Dejo caer mi bolsa sobre el escritorio al tiempo que recojo mi cabello en un rodete mal elaborado. Mis compañeros me miran sonriendo. Últimamente estoy ocupada y mi mente esta en otro mundo, adelantando trabajo, mis proyectos personales y más.
—Les aviso que mañana no vendré —comunico a César y a Ixchel. Ambos centran su mirada en mí y sonríe—. Y hoy saldré temprano.
—¿Es por salud? —Niego—. Entonces son planes.
Asiento con una sonrisa. César e Ixchel sonríen ampliamente emocionados. Los quiero tanto porque se emocionan por mí cuando algo bueno me pasa o esta por ocurrir.
—Haces bien —dice César—, la vida no es siempre trabajo. Imagina lo frustrante que sería si fuese así.
—Convierte lo que amas en un trabajo y no será frustrante.
César niega.
—No, Ixchel. No creo que sea siempre así —interrumpe—. Te aburrirá siempre hacerlo.
Ixchel niega al tiempo que rueda los ojos y centra una vez más su mirada en mí junto con una sonrisa.
—¡Disfruta de tu viaje! —dice Ixchel.
—Ya nos contarás los detalles cuando regreses.
—Solo son tres días —sonrío—. Esperemos que todo salga bien.
Ellos asienten sonriendo, y volvemos a nuestro trabajo; no obstante, como les había dicho horas antes, me retire antes, nos despedimos y ellos me dan los mejores deseos, los cuales agradezco. Conduje hasta casa, organicé los últimos pendientes y después, en un horario adecuado, le dije que Aleksis que era hora de irnos.
Llegamos al aeropuerto, el cual tomamos sin ningún inconveniente; lo que es perfecto porque no estaba dispuesta a que se arruinará. Mientras estamos en el aire, Aleksis lee y yo pretendo también hacerlo.
Pero no puedo.
La realidad es que pienso en Alma, en lo que ha sucedido, y en lo terrible que me siento por no aceptar sus planes; reservó su fin de semana para pasarlo conmigo, pero mis días ya estaban agendados.
Los planes no siempre pasan como uno quiere que sea, espero que nada arruine los míos, porque sino, podré sentir en carne propia la frustración de Alma, y por egoísta que suene, en esta ocasión no deseo empatizar.
.
Llegamos al hospedaje en Mazunte —una de las playas más hippies que hay en el país—, poco después del atardecer. Hace calor, cosa que de hecho comenzó a hacerse notar cuando llegamos al estado y nos movilizamos desde el puerto a esta playa.
Lo primer que hacemos es salir a un restaurante local de comida oaxaqueña que encontramos en el pueblo junto al mar. Pedimos algo ligero, Aleksis come un poco y lo aprueba con una sonrisa en el rostro mientras me dice que es delicioso, y tiene razón, realmente es delicioso.
—Mejorar mi español era una de las razones para estar aquí, pero la comida es otra de las razones —dice él con una sonrisa—. Voy a extrañar todo.
—Pero la aventura debe continuar… —pronuncio acompañado de una ligera sonrisa—. Siempre tienes la opción de regresar.
—Y lo haré.
Me mira. Es sincero. Tal vez sea cierto que regrese, tal vez no. Quiero confiar en que regresará, aunque no estoy tan segura: nuestras almas son completamente contrarias, y eso puede resultar un obstáculo, además, a él le gusta el mar, las costas, viajar, la vida relajada; la ciudad puede ser todo menos esto. Yo por mientras, prefiero la ciudad, ahí esta mi trabajo, mis amigos y mi vida.
Siento su mirada sobre mí, y se siente como si yo fuese lo único en su mundo. Me mira como mi abuela dijo que mi abuelito la miraba; siempre quise un amor como el suyo, y quizá no todos los amores son iguales, todos tienen sus matices, sus formas de ser que a veces pueden llegar a ser contradictoria, pero me gusta lo que somos ahora mismo. Nuestra relación no es perfecta y no lo será, porque nada ni nadie es perfecto.
Terminamos la cena, caminamos un poco por el pueblo para regresar al hostal.
—Has hecho una maravillosa elección de sitio —dice él—. Nunca lo hubiera pensado y estar contigo lo vuelve perfecto —sonrío. Me emociono por tales palabras ¿es posible? Supongo que cada momento lo quiero más que el pasado—. ¿Has venido antes?
Niego.
Nunca me di el tiempo para disfrutarlo para viajar y menos de forma solitaria, casi siempre preferí trabajar, es básicamente lo único que he hecho, además de leer y escribir. Necesitaba darme un descanso, salir, despegarme. La monotonía es un asesino lento.
—Quería venir y que fuese especial —suspiro—. Es un lugar especial, ameritaba que fuese especial.
—Todos los momentos son especiales.
—Sí, pero tú lo haces más especial.
Que cursi soy; siempre odie ser y cuando las personas se comportan de la misma forma. Me golpeo mentalmente y sonrío como tonta. Él sonríe.
—Tú también haces los momentos más especiales —Me sonrojo. Admito que nunca nadie me lo había dicho, y es extraña la sensación de que alguien me quiera—. Cuando llegue a la ciudad no tenía ninguna intención de salir con nadie… pero apareciste por el elevador, con tú llamativo cabello naranja.
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Editado: 13.12.2021