Tomo asiento frente a mi escritorio suspirando hondo mientras doy un trago a mi vaso de café y permanezco observando los rostros lectores de mis amigos y compañeros de trabajo.
Ellos permanecen aún con la mirada en la lectura de la pantalla de su Ipad y de su computadora barriendo con la mirada los párrafos de la obra; observo sus muecas el cómo asienten, su fruncir de cejo o como entreabren los labios buscando una respuesta del porque sucedió aquello. Mi mente me dice que todo lo que he escrito no les ha gustado y que solo lo están terminando de leer por compasión. Lo que me pone nerviosa al esperar su respuesta.
Froto mis manos una y otra vez con impaciencia al tiempo que terminó mi café y continúo mirando sus expresiones esperando a que ellos al fin terminen de leer. Sé que no quiero escuchar sus reacciones, pero también sé que necesito saber lo que piensan.
Había seleccionado a Ixchel —diseñadora gráfica— y a César —de marketing— como mis lectores beta; les envíe mi borrador un par de días atrás, pero por la mañana mandaron un mensaje diciendo que por fin llegarían al final del libro cuando estuviéramos en la oficina, por lo que, durante toda la mañana a partir de que miré su mensaje me he mantenido nerviosa.
Ellos finalmente despejan la mirada de sus pantallas mientras me miran con seriedad. Mi mente regresa a los malos pensamientos que creo ellos tienen, donde imagino que nada de lo que está escrito les ha gustado.
—¿Y bien? —comienzo a preguntar sin despegar la mirada de ellos—… ¿Es muy malo, cierto? Quería experimentar con algo nuevo, pero, aunque el proceso me ha encantado, regresaré a la comedia romántica y a la fantasía.
—¿Bromes, Mara? —interrumpe Ixchel. Su rostro serio cambia a una enorme sonrisa en sus labios mientras limpia la comisura de sus ojos—. Has arruinado mi maquillaje sin duda. Me encanto, es desgarrador, pero al mismo tiempo tierno y hace bastantes cuestiones morales, me recuerda a la narración de Anaïs Nin.
—Ixchel tiene razón —habla César—. La narración tiende a ser erótica, pero también es dulce cuando habla del primer amor.
—Claro, cualquiera que lo lea le va a recordar su primer amor —musitó Ixchel—. Me recordó a Eduardo, fue mi novio durante la secundaria. No fue romántico, pero sí que lo disfrute.
—Sí —dice César poniendo su mano bajo su barbilla mientras miraba al techo con ilusión—, yo también pienso en Marcos y sus padres homofóbicos.
En ese momento siento como la mirada de la chica de cabello rosa pastel se posó en mí. César también posa la mirada en mí sonriendo al tiempo que se acomodaba sobre su silla. La atención de ambos me pone más nerviosa de lo que estaba.
—Seguramente tuviste un amor tan hermoso como para describir tal texto, Mara —añade Ixchel.
—Deberías platicarnos quien fue el afortunado en quien te inspiraste, Mara.
Sus miradas fijas y el deseo de saber qué es lo que pasó por mi mente al momento de escribir aquel borrador me hace bajar el rostro y pensar. Sí que he salido con personas, pero nunca me he enamorado. Las salidas terminaban después de varias noches y pretendimos que jamás sucedió.
Nunca he me enamorado más allá que no sea un actor o un personaje. Nunca una persona me ha roto el corazón y nunca pasó algo más con aquel primer amor, supongo que es entonces donde las palabras de Antonio Tabucchi cobran sentido; puesto que poco he vivido del romance físico, pero sí que lo conozco gracias a la lectura.
No obstante, no respondo nada ante sus palabras, solo reflexiono para mí misma. Ellos tampoco insisten en una respuesta, es más como si su pregunta hubiese sido retorica.
—¿Lo piensas publicar en la editorial? Ixchel haría una preciosa portada digna de tal trabajo.
—Aún lo estoy pensando —musito en voz baja—. No es algo a lo que este acostumbrada…
Ellos dos sonríen mientras siguen debatiendo mi obra, yo los escucho con atención, y aunque mi obra me había gustado al inicio siento que hay algo que le falta, debido a que no logra gustarme del todo. Entonces sigo escuchando sus palabras, pero hay algo que me llama la atención al instante:
—Me recuerda a tu primera obra publicada, Mara —dice César—, también hablaba del primer amor.
Rio a lo bajo, sintiendo mucha vergüenza en mi ser al recordar aquella primera obra. La publique a mis diecinueve años, fue un éxito en su momento: los jóvenes la aclamaban y me abrió las puertas para publicar trece libros más, los cuales adoro y han tenido buen recibimiento por el público.
—¡No compares su trabajo, César! —pelea Ixchel riendo—. Son muchos años de diferencia y de experiencia, no soy nadie para decirlo, aquella primera obra estuvo bien, así como tus otras novelas, pero está será amada por todos, incluso por la crítica.
Causan que me emocionen, entonces agradezco sus palabras.
Ambos asienten regresando su concentración al trabajo: Ixchel debe empezar a realizar las ilustraciones para la publicación del primer libro de una serie a la que todos le vimos un gran futuro con el público, yo como editora, le dije a la autora que añadir ilustraciones le daría otro toque a la obra, por supuesto que la autora no se negó, estaba encantada con la idea, así que ambas debíamos de comenzar a trabajar.
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Editado: 13.12.2021