No sé cómo explicarlo

006| Leí tu libro

La mejor forma de tratar de esconder los sentimientos es pretendiendo que no están ahí y evitarlos; lo que a veces incluye a las personas.

Y eso pasa el lunes por la mañana, donde tras realizar mis actividades y salgo de casa viendo como Aleksis está por salir, entonces finjo que olvido algo y entro de nuevo a casa, al tiempo que rezo para que él no me haya visto salir.

Tras segundos y cuando sé que él esta lejos, salgo una vez más y bajo hasta el estacionamiento, entrando a mi auto y conduciendo hasta la empresa.

Saludo a mis compañeros hasta llegar a la oficina y una vez más, saludando y sonriéndoles a Ixchel y César. Después aparece Leticia.

—Leti —dice César deteniéndose frente a mí y sonriendo con curiosidad—. ¿Qué tal tu viernes? Necesito todos los detalles.

Yo sonrío con nerviosismo. Pasaron muchas cosas, pero precisamente lo que quiere escuchar, es sobre lo que no quiero oír.

—Leti, necesito los detalles —repite.

—Deja a Leticia —interrumpe Ixchel—, no molestes, César, si es privado es asunto suyo.

César rueda los ojos repitiendo en voz baja las palabras de Ixchel con burla. Mi compañero necesita de chisme para existir, pero se resiste a preguntar tras la llamada de atención de Ixchel.

—No esta bien, Ixchel —musita sonriendo y quitándose el cabello de la cara—. La pasamos bien, tenemos muchas cosas en común, como viajar y la cocina. El sábado volvimos a salir porque se lo pide. Fue maravilloso, es tan amable y buena persona. Espero que volvamos a salir, estoy fascinada.

Por mi parte enciendo mi ordenador para leer el correo de la escritora para conocer su opinión, pero tal parece que no ha enviado nada, por lo que comienzo a revisar otro texto. Escucho que Leticia sigue hablando, pero no tengo interés en escuchar nada de lo que dice.

Ixchel platica que las ilustraciones están listas, y puedo jurar que es lo más lindo que he visto. Yo descanso sobre mi asiento sonriendo a mis compañeros y diciéndoles que al fin una de las primeras ediciones estaba lista, todos sonreímos, emocionados por saber el día que sería publicado.

Estoy descansado sobre mi asiento cuando, veo que un correo llega, no se trata de la escritora, si no de Flor. Es una invitación a un almuerzo en un restaurante cerca en un par de horas. Me pregunto porque Flor lo mandó ahora y no con anticipación, pero aun así tendría que ir.

—¿Les llego una invitación para un almuerzo con el director Hasbun?

César e Ixchel revisan sus móviles y segundos después niegan. Leticia asiente.

—Escuche que mientras es con los editores, después diseñadores y así progresivamente —añadió César—, suerte con el jefe, Mara.

—Es en poco tiempo, ¿me veo presentable? Dice que es algo casual, pero... —Comienzo a reír—, no sé, el señor Hasbun me pone nerviosa.

—A todos, Mara, a todos.

—No te ves tan mal —murmura Leticia.

—Luces perfecta —dice Ixchel sonriendo y levantando sus pulgares en el aire.

Agradezco sus palabras y seguimos en lo nuestro, hasta que el tiempo pasa hasta que es el momento de ir a la reunión, Leticia me dice que vayamos juntas, pero yo le digo que tengo que hacer algo antes y que se adelante, después de unos minutos salgo hasta llegar al restaurante.

Trago saliva al ver que es el mismo donde Aleksis trabaja.

Maldigo en voz baja, pero entro. Tengo fe en que no saldrá de la cocina.

Tomo asiento en la mesa reservada para el equipo, sintiéndome incómoda porque el sitió grita más formalidad de la que poseo, pero no tanto para sentirme fuera de lugar.

Saludo a mis compañeros editores que ya están presentes mientras tomo asiento. Si el ambiente y Aleksis no me hizo sentir lo suficientemente incómoda, ellos sí; todos mayores, con décadas de experiencia editando a grandes de la literatura y quienes, además, serán grandes en el futuro por tan maravillosas obras.

El jefe Hasbun carraspea sonriendo.

—Me alegra que estén presente —pronuncia—, me he tomado la libertad de citarlos para conocernos, no me gusta trabajar sin saber quiénes son mi equipo.

Sus palabras nos motivan y enorgullecen a todos, de algún modo nos ha subido el ego, lo que causa que me ría para mis adentros. La conversación continúa, hablamos de libros, peticiones, reclamos y felicitaciones para los editores de los ganadores del premio literario del año.

Los platillos comienzan a llegar, y nosotros comenzamos a comer, comprobando que definitivamente tiene el toque que solo Aleksis puede mostrar en sus platillos. Todos disfrutamos del alimento, incluso el señor Hasbun y su exigente paladar —palabras que ha dicho, cuando mencionó que dudó en citarnos en este restaurante porque había cambio de chef—, pero ha sido lo esperado o incluso más, puedo leerlo por su rostro.

No podía esperar menos de Aleksis.

La mayoría terminamos. Algunos editores tienen que irse y se van porque nada los limita, pero los que nos quedamos vemos el análisis que realiza el jefe. Suponemos que en su mente hay una gran lista de errores que todos cometimos y que a largo plazo nos perjudicara.




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