No se cancela la boda

Calma.

—¿Nos vamos?—Le cedió el brazo a modo de cortejo, como si fuera su príncipe al verla sonreír, de pie.

Evia se hallaba cerca de la camilla, pensando en lo que había sucedido esas horas, lo bien que la pasaron en su antigua casa y lo mucho que deseaba estar enredada en sus brazos.

No quería hacerlo en un tono íntimo, ligado a la sexualidad, sino a sentirse refugiada en todo el sentido de la palabra al encontrar que con él, la palabra bienestar tenía sentido.

Se sentía en paz, tranquila, incluso con lo sucedido, notando que esa bruma había desaparecido de su cabeza, de su entorno, al igual que de lo interno que llevaba, evaluando su situación.

De verdad no pensó evolucionar tanto en tan poco tiempo, hallar calidad en una relación repentina, a la vez, que tampoco sentir que era vista, oída y cuidada, como siempre lo quiso, incluso desde niña.

La ausencia de sus padres iba a ser casi eterna, porque no los recordaba desde su niñez, no como quería hacerlo, por lo mismo, ese sentimiento de estar sola no la dejaba en paz, pero ahí, en esa habitación de hospital, con esas máquinas alrededor, con la información de la doctora y el miedo por lo que pasó, supo que tenía eso, no había miedo, solo una mejor visión hacia el futuro y un agradecimiento en el fondo de su corazón, hasta por la resolución que obtuvo.

No estaba embarazada y eso estaba bien.

Tenía a su esposo consigo, él estaba enamorado, la amaba, y eso era mejor.

Y tenía a alguien rondando sus vidas que necesitaba de una familia, porque la suya, le perdió.

Estaba todo en orden, nada se hallaba fuera de sitio, nada tenía que no haber pasado, porque su corazón, le dejaba en claro que no había falta entre los dos.

Despacio, con una sonrisa en medio de sus ojos llorosos, se acercó a su hombre, cubierta de inmediato por ese abrazo.

El confort siguió invadiendo su alma, tocando la tranquilidad en la atmósfera de ese sitio al amar ese apretón que le dio, alzando su cabeza para darle un beso.

—Te amo—aceptó, más que convencida, viendo sus ojos de devoción y él, esa chispa de amor en ellos.

Todo había sido tan rápido, aunque encajaban demasiado bien.

Su esposo la besó, enraizando su abrazo alrededor de su cuerpo, en la espalda baja al profundizar el encuentro que casi fue interrumpido por su doctora.

Oriana evitó pasar al verlos desde la rejilla de esa cortina, dejándolos asentar su gusto y amor al no haber encontrado una pareja como esa en el pasado, sin ver temor a la tempestad, guardando contra sí la carpeta con las indicaciones.

No quisieron llegar a más con el gesto, lo único que hicieron fue degustar el instante, con su marido masajeando su espalda baja, encantado al darle un beso en la nariz.

—Te amo—musitó, pareciéndole hermoso escucharlo en esa afinidad, pegada a su esternón al salir juntos de ahí.

El rubor cubrió las mejillas de la castaña al encontrar a la médico esperando, sonriente al verlos en esa burbuja donde lo mágico de su amor predominaba.

Plena, así se sentía en todos los modos, viendo a la mujer acercarse con la carpeta donde estaban las informaciones.

—Me gustaría tenerte bajo observación—mencionó, asintiendo al oírla—. Trata de seguir al pie de la letra esto y nos veremos en la próxima cita.

—Muy bien, muchas gracias, Oriana—indicó, guardando el folder—. En serio, haré todo lo posible por seguirlo al pie.

—Yo me encargaré de eso—los tres rieron, al estar pegadita de su compañero, quien había hablado con convicción ante la fémina, siendo un equipo ante los ojos de la mujer.

Cargando sus cosas, caminaron a la salida, luego de Evia declinar salir en una silla de ruedas como era el protocolo, sabiendo que no tenían vehículo y podían caminar unos tramos leves en medio de las circunstancias.

Davon, por supuesto, estaba dispuesto a llevarla cargada en sus brazos el trayecto que no pudiera avanzar, lo que a su chica le hizo gracia cuando lo oyó, aferrada a su cintura.

Despacio, la joven se detuvo en una estantería que llevaba algunas revistas del día, encontrando la circulación en pantalla grande de una foto suya junto a Davon, apretada en el sostén de su marido.

Quiso quitarle el objeto de la mano al verla, no obstante, se contuvo al saber que todo se hallaba bajo control, no iba a meterse tampoco en lo que no lo estaban llamando y además, sabía que ella podía con lo que sea que estuviera leyendo en esa página.

Para Ron, había sido una mejor idea publicar el escrito en el blog, antes que en su columna como lo pensó, consciente que así repercutiría más lo redactado y no iban a poder detener la magnitud de la nota.

Para su sorpresa, no se hallaba leyendo nada en su contra en esas líneas, pero sí veía la culpabilidad que cargaba por haberla metido en una mentira de la que ella no tenía idea y con la que se dejó llevar todo ese tiempo.

Si era sincera, el golpe no fue tan duro como lo esperó, ni siquiera esa discusión con él, llegó al extremo de sufrirlo tanto como una vez pensó que podría hacerlo si se iba, porque se encontraba resignada y por si fuera poco, lo que vivieron causó una desconexión emocional muy dentro suyo al punto de sentir que ya no valía la pena seguir, ni darse una enésima oportunidad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.