Evia restregó sus ojos, girando en el colchón al no haber hallado a nadie, habiendo pensado que en el transcurso de la noche, su esposo iría a recostarse a su lado, al menos para descansar juntos.
Exhaló, sin sentirse mal por el hecho de que no lo hubiera hecho, consciente que no manejaban ese tipo de confianza, y a pesar de todo, no podía obligarlo a hacer cosas de esposos o en torno a un matrimonio, si ambos tenían mucho de lo que conversar.
Pasó el trago, girándose de un pronto para abarcar todo el reposo, antes de llegar al borde, enderezado de un pronto.
Echó el cuerpo hacia delante, pisando la alfombra suave en lo que salía, para luego reposar los pies en el piso frío, avanzando hacia la puerta en vez de ir al baño a retirar los residuos del sueño.
Por instinto, quiso buscarlo para saber lo que sucedía, recostada del umbral en lo que vio el área solitaria.
La saliva le supo salada, emocional, viendo la cama arreglada y nada desecho en el sitio, lo que le removió el mundo interno al restregar sus ojos cuando dio un paso, recibiendo los rayos de sol.
—¿Davon?—Habló, somnolienta, esperando con ello ubicar su dirección.
Despacio, soltó un bostezo, tratando de ignorar el resplandor de la mañana que entraba desde la ventana a lo lejos, hundiendo los hombros en lo que buscaba su figura.
No lo encontró al instante, pero sí al llegar a la mesa de desayuno, viéndolo de espaldas al estar en la cocina, sin usar una camiseta que al menos cubriera su espalda.
Intentó ignorar los detalles en su piel, aunque le fue imposible por cómo sus ojos se movían hasta sus omóplatos, su columna dorsal y el cuerpo fornido que no había notado del todo, paseando su atención incluso por la forma en que sus hombros se tensaban.
La boca se le hizo agua, extraña por la vuelta en su estómago al sostener la silla en frente, apretando los dedos en cuanto bajó la vista hacia lo que había en el lugar.
Había un mantel y otros recipientes, habiendo servido una serie de aperitivos para la hora de la mañana, al terminar de apagar la estufa.
Davon giró, con el sartén en manos, resguardado del guante para cocina, lo que le impedía quemarse.
La encontró subiendo la mirada de inmediato, impregnada de mucho en esa expresión al colocar lo hecho en el recipiente antes de dejar el utensilio y prestarle atención.
Le supo a extrañeza el escenario en el que se encontró, soltandose del espaldar del asiento para dejar las palmas a cada lado, sintiendo que comenzaban a sudar en el avance de los minutos.
Trató de asimilar lo que sucedía, volviendo a inspeccionar la habitación, la sala y el sitio en general que le llenó de calma por ver todo en su lugar, lo que de algún modo quitó la mancha de los recuerdos a los que estaba acostumbrada, las veces que Ron pasaba por su casa.
Siempre tenía que hacer el desayuno, recoger las prendas que dejaba en el suelo y ordenar el clóset con sus pertenencias, no obstante, ahí no tuvo que hacer nada, ni vio alguna cosa fuera de lugar que le hiciera empezar la mañana, cansada de lo mismo.
—¿Buenos días?—Tanteó, despacio, a la espera de que su voz no le incomodara.
—¿Tú... hiciste todo eso?—Fue lo primero que liberó, ignorando el que debió haber lavado su boca, para no molestarlo con el aliento—. Perdón, no he ido a...—Movió sus manos, restándole importancia.
—Sí, lo hice—echó la saliva hasta el fondo, tocada por lo dicho.
—Yo...—Apartó el rostro del suyo, conmocionada en lo que intentó ver el suelo, parpadeando para alejar el picor.
—Lo necesitabas—murmuró—. Después del día duro que tuviste ayer—un sonido roto le salió de la garganta, inspirando hondo para verlo de lleno, emocional.
—Gracias—inspiró—. Todavía no olvido que me la pasé llorando la mayor parte del día—farfulló—. Davon—el llamado lo hizo acercarse, cubriéndola en el abrazo al que se aferró, sin que su piel desnuda llamara al momento o les impidiera ese instante.
Sintió las gotas caer en la piel de su hombro, aferrada con fuerza al sostén al pasar sus brazos alrededor de su cuello.
—No lo merezco—susurró, chocando su aliento contra su cuerpo.
—Tú no determinas eso—habló, haciendo distancia con tal de limpiar sus mejillas, pasando los pulgares en el espacio—. Buenos días.
—Buenos días—se restregó el rostro, causándole una sonrisa en lo que alejó sus manos de ahí.
—Vamos a comer algo—instó, uniendo sus dedos al llevarla al asiento para que se acomodara en el sitio.
No lo hizo de inmediato, girando para captar la expresión de consulta en su rostro, pasando la mirada por su rostro, al querer del contacto.
—Quiero un beso—carraspeó—. De buenos días.
—¿En la mejilla?—Indagó, al atraerla para besar su frente, cerrando los ojos.
—En la boca—liberó, bajito, estirando las comisuras por lo mucho que sintió el rubor allí.
—A ver—el sonido frustrado le hizo reír cuando la besó en la mejilla, bufando luego por cómo le dio otro en la otra.
—Davon—refunfuñó, detenida en el instante, al alzar su mentón para besarla en el llamado.
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Editado: 19.11.2024