No sé cómo explicarlo

019| Temo que sus palabras cobren sentido

Salgo de casa tras ellos, lo tomo de la muñeca obligándolo a verme.

—¿Qué paso?

—Mamá lo sabe —dice en un hilo de voz. Veo sus ojos lagrimosos, entonces volteo a ver a Sebastián, quien tiene el rostro serio.

—Es una buena noticia, ¿no?

Antonio me mira serio al tiempo que rueda los ojos, entonces recuerdo el silencio incomodo, a mamá llorando y sé que no resulto como cualquiera de podría esperar. Odio haber estado fuera y no haberlo acompañado en aquel momento.

—¿Y por qué decidiste decírselo?

Vuelve a mirarme sin entender mis palabras. Yo no entiendo del todo lo que ha sucedido, no tengo contexto y necesito todo a detalle aunque tengo una mínima idea.

—¡No fui yo, Mara! —grita, entonces volteó a mirar a Sebastián quien también niega—. Fue Katia. Lo dijo frente a todos, quería negarlo, pero mamá me presionó y termine admitiéndolo.

Ay, Katia.

Suspiro una vez más. Con lo que había dicho de mi era suficiente, pero ahora con lo de mi hermano, la bomba explotó. Nunca he entendido la manía de revelar la vida privada de las personas, si no lo quieren decir es su problema y está bien. Todo el mundo tiene secretos, pero divulgarlo y presionar a las personas a admitirlo es otro extremo.

—¿Te corrió de casa? —pregunto.

—No estrictamente —se encoge de hombros, yo le doy unas palmadas en el hombro—. Iré con papá hasta que las cosas se calmen y pueda hablar tranquilamente con ella.

Le sonrío dándole un abrazo y deseándole éxito.

—Hablare con ella —respondo acompañado de una sonrisa—. Cualquier cosa que ocurra, eres bienvenido en mi departamento.

Él asiente. Nos despedimos los tres y se comienzan a caminar, entonces, yo vuelvo a entrar a casa. Veo a Aleksis y Emilio hablar entre ellos; como no quiero interrumpir directamente voy con mi hermana que esta con mi madre, quien llora y sufre como si esta fuese la peor tragedia de su vida.

A veces puede ser algo dramática.

—¿Cómo esta? —Le pregunto en un susurro a mi hermana. Ella niega.

—Destrozada.

Niego al tiempo que ruedo los ojos y miro desde la distancia. A veces mi madre puede llegar a ser algo dramática.

—¿Qué he hecho mal, Julia? —grita entre lágrimas—. Una hija que se prostituye y un hijo joto[1]… ¿acaso los críe mal? Solo Liz es normal.

Bajo el rostro suspirando hondo. No puedo creer que piense esto de mí. De nosotros.

Liz me toma del hombro sonriéndome y susurrando: «Ignórala, esta frustrada… decepcionada», y quiero hacerlo, pero honestamente que piense aquello de mí y actué de esa manera frente a Antonio me hace sentir mal. Liz me dice —casi rogándome— que la entienda, que no es fácil para ella procesar todo, pero aunque lo intento, no puedo. No podré.

Perdón, mamá.

Me retiro de la habitación buscando entre la casa a Katia, a quien encuentro en la cocina mientras mira su celular con indiferencia. Me detengo frente a ella sin quitar la mirada amenazante que lanzo a mi prima, cuando siente esta, voltea a verme y me sonríe.

—Tu familia es algo conflictiva —dice riendo y bajando la mirada una vez más a la pantalla de su móvil.

Y quiero agarra un cuchillo y enterrárselo en el pecho tantas veces como pueda, porque esto es su culpa, pero me detengo. No quiero que de una crisis familiar pase a una crisis legal.

—¿Por qué lo hiciste, Katia? —Ella no dice nada—. La vida privada de las personas no es asunto tuyo y menos de divulgación. Si la persona no lo quiere decir esta bien y listo. Tu vida debe ser una mierda si hablar de la vida de lo demás es lo único interesante.

—Ay, Marita —Sonríe—. No es para tanto. Creí que tu mamá ya lo sabía.

Ruedo los ojos. Ojalá pudiera saber con certeza como ocurrieron los hechos, y cómo una reunión familiar por fiestas patrias terminó en desastre. Ojalá pudiera viajar en el tiempo y cambiar todo esto o definitivamente no haber venido.

Doy media vuelta respirando hondo. Que molestos son los momentos de tensión.

No obstante, antes de que pueda salir por completo, Katia dice:

—Te va a dejar cuando se de cuenta que eres el reflejo de tu madre, y estas llena de conflictos, así como tu vida y tu familia.

Salgo al jardín a fumar una vez más. Dos cigarrillos en aquel momento. Llevo cuatro en el día, lo que me decepciona más de lo esperado.

Una vez que Judith se va, se lleva a su hija consigo, lanzándome una mirada de “te lo dije"; Emilio y Liz se van diciéndome que todo estará bien; solo quedamos cuatro personas en casa, pero sé que mi madre no quiere verme, porque lo intento.

—Vete, Mara.

—Mamá, ¿podemos hablar?

—Vete de mi casa, Mara. En parte esto es tu culpa, tú y tus amigos homosexuales… además solo vas de cama en cama, ¿crees que así te consideran alguien seria? Nadie te toma en serio.

—Madre…




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