Solo podía pensar en que Alexis era la otra persona quien pudo haberme enviado las flores y es raro para mí pensarlo porque:
Mi cabeza no deja de pensar en que pudo haber sido él, pero ¿por qué?, entonces le pido vernos en la noche cuando estemos ligeramente más libres. Él acepta y yo no puedo dejar de estar nerviosa imaginándome mil razones por las que pudo haber enviado.
Te odio, Alexis. ¿Por qué me haces esto en estos momentos?
La comida con mis amigos no es tan divertida como me hubiera gustado, ellos ríen, platican, se emocionan, pero yo permanezco seria mientras sigo pensando lo que sucede. César pregunta en varias ocasiones lo que me ocurre, pero solo niego sonriendo y diciéndole que no es nada, son cólicos; él asiente y aunque después intento adentrarme a su conversación, no puedo del todo. Mi cabeza está en otro mundo.
Volvemos a la oficina, dedico mi tiempo a trabajar, y horas más tarde Ixchel y César se despiden de mí, puesto que irán al cine a ver una película por la que llevan tiempo esperando y a ambos les emociona mucho.
Ixchel y César llegaron al mismo tiempo a la compañía, tienen la misma edad, y aunque no se conocían de antes (César vivió, estudió en México, Ixchel en Tlaxcala), se entienden bien. Yo me uní a ambos, y aunque nos llevamos demasiado bien, no somos tan unidos.
Yo en cambio, a veces parezco tener a Alma, a veces no. No sé cómo explicarlo, es como si estuviera ahí solo a veces. Así se siente, aunque sé que no es así. A veces me gustaría saber lo que siente tener a una persona con la que pueda contar todos los días a todo momento, y últimamente creo que Aleksis es esa persona. Al inicio, creí que no llegaría a cambiar nada; que sería algo casual e insignificante, pero llego como un huracán: ha venido a cambiar todo.
Incluso a mí.
Entro a la cafetería y quiero fumar, pero me resisto, para empezar porque estoy en un lugar que lo prohíbe, segundo, porque quiero dejar el mal habito, y también porque veré a Alexis, y no me gustaría escuchar el mismo sermón.
Bebo café lentamente mientras sigo esperando. Miro a la gente, parejas que cruzan sus miradas y se aman, citas incómodas, amigos que se reencuentran, reuniones después del trabajo. Mientras los observo creo miles de historias dentro de mi cabeza del porque están ahí; creo las conversaciones en mi cabeza y sonrío.
Alguien se sienta frente a mí, es Alexis. Por fin llega. Sonrío con ligereza al tiempo que miro como toma asiento y me saluda, correspondo con la voz seria.
Siento que parece un pretexto tonto para verlo, pero no es así.
—¿Para qué querías verme?
—Te pido que no lo vuelvas a hacer —pronuncio.
Él me mira con el ceño fruncido, analizando mi rostro y mis manos. No entiende de lo que hablo, y yo no entiendo porque no lo entiende.
—¿De qué hablas?
—Es evidente… lo que enviaste a mi oficina —pronuncio. Que incómodo. Suspiro hondo al ver que sigue manteniendo su rostro serio y confundido—. No lo vuelvas a hacer.
—¿Qué yo envié qué?
Vuelvo a suspirar hondo rodando los ojos con ligereza.
—Las flores.
Alexis ríe al tiempo que niega.
—Mara —pronuncia con voz seria. Mi corazón se acelera con fuerza, su voz seria me hace temer la respuesta. Mi atención se centra en él—. Hay dos cosas: no sé dónde está tu oficina, ni sé dónde trabajas y ¿por qué te enviaría flores?
Trago saliva sonriendo. Si no es él, ni Aleksis, ¿quién es?
—Pero decía “Al" como remitente.
Él ríe con ligereza.
—¿Por qué te enviaría flores?
Ríe, yo también rio, no tiene motivos, lo tengo claro, pero me gusta ilusionarme.
—No hay motivos, creo.
—Exacto —dice él—. No hay motivos —sonríe—. No soy una persona que envíe flores, Mara.
Tiene razón.
Que vergüenza. Siento como mi rostro se llena de color. Debí haber preguntado de forma más casual y no tan directa.
—Si no eres ‘Al', entonces ¿quién? Me quedé sin opciones.
—¿Has pensado en Aleksis?
Asiento con el rostro serio.
—Él no es. Me lo confirmó.
—¿Alejandro? ¿Alfredo? ¿Alf? Tal vez Alf regresó en forma de ficha —Se encoge de hombros—. No sé me ocurre más.
—No conozco a nadie que se llame así.
Él ríe.
—Entonces no busques más, solo piensa en que pensaron en ti, y listo —Se encoge de hombros mientras ríe—. Si no tuvo el valor de mostrar su nombre y decírtelo de frente, entonces no importa.
Asiento al tiempo que rio. Tiene razón, y eso es lo que en parte más me molesta: cada que habla, me hace ver como si fuera tonta. Sé que no es intencional, solo es que habla así.
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Editado: 13.12.2021