No sé cómo explicarlo

029| La vida era más fácil cuando era Mar

En la oficina, los ánimos parecían los mismos, pero en cambio, yo me sentía bien, pues me encontraba mejor con mi situación sentimental, aunque surgió la otra: Aleksis se irá.

Aparentemente parece que dos meses es mucho tiempo, pero la realidad es que no, es igual a nada.

El inicio de la semana transcurre de la misma forma: cada uno ocupándose de sus trabajos, entre reuniones, descansos, y platicas casuales, y todos estamos cansados. Los últimos tres meses del año siempre se sienten así, irónicamente, cuando termina el año no es como que vaya a cambiar algo si uno no se lo propone.

Ciertamente, mis metas se limitan a «escribir más» y «ahorrar más», la verdad es que no las cumplo al cien como me gustaría, pero este año ha sido diferente, no me propuse comenzar a salir con alguien como en años anteriores; sin embargo, ha sucedido.

Otro hecho importante era que el cumpleaños de Aleksis sería el sábado, y como soy terrible en pensar en obsequios porque nunca se me ha dado bien decidí que lo más conveniente sería viajar.

Espero a Aleksis recostada en el sofá de su apartamento, y en cuanto abre la puerta me levanto y sonrío acercándome a él.

—No debiste decir que “era bienvenida en todo momento” —digo en broma. Él niega al tiempo que ríe—. ¿Cómo estuvo tú día?

Él habla, me platica con detalles lo que pasó en el restaurante. Me gusta que no se limite a hablar y que se exprese tan bien, pese a que algunas palabras en español aún se le dificultan, puedo entenderlo.

Salimos a cenar. Hablamos. Y de regreso a casa lo detengo mirándolo a los ojos.

—Te advierto que deberás liberar tu agenda desde el jueves por la tarde —Sonrío, él pregunta con las cejas por qué—. En parte es sorpresa, pero el único spoiler es que viajaremos.

Olla samaa mieltä, Rakkaani.

No sé lo que dijo, así que le pregunto con la mirada mientras musita «Esta bien». Lo confieso, he intentado aprender fines, pero me resuelta un poco complicado; supongo que necesito tiempo y demasiado interés.

Me sonríe, sostiene con delicadeza mi cuello y me besa. Yo lo beso, pues me gusta besarlo.

.

Al día siguiente, ya en la compañía, me detengo frente a la oficina de Marisela —de recursos humanos—. Respiro hondo antes de abrir la puerta y finalmente entro, entonces con voz firme, pido autorización para ausentarme el viernes tras haber enviado la carta.

Trago saliva y sonrío con nervios, al sentir la mirada de Marisela sobre mí, y tras unos minutos de espera, ella accede. Me alegra, de lo contrario hubiera arruinado todo.

Regreso a mi escritorio y la vida sigue normal.

Antes de salir, leo un mensaje de Alma que pregunta si podemos reunirnos, acepto. Tiene tiempo que no la veo, ni escucho su voz. La extraño, y sé que ella también.

Me despido de César e Ixchel y conduzco hasta la cafetería, donde veo a Alma sentada, esperando. Me acerco hasta ella, nos abrazamos y tomamos asiento al tiempo que ordenamos algo ligero. Entonces, comenzamos a hablar sobre el tiempo de ausencia; tras escucharla, procedo a hablarle sobre lo que ha pasado en la semana.

—A veces tus dramas son increíbles —dice.

—Perdón, tu sabes que no siempre soy así.

—Solo la mayor parte del tiempo —añade acompañada de una sonrisa—. Esta bien, Mar, eres así: no puedes ser tú sin una tragedia, porque las tragedias son tu vivir.

—Mar… —repito al tiempo que sonrío y miro su rostro sonriente—. Tiene tiempo que no me decías así.

Voltea a verme con el rostro serio.

—Perdón, ¿te molesta? Tienes razón, tiene años que no te llamo así. No sé porque lo dije.

Yo niego.

Que me llame “Mar” trae recuerdos que creía casi olvidados.

—No. Me gusta —Sonrío una vez más—. La vida era más fácil cuando simplemente nos llamábamos “Mar” y “Al” …

Mi voz se corta, pienso en “Al”, pienso en las flores, en la nota y en el misteriosos remitente. Casi había olvidado que solía decirle “Al”. Entonces casi como si fuese una epifanía, su nombre y las flores parecen tener sentido. La miro, veo como mueve sus labios al hablar, pero no la escucho, solo pienso ¿es posible que sea ella? Mejor dicho: ¿qué posibilidad hay de que sea ella?

—¿En qué piensas?

Me mantengo en silencio mientras la observo. Mis opciones se limitaban solo a dos personas, pero nunca en ella.

—¿En qué piensas? —repite.

—Nada —digo acompañada de una sonrisa—, solo en trabajo. Mi mente esta en otro mundo debido al trabajo pendiente.

—Y aunque no tengas trabajo pendiente…

De este modo, entre dudas que no mantengo interés en resolver, pero al mismo tiempo muero de curiosidad. No despego la mirada curiosa de ella mientras pienso y se supone que la escucho; no obstante, sucede que mi cabeza prefiere centrarse en las suposiciones.

—Por cierto, ya compré tu libro en preventa. Estoy ansiosa de que llegue.




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