No se cancela la boda

Amor rosa.

Le sostuvo la mano durante las presentaciones de la cinta, viendo de vez en cuando ese anillo reposar en su dedo.

El roce le llamaba la atención, sin embargo, sabía que aún lo estaba procesando y quizás creando nuevas respuestas o preguntas a todo lo que se había dado.

¿Cómo pudo ser él? ¿Cómo pudo ser ella?

En el fondo, su realidad le indicaba que no entendía cómo pudo elegirla o al menos, elegir ese camino con ella, sabiendo que tenía tantas oportunidades por delante y tantas otras chicas a las cuales mirar, que se asemejasen a su condición.

Porque la verdad era que ni siquiera se imaginó la magnitud que le generaba el llevar a cabo un acto como ese, el de casarse con él, teniendo un peso tan grande sobre sus hombros.

¿Lo mejor? Era que no le había dado el sí a esa propuesta por los beneficios que pudo haber traído con ella, sino porque le generaba gusto, además de un reto y una nueva oportunidad de poder mostrarle sus sentimientos a alguien más.

Nadie podía condenarlo por decir que no la primera vez, por excusarse incluso poniendo a Isabela por delante, no obstante, su elección reflejaba lo que llevaba aunado por dentro, aparte de lo que se le hacía necesario a su pequeña.

¿Sabría lidiar con ella? No tenía la menor idea, sin embargo, verla embelesada en las imágenes le dejaba ver que iba a adaptarse a esa nueva faceta de su vida, sobre todo porque le recordaba de cierto modo a su niñez, una donde quiso tener una compañera, pero no estuvo nadie más para sí.

—Mi amor, ¿estás bien?—Indagó, preocupado al saberla lejos de allí.

Evia lo vio, recostándose de su hombro al recibir el beso tierno en su cabeza, lo que hizo que miles de sensaciones explotaran en su interior, como si fuesen dinamitas de colores haciendo una fuerte explosión.

Incluso pudo verlas en la pantalla al mismo tiempo que eso sucedía, sonriendo apenas en cuanto apretujó el agarre de su mano izquierda.

Davon liberó una pequeña risa por la necesidad que tuvo su esposa de alargar su brazo y mantener muy fuerte y cerca la conexión de sus manos izquierdas, deseando la sensación de los roces de las argollas que llevaban.

A Evia se le hizo muy excitante, a pesar de la burla de su esposo, puesto que le parecía algo fuera de lo común, además de un sueño hecho realidad, cosa que él había logrado que sucediera.

Sonriendo, le hizo espacio entre sus piernas y entre su hombro metió la cabeza, cambiando la posición para que estuviese más que satisfecha.

—Si quieren, me puedo quedar sola mientras ustedes hacen sus cosas de adultos en otra parte del barco no muy cerca de mí—la joven expuso, comiendo del enorme bote de palomitas.

—Atiende a tu cartón, Isabela—murmuró, firme—. O no vamos antes.

—Quiero más refresco—alzó el vaso, completamente vacío.

—No—apuntó—. Un agua con gas o sin gas, tú eliges.

—Con gas—refunfuñó, al tomar el objeto que la mujer le quitó de las manos.

—Yo puedo ir—dijo, despacio.

—Está bien—le guiñó el ojo, dándole un beso casto al que la chica reaccionó con un "iugh", mientras su padre rodaba los ojos, casi empezando a discutir con ella.

La verdad, le era chistoso ponerlo en esa situación, sobre todo porque lo animó a lanzarse a ese mundo del amor y no le incomodaba en lo absoluto el afecto, pero debía seguir siendo la líder de su asociación contra todo lo que era rosa y el amor le parecía de ese color.

La castaña se movió hacia afuera, saliendo al ver a una pareja que salía super pícara y jovial de otra sala, pasando sus ojos por ella al irse riendo llenos de complicidad.

Evia sonrió, cabizbaja en lo que cambió el vaso sucio de refresco por uno para el agua con soda, buscando llenarlo a pesar de que obtuvo sólo la mitad.

Al parecer, se habían terminado todo el líquido, por lo que se movió en el suspiro a otro lado, esperando que alguien la rescatara y el tiempo de espera de su... ¿hijastra? Fuera el menor.

Al fin encontró una máquina, por lo que inspiró de alivio, terminando de llenarlo al escuchar voces en un espacio privado donde algunas parejas estaban teniendo una velada especial.

El sonido de la risa se le hizo especial, lo que le hizo elevar la vista, viendo a un hombre que sintió haber conocido, prestándole atención al escenario al dar un salto cuando el vaso se le rebosó.

Ignoró a la pareja, no sin que el presente viera la figura de la fémina concentrada en secarse, pasando de ella en cuanto dio la vuelta, apresurada en el regreso.

La queja de Evia fue más por sentirse incómoda al estar mojada, temiendo que eso la resfriara aunque ni siquiera fue tan grave, pero la ansiedad la estaba llevando a otro lugar.

Llenó los pulmones de aire en cuanto pasó, viéndolos tener una conversación amena, como si se tratara de un juego conocido entre ambos.

Trató de llegar lo más sigilosa posible, yendo al asiento a la par que terminaban, mientras la chiquilla tomaba el el agua con gas, volviendo a concentrarse.

—¿Estás bien? Tardaste mucho—Giró, mirándolo al sentir su palma en el muslo—. Te mojaste, ¿qué pasó?




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