Esmeralda guardó silencio, viendo también su duda en todo el proceso al ir por su mano, despacio.
—¿Cómo, criatura? Si no puedes tener hijos—emitió, leve.
—Lo sé, y es muy, muy baja la probabilidad de que algo así ocurra, pero ya que estamos, con Ron habría hecho todo por tener uno, porque él deseaba embarazarme pronto y tener un varón, y con Davon... a él me gustaría hacerlo papá de forma genuina, auténtica, claro, si él quiere, aunque no le he explicado todo el tema de mi infertilidad y sabe que no estoy dispuesta a pasar por la masacre que investigué con la medicina—se enderezó en el lugar, inclinada hacia delante—. Yo entiendo a esas mujeres que lo han hecho o lo intentaron, es solo que yo siento que eso me haría más daño que el haber puesto empeño en tomar en cuenta esa casi nula probabilidad.
》Y si le comento sobre mi deseo y lo que se ha desatado en lo interno, tal vez hablando con Dios me funcionen las cosas—completó, sincera.
—Solo te advierto que Dios no es moneda de cambio, Evia, y creo que no cumple nuestros caprichos.
—Lo sé, lo sé, y no es un capricho, es algo raro que se ha posado en mí, porque me molesta hablar del tema, de cómo mi cuerpo no me hizo el favor para cumplir algo que las que queremos, sí lo merecemos, pero también es por eso que no le he dicho nada aún, y no sé el punto de vista de mi esposo—desglosó—. Hablaré con Dios y también lo haré con Davon, ya eso va a determinar el futuro de ambos, porque yo... es que nunca pensé es hacer eso por quererlo, sino por satisfacer a alguien más—recordó—. Ahora esto es nuevo, me quema en el pecho y no quiero ignorarlo, por eso te lo digo.
—Te agradezco eso, tu confianza conmigo es admirable—apremió—. Aparte, oírte decirle esposo es algo que se oye hermoso—comentó, feliz—. La verdad, no te juzgo por querer volar, mi chiquita, ya eres una mujer adulta, hecha, derecha y ab...—Le dio una mirada de advertencia—. Abierta—le sacó la lengua—, porque exploras todo, lo diseñas hasta en tu mente, tu pensamiento es amplio y buscas la felicidad, lo que en serio te hace bien—apuntó—. Por eso, y aunque no soy del área tan devota, sé que te irá mejor hablando con Él, con tu Papá—encogió los hombros—; al final, fue quien te creó en el vientre de tu mamá, ¿no?—Se quedó mirándola, bajo el asentimiento—. Y ponle fecha al Señor de arriba, porque a veces tiene un humor que si le dices que lo quieres, te lo manda ahora o mañana mismo, pero sufres las consecuencias—refunfuñó.
—¿Y cómo sabes tú tanto de Dios?—Se elevaron al instante, ya listas para dejar el establecimiento, satisfechas por la compenetración emocional.
—Ah, en mis tiempos fui medio amiga del father por voluntad propia.
—Esmeralda...—advirtió.
—Es en serio, yo le pedí muchas cosas, y claro, de algún modo se las pagaba, porque nada es gratis, aunque yo creo que lo que hizo por nosotros sí fue más gratis para nosotros, que para Él, además...—Las dos caminaron devuelta, con la joven escuchando las anécdotas de su compañera, quien no la dejó indiferente ante sus relatos, tomando vehículos separados a la hora de regresar.
Evia se quedó en la iglesia y esta vez, no le pidió al taxi esperar, llegando a la puerta del sitio, antes de pasar para tomar ese tiempo.
Tomó asiento en un banco y solo pudo ver hacia delante, consciente de que Dios sabía que ella estaba ahí, de que lo tenía presente y quería agradecerle, además de decirle tantas cosas.
—Solo si es tu voluntad, solo si quieres hacer algo dentro de mí y demostrar quien eres para mí y los que me rodean, me darás la oportunidad de tener un bebé—musitó, tranquila—. No es obligación, no es poniendo un plan por encima del tuyo, es solo si está en mi destino, en la historia que escribiste para mí—procuró—. Si no está en tus libros, ese embrión no verá tus ojos ni tus manos van a formarlo, Dios—enunció—. Estoy tan agradecida contigo y no sé si te gusta o no que tenga una vida íntima con mi esposo, seguro no te metes en eso, porque me lo diste, así que... solo... si es algo malo, remueve mi pecho y si es algo bueno, haz que esta noche, al llegar a casa, respire calma y también haya algo de movimiento en cuanto al romance hablando, nada de terremotos—inspiró—. Tú sabes todo y yo quiero hacerlo bien, así que ayúdame a lograrlo, a poner mi vida en un buen orden.
》A Esmeralda, deja que siga siendo feliz, qué bueno que respondiste también lo que un día te pedí, porque hablar contigo funciona, cuando aceptamos que trabajas en tu tiempo—continuó—. Ambos se merecen y yo... ya quisiera terminar con toda la historia de Ron, pero eso lo determinas tú—se alzó, con la cabeza gacha, despedida de Él—. Nos vemos pronto, Dios—hizo una reverencia—Gracias, de verdad—terminó, volviendo a su empresa, donde estuvo tranquila, a la vez que se hacía cargo de lo más importante, lo que requería su atención por encima de cualquier cosa.
Al llegar a casa, un sonido típico resonaba desde adentro.
Había llamado a Davon media hora antes, y en ese entonces se hallaba en la cocina, con un delantal puesto, haciendo la cena.
No tuvo olor desde afuera, pero sí obtuvo información de lo que hizo el resto de las horas.
Compartió una larga charla con Isabela, quien estudió lo que tenía atrasado, puestos ambos al día en el tema de la educación y el apoyo que se le hizo necesario proveerle desde ese instante.
Luego de cumplir con lo acordado, hicieron un calendario y su esposo tomó el rumbo de la cocina para el medio día.
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Editado: 19.11.2024