Abrió la boca, dispuesto a expresarse aún cuando el silencio pareció reinar en la estancia, ignorando cualquier sonido que a ambos pudiera llamarles la atención, hundiendo los hombros para confesarlo.
Bajó la vista, inclinado para entregarle la cartera en lo que pudo acercarse, sin poder dejar de ver su prenda, ni lo hermosa que se veía en ella.
Parpadeó, avergonzado en su presencia por haber irrumpido en el área, cosa que seguro le había molestado, puesto que tomó como opción el hacerlo sola, sin nadie que la ayudara, ni que opacara el instante donde iba a apreciarse como una casi esposa.
Tomó el bolso, viéndolo girar, dirigido a la salida donde se pegó a l madera, cerrando los ojos por la imagen que no dejaba de moverse por su mente.
No entendía a ciencia el impulso que le generó su figura, el hecho de encontrarla así, porque no era una mujer que se hallaba en su vida de un modo romántico, aún cuando lo que experimentó, fue demasiado surreal para lo que ocurría.
La verdad era que no podía estar experimentando nada por esa muchacha, no era justo que después de haber encontrado quien le moviera algo en el interior, tuviese que despedirla en menos de veinticuatro horas porque iba a contraer matrimonio con alguien más.
Si es que ese alguien más llegaba por las buenas a su ceremonia, pudiendo apreciar más allá de su ego, lo que ess mujer le estaba dando al tener la oportunidad de formar parte en su vida.
Todavía no comprendía cómo algunas personas que sjpuestsmente se amaban, hablaban sobre el tema del divorcio, porque se suponía que la construcción de la relación era algo de los dos, no de una parte y que el amor también formaba algo de cada día, no de un hecho a futuro que podría marcarlos.
Por eso quizás le había costado hallar a alguien acorde a su pensamiento, porque lo menos que pasaba por su cabeza era el "hasta un día", si podía trabajar para que las cosas llegaran a un para siempre, a pesar de que los mismos lo existían en la vida real.
Él estaba dispuesto a luchar y lograba ver el diamante en bruto que Evia era, pero su prometido solo veía a alguien que podía beneficiario sexualmente y quizás, con quien poder estar sin compromiso ni decisiones serias que le espantaran.
Liberó los pulmones, sentado en una de las escaleras, luego de pasar al baño del pasillo, habiendo lavado su rostro y al tratar de ocultar el desastre en su entrepierna.
No lo entendía, no quería ni pensarlo, hasta que la vio al llamarlo con unos toques en la madera, volviendo dentro por la petición en silencio que le hizo.
—Lo lamento, tuve que ver los mensajes—admitió, masajeando sus frente—. Es un imbécil.
—Sí, ya hablé con él—auguró—. Quiere seguir estando en mi vida, sin una etiqueta—notó el nudo en su garganta, sentándose en la mesa al dejar los brazos allí.
—¿Qué le dijo?—Supo que el silencio la estaba ayudando con el hecho de evitar el llanto, avanzando al espacio a su izquierda, sosteniendo su palma.
—Le dije que si de verdad me ama, se iba a casar conmigo mañana delante de todos, sin importar que su familia y amigos no estén—murmuró—. Que si de verdad me quiere, hará todo lo posible por esto, por mí, por la relación—inspiró, hondo—. Que no se trata de apariencias, que no he fingido con él y que si es por el dinero, para ser su esposa, le entrego la empresa a alguien más o la vendo; qué sé yo.
—Eso no sería justo para ti—lo miró—. ¿Cuánto trabajaste por eso?
—Renunciaría a todo por ser su esposa—confesó—. A todo lo que siente que le estorba y lo opaca.
—¿Incluso a ti?—Sorbo la nariz, derramando las lágrimas en frente, haciéndole un hueco interminable en su pecho—. Porque eso, todo lo que has conseguido, eres tú y lo hiciste por ti y eso es lo que le estorba y lo "opaca"—sus facciones se mostraron adoloridas y penosas, como si le hubiese recordado algo que olvidó, teniendo que mantener el papel, a pesar del abrazo que ella estaba necesitando.
—Me pidió que cancelara la boda—farfulló, limpiando su nariz—. Y le dije que no, que no se cancela la boda y que si él no quiere casarse, que otro lo hará—encogió los hombros—. Tengo menos de un día para casarme, ¿puedes creerlo?
—La verdad, sí—su respuesta la hizo reír—. Lo que más hay, son peces en el mar.
—Pero no soy filoanfibiosa—Davon rió, impregnando el sitio de gusto, lo que ayudó a su consuelo, segura de que podía hallar a alguien más que pudiera llevar a cabo la tarea que deseaba completar.
A él le parecía interesante que su decisión recayera en continuar y a pesar de que quería preguntar el por qué, no quiso tocar otras partes del tema, sino darle el espacio de lo que estaba necesitando. Además, no tardó mucho en perderse al ver a un lado la ventana, cruzada de brazos, en lo que ordenaba su interior rebosado de emociones.
—¿Me disculpas un momento?—Afirmó en un mover al dejarla ir, oyendo que cerraba la puerta en el pasillo, bajando la cabeza por el llanto que intentó detener, o quizá ocultar al abrir la llave, cuando no estaba preparada para la ducha y apenas se podía lavar la cara.
La impotencia volvió a llenarlo, haciéndole sentir inútil y fracasado por no poder ayudarla, ni emitir otras palabras, pensando a la par la búsqueda de alternativas que la ayudasean a mejorar, a estar en pie y a encontrar lo que le hacía falta, para que no hiciera el ridículo el día siguiente.
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Editado: 19.11.2024