Por su parte, Ron había pasado la peor de las noches al llegar a su casa como si estuviera destrozado, más por las palabras que soltó en contra de ella, que las que había escuchado de su ex novia cuando lo confrontó.
Se sentía con toda la culpa encima, embargando y corroyendo su ser de un modo que no imaginó, aunque sabía que parte de eso era el hecho de que iba a perder una buena exclusiva de su trabajo.
Todavía tenían un proyecto juntos, al saber que finalizando el mes tendría que presentar los diseños para ese proyecto de pisos en la nueva edificación, sin embargo, no tendría tanta cercanía para escucharla hablar de lo que ese proceso le generaba, ni para conocer lo que las palabras podrían unir a la hora de hacer esa nota de prensa.
Si bien, su equipo también estaba esperando noticias de sus nupcias para impulsar más su revista, tenía claro que les había fallado y no precisamente porque quiso o pensó que ests vez ganaría, como las veces anteriores, sino porque tampoco la quiso arrastrar a ese mundo de infelicidad que él emanaba a su alrededor.
La vida de Evia se había vuelto gris desde que llegó, amargando su vida con sus sugerencias, poniendo por debajo su autoestima y dejando de verla florecer como lo hacía antes de estar en su vida.
Ella había llegado a esa cima sola, a punta de un corazón rojo por la falta de su familia, alrededor de un asesor a quien terminó de sustituir cuando le dijo que sí al noviazgo.
Ese hombre había sido como un padre para ella, porque nunca la dejó sola, ni siquiera cuando él llegó a hacerle esa entrevista que iba a camuflar todo e iba a destruir su felicidad; no estuvo de acuerdo incluso en la relación de ambos, ni en esa nota que tomó, sin embargo, el pedido de Evia de poder crecer le dejó en claro que él no volvería con ella, ni iba a continuar protegiéndola, cosa que le hizo espacio en su interior.
Al menos él fue la falsa cura para su pérdida.
Y no la culpaba por hacer como si ese hombre nunca existió, porque eso fue lo que él hizo con ella ante su mala elección.
Pero después de todo, y para su mejor suerte, Evia estaba libre, viviendo la vida que siempre quiso con alguien más y él estaba solo, con su trabajo, al que por la mañana iba a renunciar.
—Hombre, pero qué milagro verlo, ¿por qué llegó tan temprano? ¿Se aburrió?
—Dile a Jojo que espere mi carta de renuncia en una hora—el rubio lo vio, sorprendido—. Ve a trabajar, Michael—despidió, subiendo al ascensor, sin siquiera verlo bien.
Pasó de las féminas que le hacían ojos al colocarse las gafas completamente oscuras, dejando ese maletín en la oficina, recogiendo sus cosas.
—Me acabo de enterar de tu llegada inesperada—su jefe pasó, viéndolo seguir sus movimientos—. ¿Qué te pasa, a dónde vas?
—Voy a cumplir con mis últimas notas y voy a renunciar.
—¿Qué?—Cerró con seguro tras de sí—. Muchachuelo, no tienes ningún derecho a hacerme algo así, sabes que puedo tirar tu carrera por el caño cuando menos te lo esperes.
—Mi carrera se terminó desde que me enviaste a entrevistar a Evia—el presente rió, burlesco.
—¿Es por eso? Cada día, nos da más plata esa noviecita rica que tienes.
—No es mi novia—el hombre se atragantó con sus palabras—, ni mi prometida, ni mi esposa; es mi ex—amplió los ojos, anonadado—. Me enviaste ahí para que fingiera y en cierto punto, me enamoré de ella, pero solo la lastimé para poder mantener tus malditos estándares—liberó—. Ni muy gorda, ni muy flaca, ni muy buena persona, ni muy mala; ni muy feliz, ni muy triste, pero tampoco amargada o con el cabello tan largo o con esa ropa o tal cosa que no fuera buena para tu maldita página y solo... se convirtió en alguien insuficiente para mí—murmuró—. ¿Tú sabes lo que odiaba que me hiciera caso en todo? Fui un maldito, Tony, y siento mucho que pierdas tu valiosa fuente de ingreso, pero prefiero la mierda del desempleo a acabar con alguien más.
—¿Al menos te acostaste con esa tal Ashley, con la que estabas en San Francisco?—Apretó los puños, contenido al remover su cabeza—. Mi nota sobre ella antes de que termines tu turno—abrió la boca, viéndolo dar la vuelta—. Y otra cosa, ya que tú y el fleco de espaguetis ese no están juntos, no vas a hacer esa nota para mí.
—¿Disculpe?—Inquirió, chocado—. Firmamos un contrato.
—Lo firmaste sin consultarlo conmigo—reviró—. Ya verás cómo levantas el ánimo de tu ex.
—¡Imbécil!—Farfulló, sin que le importara al tirar todo abajo, rompiendo en dos esa fotografía donde ambos sonreían en uno de esos viajes que hicieron.
Ron la recogió de inmediato, quitando los vidrios al acariciar su rostro, lamentando haberla afectado tanto solo para poder triunfar.
Quería poder, reconocimiento y ser importante por encima de ella, pero, ¿a qué costo? Si ella irradiaba libertad, emprendía desde hace tiempo y no porque perdió trabajos, ignoraba cualquier oportunidad de ser quien era y brillar.
Negó, sentado en esa silla, recibiendo el golpe de realidad en lo que redactó lo que el hombre quería, finalizando luego la carta de renuncia con su firma.
Había desistido de sus pagos, puesto que podía manejarse con los ingresos en su cuenta de banco y el último sueldo que obtuvo, enviando el documento a los Departamentos necesarios.
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Editado: 13.01.2025