Solo fui un día a la oficina, los demás estuve trabajando en casa, lo que me vino bien para realizar otro tipo de actividades, así como escribir mi propio trabajo y no ver a Leticia, porque ese único día que estuve en la oficina se pasó hablando de sus futuros planes con él para el fin de semana aunque le avergonzaba invitarlo.
Parece que no tenía ni idea de que él ya tenia planes para el fin de semana
No había un itinerario como tal, pero el único plan de Aleksis era irnos desde el viernes al medio día —día que pedí libre—, y regresar el lunes por la tarde.
Me pareció bien, y el hecho de estar junto a Alexis me emocionaba.
Por supuesto que le conté a Alma lo que ocurría. Ella me dijo que no me ilusionara. Una parte de mí lo tenía claro, pero la otra estaba muy emocionada. Desde el primer minuto de viernes preparé mi poco equipaje para viajar ligera.
A medio día, Aleksis me acompaña ayudándome con mi poco equipaje hasta llegar al auto. Al parece será un viaje en carretera.
Me gustan los viajes en carretera.
Cuando abro la puerta trasera para entrar, veo que Alexis es el conductor, después veo a tras, son dos personas: un hombre, y una chica.
Una chica.
Piel morena clara, cabello lacio y negro, delgada, quien voltea mostrándome una bonita sonrisa en sus labios mientras muestra con sus ojos oscuros felicidad y me saluda. Es muy bonita. Le sonrió respondiendo su saludo, pero no digo nada más.
Comenzamos el viaje. Al principio en silencio gracias a la incomodidad, aunque en varias ocasiones con chistes malos provenientes del hombre junto a la chica. Todos rodamos los ojos, pero nadie es capaz de decirle que se callé.
Aleksis decide poner su playlist de «viajes en carretera» al menos yo la llamaré así. Creo que todos lo agradecemos en silencio. Aleksis canta trasmitiendo sus vibras únicas.
Termino cediendo y también acompaño sus coros, después la chica junto a mí, e inevitablemente convertimos del viaje en un karaoke.
Miramos a nuestro alrededor y disfrutamos de la carretera mientras escuchamos a Aleksis hablar de lo mucho que le gustan las carreteras y viajar por ellas. Aleksis siempre habla. Me gusta que tenga el valor de romper los momentos incómodos, porque lo hace con naturalidad, no parece molestar como lo hace Marcos —así se llama el otro invitado—.
Finalmente, después de unas horas llegamos a la entrada de un bosque y después frente a las cabañas. Todos salimos del auto observando los verdes arboles; la tierra cubierta de hojas secas que crujen mientras caminamos en silencio. La incomodidad sigue entre nosotros, pero es menor.
Estiro mis brazos mientras les sonrío, ellos caminan observando sin interés el bosque; yo estoy emocionada porque tiene tiempo que no pasaba tiempo en un lugar abierto. Marcos grita. Aleksis ríe. Alexis rueda los ojos mientras se sigue de largo a una cabaña; nadie hace nada, solo nos miramos como adultos nerviosos que no saben lo que hacen.
La cabaña —¿o casa de verano en medio de un bosque? — tiene tres recámaras, el orden parece claro para Marcos, quien no se limita a abrir la boca y decir:
—No, wey, este hecho: el güero y su novia, Alexis y Olga. Yo solo, obviamente.
—¿Quién es “güero”?
Ríen ligeramente al ver a Aleksis lleno de confusión. No entiende la palabra del todo.
—Tú —dice Olga con una sonrisa—. Eres rubio, tú entiendes.
—¿Significa que todas esas personas que decían esa palabra en los mercados me hablaban a mí?
—O a cualquiera… es complicado.
Levantó la mirada con duda mientras niego, pero mi expresión no es escuchada porque conversan, después Marcos terminó entrando y encerrándose en una habitación. La chica dijo que no tenía problema y le sonríe a Alexis. A mí no me parece mala idea, Aleksis es una buena persona y confió en él en el nivel de compartir habitación.
Nadie dice nada a raíz de aquello.
Por mi parte salgo de la cabaña mirando el bosque que me rodea mientras respiro hondo mirando mi celular y pensando en si debo molestar a Alma; pero es mejor para ambas que solo me calme y espere a que mañana sea un buen día.
—¿Te gusta?
Volteo encontrándome a Aleksis, después camina para estar junto a mí, después estira su brazo para abrazarme. Guardo mi celular, le sonrío mientras asiento.
—Es bonito. Esta padre —respondo sin quitar la sonrisa de mi rostro—, tiene tiempo que no viajaba.
—Me alegra que te guste, Mara.
No hay más palabras, simplemente permanecemos mirando a nuestro alrededor, notamos que lentamente oscurece, la luna comienza a mostrarse y lentamente las estrellas. Me emociono al verlas, en la ciudad es realmente complicado verlas; puesto que siempre está contaminada y hay demasiada luz.
—Algún día deberías ver el cielo en Rovaniemi —pronuncia él—. Seguro te encantará.
Sonrío.
—Seguro que sí. Deberías invitarme alguna vez —bromeo—. Navidad en Rovaniemi, ¿qué te parece?
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Editado: 13.12.2021