse de nuevo al sacudirse las palmas, girando para abrir la puerta. 

—Sí, sí, es que estaba meditando—habló, sacudiendo su rostro en lo que lo vio de reojo—. No vayas a pensar que...—Lo vio mover sus palmas en son de paz, alzándolas, tranquilo.

—No, nada de eso—enunció—. Igual, los baños son para eso; uno descarga la vejiga o los intestinos, en otros nos podemos dar un baño cómodo y así, sucesivamente, dependiendo del estatus social de la persona; en mi caso, tengo tronto, bañera y cubeta.

—Pero es que no estaba sentada en el trono—refunfuñó, caminando despacio a su lado—. No hacía eso del dos y no me gusta estar en baños públicos. 

—¿Ah no?—Intentó devolverse para inspeccionar con el olfato la realidad que superaba a la ficción de la que hablaba, recibido en el agarre de su brazo para que volviera a su sitio entre las risas. 

—Es una promesa—elevó el meñique, riendo en lo que Davon la vio, contemplando ese gesto tan infantil y natural, a la vez que quiso guardar con un toque esa sonrisa en el rostro. 

La verdad es que no la había visto sonreír así, en todo caso, parecía más cargada y entristecida como el primer día en que la vio, aunque ahí, cualquier vestigio de preoucupación se había apartado de su sistema. 

Eso lo hizo estirar un poco sus labios, hinchando su pecho la satisfacción de haberle cambiado el diálogo junto a la impresión del momento, cuidando de quien era su jefa por ese tiempo, a pesar de que no volvería a verla por la vuelta a su responsabilidad. 

—Muy bien—aceptó en el susurro, usando el meñique que no usaba con su hija, manteniendo la vista sobre él, tratando de dejar de sonreírle. 

—Y no sé por qué estamos hablando de darle el uso natural al trasero—Davon rió, impregnando la estancia del gesto al echar la cabeza hacia atrás—. Mejor hablemos del traje—restó, con su palma batida en frente al llevarlo hasta el escenario del que no escapó bajo la inspección de la castaña. 




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