No sé cómo explicarlo

008| Destino o no, aquí estamos

No me gusta romper las rutinas. Así que al levantarme lo primero que hago es salir a correr, pero antes, notó a Aleksis durmiendo en uno de los sofás, y rio para mí porque la imagen es tierna y no creo sacarla de mis memorias por un largo tiempo, después, al salir recorro a mi alrededor sintiendo el aire frío y el olor a humedad por la lluvia de la noche pasada.

Cuando llego a una parte alta, veo la grandeza del bosque, el lago a un par de metros de la cabaña, y respiro hondo. La imagen es totalmente diferente a la de todas mis mañanas y la disfruto demasiado mientras veo el amanecer. Los atardeceres son asombros, pero los amaneceres lo superan y pocas personas son las que tienen aquel magnifico privilegio. Estiro mi cuerpo y después regreso a la cabaña.

Al llegar a esta —he memorizado lo mejor que pude el camino— noto a Olga sobre las escaleras, sostiene una taza de café, su cabello amarrado en un rodete mal elaborado y una sonrisa ligera en cuanto me ve. Me saluda, yo regreso el saludo.

—¿Sueles salir a correr a menudo?

Asiento tomando asiento junto a ella, pero ella se levanta hacia una mesa de jardín y sirve una taza con la bebida de la cafetera, regresa y me la ofrece, por supuesto que no me puedo negar. Agradezco.

—Me gustan los días fríos —admite sin quitar la sonrisa de sus labios—, y confieso que tiene años que no me levantaba en un lugar diferente a mi casa. Se siente bien.

Doy un sorbo al tiempo que caliento mis manos con la taza.

—Pienso lo mismo.

—Por cierto —dice volteando a verme, yo volteo también a verla, pero con el ceño fruncido—. No nos hemos presentado —sonríe—, soy Olga.

—Hola, Olga. Soy Mara.

—Muy bien, Mara, ambas podremos ser buenas amigas —Vuelve a sonreír—, aunque todo depende de lo que digas… ¿Tacos y Pizza con piña o sin piña?

Siento su mirada fulminante ante mí, pero solo rio ante ella, ella también lo hace.

—Me gusta con piña.

—Lo prefiero sin, pero qué más da. —Encoge los hombros—. Por cierto, Alexis mexicano me dijo que se conocían, ¿puedo preguntar de donde o es incómodo?

Rio para mí a lo bajo mientras doy otro sorbo.

—De la secundaría —respondo—. Han pasado más de quince años y parece que poco hemos cambiado en lo físico.

—Me has ganado —ríe—, yo lo conozco desde la carrera… y reencontrarse por una amistad en común ha sido sorprendente, pocas veces pasa; seguro el destino los quiere juntos —Vuelve a reír, yo volteo a verla sonriendo. Demonios, claro que sí, incluso ella lo sabe—. Es broma, obvio.

Yo solo asiento mientras sigo bebiendo, no obstante, nuestra conversación es interrumpida por la voz de Aleksis, quien nos saluda en su idioma y después en español. Olga le dice que se siente junto a nosotras, eso hace, sentándose junto a ella, y es entonces cuando Olga recarga su cabeza en su hombro grande.

Miro al frente, el bosque que nos rodea y después volteo a verlos: Olga mira al frente y Aleksis me mira, quien mueve su cabeza al frente cuando lo noto mirándome.

—Deberíamos entrar —dice el finlandés—, he preparado el desayuno.

Olga se separa de él mientras ríe.

—¿Por qué eres tan atento? Me pones nerviosa —dice ella—. No es tu obligación cocinar para nosotros —vuelve a reír—. No es queja.

—Esta bien, me gusta ser atento con las personas.

—Leticia va a amarte.

Aleksis ríe. Yo ruedo los ojos.

Ambos se levantan y cuando yo estoy a punto de levantarme, Aleksis estira su mano ofreciéndome ayuda. Sonrío mientras agradezco y ambos entramos a la casa en el bosque. Marcos ve televisión y Alexis permanece en su móvil hasta que Olga se acerca a él y su atención se centra en ella.

Una mirada que lo dice todo.

Alma tenía razón, soy demasiado ingenua.

Trago saliva mientras tomo asiento y los demás siguen está acción. Nos servimos y procedemos a comer mientras escuchamos hablar a Marcos sobre sus asuntos, parece que nadie le presta atención, pero Olga decide interrumpir.

—¿Qué piensan hacer hoy? ¿Planes?

—El senderismo suena bien —dice Aleksis con una ligera sonrisa, los demás asentimos.

—Que flojera caminar —interrumpe Marcos—, deberíamos quedarnos a ver películas.

—Eso lo haces siempre —murmura Alexis; Olga lanza una carcajada; Marcos solo levanta su cabeza mientras rueda los ojos—. El senderismo está bien, si no quieres, te puedes quedar, es simple.

Aleksis sonríe, pero después de aquel momento nadie dijo nada más hasta que decidimos que la idea del senderismo era excelente y deberíamos hacerlo. Por lo tanto, salimos de la cabaña y comenzamos a caminar por el bosque, primero siguiendo el sendero, pero después creando nuestra propia ruta.

Sin embargo, hubo un punto donde Aleksis y Olga tomaron un camino distinto, provocando que Alexis y yo quedáramos juntos. No lo habíamos notado hasta que al intentar buscarlos al frente pensando que nos jugaban una broma, ellos no aparecieron.




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