No se cancela la boda

Cita.

Esmeralda pasó adelante, cerrando tras de sí la puerta de su apartamento con las bolsas de compra y algo de comer que no había querido desperdiciar del lugar donde almorzaron, dejando la funda sobre la encimera.

Vio una nota en el desayunador, girando para encontrar que era más una foto suya de forma instantánea, donde se hallaba un gesto de felicidad genuino que no había visto en años.

Al menos no hasta ahí, que estaba con él.

No supo cuándo le tiró esa foto, puesto que tenían poco tiempo de conocerse o en todo caso, de dónde la sacó para recordarle que tuvo buenos tiempos, sin embargo, apreciaba el hecho de que la viera y la hiciera recordar lo mucho que merecía continuar así, a pesar de tener esa bruma sobre su cabeza con respecto a su edad y al hecho de tener una vida sexual plena, como nunca la había tenido, hasta poseer la probabilidad de quedar embarazada.

En cierto punto, tenía miedo por cómo todo iba ocurriendo, y no era lo de menos al sentir que podría perderlo todo en un momento.

La verdad, no estaba dispuesta a flaquear, ni a perder lo que tenía por algo, mucho menos a dejar que los retazos del pasado la envolvieran, no obstante, necesitaba hablar con Johnny de todo eso, porque también era hombre.

Tenía sus planes, sueños, el trabajo como chofer en esa agencia; no iba a adaptarse a todo tan fácil o quizás lo estaba subestimando por los nervios que la azotaron.

Sin querer continuar bajo los pensamientos ansiosos, leyó el grabado de su letra, sonriendo al ver la hora y el lugar donde la esperaría, deseando verlo desde ya.

Quería llamarlo y decirle que volviera, pero se contuvo a duras penas mientras se alistaba con ese vestido especial y exclusivo, luciendo unos zapatos distintos a los que su amiga le había recomendado.

Para ser sincera, no era muy asidua a mostrar las piernas, más que a él o para ir al trabajo, usando medias en el color de su piel que no desentonaban ni con sus prendas, ni con sus zapatos.

Como había preparado esa sorpresa, buscó los interiores más acorde que la tela cubriera, para que él se deleitara en descubrir y mirar la mujer que era.

Solo era suya y nunca de su ex pareja, quien no le había demostrado ni una cuarta parte de lo que Johnny le entregó.

Se puso los pendientes que resaltaban en piedras brillantes, cubiertos del material plateado al verlos fijarse en parte de la extensión de su oreja, yendo por el maquillaje suave en tonos de plata y negro, añadiendo en una esquina un pequeño toque de sombra nude que combinó con el labial que buscó entre sus cosas.

El tono parecía más del tipo rosáceo, combinando con su piel clara un poco tostada y brillante, usando máscara de pestañas, dejando el collar a un lado.

Con los lunares que tenía, era suficiente adorno para su extensión, realzando el hecho de portar ese vestido con corte en V pronunciado, ceñido a su figura al ser de una tela suave en color negro intenso, sin dejar de lado la forma en que una galaxia de estrellas tallaba el diseño de la prenda, haciendo una asimetría en la falda por tener la parte delantera más corta y el área trasera más larga.

Verse así le hizo encontrar más jovialidad de la que esperaba, lo que le gustó de muchas formas, dándose una sonrisa en el espejo al notar que su detalle no desentonaba con esos zapatos negros de tacón largo y plateado.

Listo su bolso de mano, guardó sus pertenencias al pedir un taxi desde ahí, antes de bajar y llevarse unos guantes negros que compró como extra.

No sabía si iba a usarlos, lo que sí estaba segura era que si salían a caminar, ponérselos le ayudaría a cambiar un poco el frío de sus manos y brazos.

No pensaba que Johnny no era un caballero, solo no le apetecía abusar si buscaba disfrutar la noche con los hombros descubiertos.

Entró, moviendo el mechón de cabello a un lado al haberse hecho un recogido simple en la parte baja de su cabeza, dejando algunas ondas en frente para no cargar el estilo.

Cuando llegó, el amable portero le abrió la puerta, dejándola pasar al hacerle espacio, mientras iba con nervios hacia la mesa.

Tragó al encontrarlo de inmediato, en el mismo centro del salón, cumpliendo su sueño cuando las miradas estuvieron sobre ella, quien dio pasos certeros hacia el hombre que la esperaba.

Por un segundo, antes de que entrara y todos hicieran apenas murmullos, estuvo en su teléfono, cuadrando algo de su horario de trabajo, hasta que ese olor de su perfume, tan dulce como su piel, le hizo alzar la mirada con la misma devoción con que empezó a verla desde ese día.

Recordaba ese beso natural, inexperto, y de otro modo, también anormal, sin olvidar cómo cedieron el uno al otro y no quiso irse, rodeado de todo su esplendor.

Como si fuera una celebridad, saludó de sonrisa a cada persona que la veía, llena de las emociones en su pecho al mirar que su anfitrión llegaba hasta ella.

—Buenas noches, mi musa—extendió su brazo, que enredó con el suyo al no dejar de ver a los demás alrededor.

—De verdad no les pagaste para que me vieran—susurró, casi en un chillido.

—No, cariño—giró a verla—. Eso es jugar con tus sentimientos—auguró, cercanos a la mesa, sin dejar de apreciar lo hermosa que se veía frente a él—. Te ves increíble, como una estrella de verdad, dentro de toda esa lluvia que tiene tu vestido—resaltó—. Eres mi musa, de verdad, Esmeralda.




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