El silencio reinó en la sala durante un rato, siendo la doctora quien salió para hacer la averiguaciones correspondientes, al dejarlos con las manos entrelazadas por la noticia que soltó.
No podía estar embarazada, no era una posible, aunque tal vez no descartaba nada, porque los dos habían estado teniendo relaciones sin protección.
El problema era que su ciclo había llegado y si era cierta la probabilidad expresada por la mujer, entonces algo iba mal.
El miedo la embargó de pronto, rogando que no fuera nada, a lo mucho, un error en su sistema o en el aparato que estaba usando, puesto que ya su situación no era normal y no quería que fuese a peor, para ser sincera.
A pesar de eso, trató de volver a la realidad, a esa calma que su esposo intentaba darle, dejándole saber que todo estaba bien, aún si en sus ojos también veía algo de pánico y miedo.
La caricia en su cabello la hizo verlo, acomodada en la camilla bajo ese manera silencioso que su hombre le entregó, viendo a la médico entrar, luego de que una enfermera le sacara sangre, cambiando el aparato para la revisión que quería hacerle desde el vientre bajo y su pelvis.
—De acuerdo, Evia, generalmente es más factible cuando el proceso se hace de forma interna, sin embargo, quiero estar segura de que no vi mal—indicó, untando gel en el objeto, pasando el material por su piel, para volver a observar la pantalla.
Subió el volumen, buscando lo que había visto al no hallar el rastro, ni los repiqueteos de un fuerte corazón, detenida para hacer presión en ese punto, acercando la imagen de la cámara.
Ya no había nada, ni siquiera la pequeña muestra de esa figura parecida a un grano de arroz que vio, cosa que la hizo hundir los hombros, liberando un suspiro con fuerza.
—¿Pasa algo?—Sacó una captura de esa parte, tal cual lo hizo en la revisión anterior para estudiar el hecho, con la castaña atenta a la pantalla, sin comprender porqué estaba resignada.
—Nada malo—pregonó—. Al parecer, fue una falsa alarma—murmuró, volviendo a examinar las partes, antes de apagar el monitor—. Estás bien, solo debo esperar los exámenes de sangre.
—¿Entonces no estoy embarazada?—No supo qué decir, de pie al no querer seguir, ni sacar más conjeturas.
—Quiero esperar los exámenes para descartar todo—mencionó.
—Está bien—asintió, tratando de calmarse—. ¿Luego podré irme?—Davon la ayudó a quitar los residuos de su vientre, luego de encontrar que entre sus piernas todo estaba bien.
—Sí—sonrió, tranquila.
Aliviada, puso la cabeza en la almohada, sintiendo aún la mano de su esposo aunada a la suya, queriendo no dejarla ni por un segundo.
—¿Se encuentra bien?—La notó algo ida, observando que aceptaba con su cabeza, para luego salir de allí.
Frunció el ceño, besando la frente de su esposa para luego indicarle que iba por agua y algo de comer en la cafetería, yendo tras de la doctora.
En el camino, quedó a su lado, esperando una respuesta más sincera, algo que no quisiera decirle a Evia o que por lo menos, la hiciera liberarse de la presión que la azotaba.
Quizás como médico no le había pasado algo parecido, y era la primera vez donde necesitaba ser sincera.
—¿Sabe? Nunca me había pasado algo así—admitió—. No me gusta sacar conjeturas y tampoco es algo normal que si su esposa está embarazada, menstrúe—escuchó, atento al mantener del camino a su lado—. El sangrado, definitivamente es por su condición, no por implantación y quiero no darle una información equivocada, no a ella que ha estado padeciendo esto por años—exhaló, afectada—. Pensé que había visto la muestra de un bebé en la ecografía transvaginal, y por el conteo, tendría unos doce días, pero si no hubo sangrado días antes según su historial y todo lo que confesó, entonces no hubo implantación y no hay una criatura en el útero, ni rastros de ella en el endometrio.
—Doctora, no todo es perfecto en la medicina—enunció, mirándola—. Tal vez no hay que descartarlo del todo.
—Pero ustedes no quieren ser padres ahora—encogió los hombros, tomando del mostrador el vaso de café, la botella de agua y las dos barras de granola que pidió, dándole una a ella—. Y nunca me había sucedido algo así, no viendo lo que siempre he visto, que me ha tocado muy pocas veces ver al bebé crecer desde el minuto uno, a estas alturas siendo un pequeño grano de arroz.
—No significa que no podamos sobrellevarlo, señora Davis—la mujer negó, riendo.
—Dime Oriana, mejor—los dos sonrieron.
—De acuerdo—indicó—. En cuanto al tiempo, suena al periodo que Evia y yo hemos estado juntos—sopesó, caminando de regreso, despacio—. Si no le molesta, haga un seguimiento y manténgala bajo un control, así puede ver si va mejorando y descartar definitivamente lo del bebé—la mujer lo vio, interesada—. Puede que para ambos sea muy pronto, no obstante, no sería un secreto o algo escandaloso, considerando que no usamos protección desde la primera vez—expuso, detenidos a unos pasos de la habitación—. Evia me dijo que no era necesario y yo no me opuse, luego me explicó lo que pasaba y por ahora, que no sea real, es un alivio para ella, ya que tiene mucho trabajo encima y esta es como una segunda Luna de Miel para nosotros—habló—. Además, creo que quiere tener un bebé cuando sienta su cuerpo y su vida más estable, porque pasar por la ruptura, todo esto de la boda y la vuelta a su vida laboral, es mucho en sus manos.
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Editado: 14.02.2025