No sé cómo explicarlo

002| Soy hilarante

Me he quedado dormida a mitad de la edición y lo supe al ver la computadora frente a mí y mirar mis lentes en el piso.

Que incomodo resulta quedarse dormida, y la peor parte viene con la desorientación que esto provoca.

Como es temprano, estiro mi cuerpo y termino de levantarme para realizar la rutina que implica ponerme los zapatos deportivos, ajustar mis audífonos y salir del edificio, donde comienzo a trotar.

Hoy corro medio kilometro más que ayer y aunque puede resultar cansado, disfruto iniciar de un nuevo día así, puesto que por la mañana, la vista en la ciudad es completamente diferente.

Al regresar a casa realizo un par de labores y me arreglo para ir a la oficina y una vez que estoy lista tomo mi bolsa y salgo a mi vehículo, el cual estaciono una vez que estoy bajo el edificio. Saludo a las personas a mi paso y no es que me detengo hasta que estoy frente a mi escritorio donde dejo caer mi bolsa.

Me dejo caer en la silla y comienzo a beber mi café al ver que mis compañeros aún no llegan; no obstante, Flor, la asistente del director aparece deteniéndose frente a mí y sonriendo.

—El señor Hasbun quiere verla, Mara.

Mi corazón palpita con fuerza, ¿será este el fin de mi carrera como editora? ¿Se atreverá a despedirme o me obligara a renunciar? Mi cabeza no puede evitar pensar en miles de escenarios distintos que podría ocurrir.

—¿Qué quiere?

—Quiere hablar contigo, no dijo porque —Se encoge de hombros—, seguro no es nada importante, probablemente solo quiere conocer al personal.

Asiento con miedo. Flor se va, pero yo continúo con miedo. Flor y el director son los causantes que se destruyera mi campo de paz.

Tras unos minutos, César aparece frente a mí preguntándole a Ixchel con la mirada que es lo que me ocurre y porque estoy tan nerviosa, ella tampoco lo sabe por lo que niega.

—¿Ocurre algo grave, Mara? —pregunta César.

Yo asiento volteando a verlo mientras abro mis ojos.

—Ayer derrame café sobre la ropa del nuevo jefe, antes de que supiera que era el nuevo director y discutimos un poco.

—Ay, Mara.

—¡Los voy a extrañar mucho!, espero que mi experiencia sea suficiente para otra editorial, tendré que despedirme de los próximos nuevos proyectos y empezar de cero —abro los ojos—, ¿y si tengo que irme a otro estado para comenzar de nuevo? Elijo Monterrey.

Los dos ponen mala cara seguro pensando en lo dramática que puedo llegar a ser en algunos momentos, pero solo me indican que debo ir o será peor. Me desean suerte.

Una vez que estoy en su oficina saludo respirando hondo una vez más, estoy tan nerviosa y ansiosa que en cualquier momento comenzaré a llorar.

—¿Quiere verme, jefe?

Él suspira asintiendo.

—Así que es usted, señorita Hilpas —responde, yo asiento aún trémula ante su presencia—, tome asiento, por favor. —Obedezco a sus palabras sentándome frente a él. Mis manos no pueden dejar de temblar y el silencio en la sala no hace más que aumentar la tensión—. Ayer se veía con más confianza.

El comentario ocasiona que mi corazón se acelere con fuerza.

—Yo… —Me levanto del asiento con miedo, pero disculpándome con pequeñas reverencias—. Me disculpo ante usted, no quería decirlo, pero me dijo estúpida y creí que era justo decírselo… por favor, no me despida, de verdad me gusta mi trabajo, amo el trabajo y la editorial.

—¿De verdad le gusta su trabajo? —pregunta, yo asiento bajando la cabeza y con el rostro serio. Entonces, comienza a reír desapareciendo su rostro serio. Me confunde—. Es usted hilarante.

Soy hilarante.

Dijo que soy hilarante. Existen muchos adjetivos que me han definido, pero nunca hilarante. No sé cómo sentirme así que solo rio con nerviosismo; sin embargo, hay una duda que abarca mi cabeza y quiere salir con velocidad para lograr volver a estar en paz:

—¿No piensa despedirme?

—¿Por su descuido? —niega—. Solo tenga más cuidado, ha arruinado mi ropa.

—Jefe, pagaré los daños, por supuesto.

Él vuelve a negar, yo no insisto.

—Puede retirarse —pronuncia, yo asiento sonriendo—, trabaje duro si quiere conservar su empleo.

Una vez más asiento, salgo de la oficina sintiendo como mi alma regresa a mi cuerpo y puedo respirar hondo. Regreso a mi escritorio sintiendo las miradas interrogantes de mis dos compañeros, yo levanto mis dos pulgares en señal de buenas noticias, ellos corresponden mi señal sonriendo.

Tras un par de horas en las que los tres estuvimos trabajando, decidimos salir a comer, fue algo ligero hasta que nuestro descanso termina y regresamos de nuevo al edificio. Seguimos trabajando mientras bromeamos.

Ixchel nos muestra una parte de las ilustraciones en las que trabaja y juro que ha sido lo más lindo que he visto, César y yo la alabamos mientras ella habla con humildad.

Tras pasar el tiempo, comenzamos a ordenar nuestros objetos y despedirnos mientras cada uno se va por su propio camino. Cuando llego al edificio y mientras subo el elevador respondo los mensajes de Alma —amiga mía muy querida desde la preparatoria—, y después entro a casa.




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