Esmeralda terminó de leer la planilla, tomando el último trago de café que su hombre había preparado, oyendo la ducha desde su lugar.
Le había incomodado leer tantas verdades en una nota como esa, aunque agradecía que fueran los periódicos y revistas en competencia con las de Ron, quienes se habían hecho eco para vitalidad lo que publicó en el blog.
Quizás fue una venganza de su parte el dejarlos en desventaja, lo que demostraba que no siempre se sintió satisfecho con su trabajo, pero no iba a defenderlo por lo que hizo.
Él no era santo de su devoción, no la trataba tan bien como debía, solo que meterse donde no la llamaban, no era su mejor tarea, considerando que Evia necesitaba compañía.
También lo había elegido así y tal vez no estaba lejos de pensar que Ron la afectaba de algún modo, no obstante, estar sola siempre era una de las cosas a la que le corría, y por si fuera poco, casi toda su vida lo estuvo.
Fue por eso que se animó tanto de oírla hablar de otro chico.
Davon se la había ganado y ella también se lo ganó, de algún modo.
Era el prospecto que necesitaba, el que iba a demostrarle que no había nada malo con ella, al igual que iba a cambiar la perspectiva de su vida.
Y eso lo aseguraba porque ya no era la misma, ni la sombra de esa Evia llena de incertimbre se notaba en su mirada, en su rostro; estaba viviendo, su pequeña luciérnaga por fin brillaba y no deseaba verla nunca más apagada, pasara lo que pasara o lo que habría de pasar.
—¿Qué haces?—Lo miró secándose, con las cortinas cerradas aunque el resplandor en la parte de arriba de la ventana entraba, llegando hacia ella para darle un beso.
—Leía cómo ese imbécil destruyó a mi amiga—murmuró—. Me alegra tanto que esté con Davon, que no se haya dejado amedrentar—sopesó—. Nunca los sentí encajar, la verdad.
—Solo fueron dos jóvenes adultos tomando malas decisiones—murmuró, cerca al sentirla acariciar su torso—. ¿Te sientes bien?
—Más o menos—confesó, tocando la piel de su brazo al atraerlo hacia ella.
—¿Puedo hacer algo para que te sientas mejor?—Sonrió negando al darle un beso.
—No depende de ti, cariño—pegó su frente a la suya, bajando a sus labios—. Me gustas tanto, no quiero que te asustes, no quiero que esto sea pasajero—exhaló, entre sus brazos al descansar en su cuello—. Johnny, yo... no quisiera seguir si esto no es definitivo.
—¿Y quién dijo que me quiero ir?—preguntó, calmado al hacerla elevar su mentón—. Esmeralda, yo te quiero y quiero estar contigo—pregonó—. Ya estoy viejo como para darle a una mujer como tú, un estado de ambivalencia. Eso no me sirve.
—¿Seguro?
—Seguro, cariño—musitó, dándole un beso casto que a su mujer le supo a gloria, haciendo el hecho más íntimo al apoderarse de sus labios.
Intensificó el gesto, rodeado por su compañera quien lo aprobó en su entrar, volviendo a la cama donde le hizo el amor.
Con una ducha, se alistó al seguir de espaldas, besando su mejilla al estar cubierta por la sábana, apagando la luz de la lámpara en esa mesa de noche.
—Mi turno es corto hoy, nos vemos en un rato—volvió a besarla, satisfecha.
—Te amo—emitió, somnolienta al detenerse en la sala, girando a verla.
Un remover en su pecho se asentó, frunciendo el ceño al partir, con un silencio extraño habiendo cubierto el lugar.
Se detuvo en la puerta, inquieto al abrir, viéndola en la misma posición al no poder irse.
Canceló el trabajo de un momento a otro, aturdido mientras entraba en el lado donde descansó la noche anterior, pegando la espalda del espaldar al estirar los pies ahí.
Las horas corrieron, esperando que despertara, viendo en su movió los avisos que Davon le pasó con respecto a Evia, sin Esmeralda despertar.
Un suspiro abandonó sus labios, dejando de mover las llaves del vehículo a la vez que Esmeralda se giraba, extrañada de verlo ahí.
—¿Qué hora es? ¿No fuiste a trabajar?—Negó, contenido, casi mudo al ver su cuerpo tal cual como el primer día, antes de verla buscar una bata en el baño para cubrirse—. ¿Qué pasa, cariño? ¿Qué tienes?—Le dio la vuelta al área, subiendo para quitarle los zapatos, recostada luego de su brazo, sintiendo su caliente.
—Dijiste que me amas y no me pude ir—admitió, volviendo la vista hacia él, buscando su mano.
—Lo siento—hundió el entrecejo.
—¿Por qué?
—No pensé que te iba a caer tan mal, creo que fue un reflejo.
—Esmeralda, no me había sentido tan bien en mi vida como me siento contigo; claro que tuve a alguien antes, pero yo... Siento tantas cosas a la vez, quiero darte el mundo, lo que no me pediste y te mereces y ni siquiera puedo responder devuelta eso—tragó, viéndola.
—Si me haces el amor, no me quejo—con eso lo sacó del trance al reír, alto—. No me importa, las acciones son todo lo que quiero—prosiguió, sentada en sus piernas al dejar las suyas a cada lado—. Te amo, amo esto, amo la oportunidad que me diste y el que no hayas echado atrás desde la primera vez—sostuvo, fija en él—. Johnny.
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Editado: 14.02.2025