No sé cómo explicarlo

005| Playlist para bailar en la azotea

En parte, siento celos de verlos juntos, hablando y contentos. Los veo desde la distancia como se sonríen y cuando los veo es inevitable pensar que hacen linda pareja.

Leticia sin duda saber hacer uso del lenguaje corporal para conquistar: mueve su cabello castaño, sonríe, mira a los labios de Aleksis y toca su hombro. Y no dudo que, de este momento juntos, terminen en algo, porque ella es linda y se ven bien juntos.

Yo me desaparezco del centro y camino a la barra pidiendo más tragos y limitándome a beber. La música suena de fondo, pero para mí no existe, debí haber sido egoísta y no habérselo presentado, pero mayor contradicción es que me gusta quedar bien con todos, pese a mi egoísmo.

Creo que beber es lo único que hago bien, aunque algunas veces es cuestionable; sin embargo, ahora mismo es lo único que me motiva.

Después, camino al baño, donde me detengo frente al espejo y veo mi rostro colorado, por el calor, por las personas y por el alcohol en mi sangre. Mi corazón se acelera y en el espejo, veo a Mara sonreír.

Estoy feliz pese a la situación.

Vuelvo a salir del baño, busco con la mirada a mis amigos, pero al no encontrarlo —y tras haber ido por una copa— me detengo en la pared del fondo esperando llamadas o mensajes o algo similar.

—Hola, preciosa —escucho una voz junto a mí, frunzo el ceño al averiguar de quien se trata. No conozco a la persona—. Bebamos algo y después vayamos a fuera.

—No te conozco.

—¿Y debes conocerme para aceptar? —pregunta, yo ruedo los ojos—. ¡Oye queremos mesa! —grita a un camarero al tiempo que chasquea los dedos—, deprisa, mi rey, no hagas esperar a la dama —Se acerca a mí intentando acercarse a mis labios, yo retrocedo. Asco.

No digo nada, simplemente doy media vuelta ignorándolo, pero volteo con furia al sentir que ha tocado mi trasero. Quería que Ixchel, Leticia César o Aleksis me encontraran antes de que mi actitud impulsiva me metiera en problemas, pero ya era tarde.

—No digas que no te gustó —dice. Yo sigo manteniendo mi rostro serio. Se acerca más a mí—. Te haré gritar mi nombre tan alto que no lo olvidarás.

Me acorrala.

Respiro hondo. Quiero golpearlo por sus palabras y por tenerlo casi encima de mí. Quiero huir, pero no encuentro el modo, tampoco quiero armar un escándalo, pero no quiero que el sujeto este cercas de mí.

—¿Puedes irte, por favor? Me haces sentir incómoda.

Él ríe. Vulgarmente ríe, lo que me hace rodar los ojos una vez más.

—Vamos a otro sitio, pero si te excita que te vean ciertos de personas esta bien por mí —Ríe una vez más y lentamente se acerca a mi oreja, yo intento alejarme—. Las pelirrojas me ponen caliente.

Respiro hondo con molestia, no hay otra forma de expresarlo mejor, quiero quitármelo de encima, quiero que se vaya.

—Los hombres como tú me ponen de mal humor —respondo—, así que lárgate.

Él ríe con burla, no sé qué es lo que le divierte, pero mi rostro lo dice todo.

—Me pones tan caliente, preciosa.

Toca mis piernas, aunque quita sus manos de mí en cuanto le piso el pie con fuerza y ruedo los ojos.

—Vete de aquí o gritaré, llamaré a quien sea necesario —amenazado en cuanto más se acerca a mí y comienza a insinuarse en mi cuello mientras me sigue tocando.

Respiro hondo una vez más, veo la copa que tengo en mi mano y entonces la dejo caer sobre su cabeza.

El tipo retrocede al tiempo que se queja y me mira con odio.

—¿Qué te pasa hija de puta?

Baja su rostro visualizando su camisa llena de alcohol y después me lanza una mirada de odio, una vez más. Trago saliva, su mirada da miedo, pero mantengo la vista fulminante a su rostro.

—Si creas problemas en algo tan simple, imagina otras cosas.

—Yo no he creado ningún problema, es usted el que lo ocasionó por tocarme.

El tipo niega mientras intenta secar su camisa.

—Eres demasiado aburrida, desagradable —escupe—. Suerte en su vida —No respondo, solo sigo manteniendo mi mirada fija en él—. Te creas importancia cuando no eres nada. No eres amigable, eres amarga como el limón, pelirroja aburrida —gruñe—. ¡Hija de puta!

Finalmente, el sujeto se va tras mentarme la madre en varias ocasiones. Mi respiración vuelve progresivamente a la normalidad mientras me calmo manteniendo los ojos cerrados, pero entonces la voz de Aleksis hace que me sobresalte.

—Te estaba buscaba —admite con vergüenza—. ¿Está todo en orden? Te ves agitada.

Parece que él no sabe por lo que acabo de pasar, así que solo niego. Es mejor así. Ocultarme en mi propia vergüenza.

Le sonrío, notando que su animo no es tan bueno —como el mío en estos momentos—. Probablemente no es de sus lugares favoritos.

—¿Quieres ir a casa? —pregunto—. ¿Qué paso con Leticia?

Él niega mientras me sonríe.

—Esta bailando —admite sonriendo—. Es solo que no estoy acostumbrado al ruido y las personas.




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